Los presidenciables
«La derecha quiere ganar, y tiene por detrás una población más moderna y más culta que no está dispuesta a perder. Por eso no puede prescindir de Ayuso»
El personal entretiene sus tardes en Madrid con su apuesta de presidenciables. Hay una dificultad de fondo para articular una posición que responda a los cambios sociales y culturales en la derecha española, un mejunje heredero del liquidado bipartidismo, que ha ido creando nuevas fórmulas imprevisibles. Vemos que si bien el PP ya no podrá aunar lo que en su día, en los años 90, logró construir, hay aún mucha resistencia a la hora de asimilar estos cambios. El remolino periodístico hace sus apuestas sobre quien será el heredero de la nada, o sea del PP. El abrazo de Ayuso con Vox sería peor, nos dicen los buenos chicos de la derecha, mientras que otros ya hace tiempo que se decantaron por el SuperAbascal, cuyo atractivo consiste en mezclar el malotismo con aquellos ojos verdes.
Vemos un españolito sin spleen ni glamour, muy cabreado, unos cuantos calaveras andan pensando cómo ser alternativa de gobierno. Más que oposición, el PP ha hecho hasta ahora de novio pagafantas de Sánchez. Ha sido una semana de desenfreno y abucheos en la grada de la derecha elegante. La política partidista tiene serias limitaciones, pero aún hay tiempo de organizarse. Si no le escuchan, el votante moscardón se sentirá legitimado a votar cualquier cosa. Probablemente despierte incluso esa España que nunca vota, que ya ni cree ni comulga. Poco antes de este episodio, parece que se preparaba allá por las yermas tierras del norte una venganza electoral.
Los barones piden un congreso nacional de inmediato, «que adelante el de julio, o uno extraordinario, llámalo X». Llámalo XD. ¿Quién será el heredero de la nada? El relevo confiere a la política un tipo de psicodrama intenso y de tensión permanente. Solo unas élites muy cerradas pueden ignorar a unos votantes que llevan desde el jueves sumidos en un thriller psicológico. El españolito que va del trabajo al sofá no se interesa por el discurso dogmático de la resistencia antifranquista y el cordón sanitario, les manda a tomar vientos con el abanico. Es una verdadera subversión de la calle y en los círculos periodísticos, es amor a la patria. Si le da miedo asomarse a la realidad, si siente vértigos y mareos, puede usted comprar El País y recitar sus mantras. Esto solo lo puede hacer un ciudadano. El heredero de la nada, o sea del PP, no puede prescindir de la realidad. Un líder político debe saber «adaptarse al barro español» y vemos algo de eso en el liderazgo de Ayuso.
Luego también tenemos un mítico votante de la derecha que ha puesto demasiadas esperanzas en Vox. Ese españolito va a salir escaldado. La ambigüedad moza de Abascal se complementa bien con la ambigüedad de la democracia cañí que se cuece en las barriadas de derecha libres de dogmatismos y moralismos de izquierdas. Los expertos, ejem, en populismo miden la retórica del partido pero no pueden medir hasta qué punto es populista un partido que aún no ha pisado moqueta, solo tenemos declaraciones del chico/póster, el SuperAbascal. La retórica de Vox puede ser simplemente retórica, palabras malsonantes, nada más. Vamos a dejar que el sol nos purifique de nuestros pactos y consensos porque total, no podemos ser todos pagafantas de Sánchez y en España tendrá que haber una oposición. Vemos la estética del cansancio, el spleen, y el pirómano de la derecha que pide un cambio de liderazgo en la derecha. Si alguien más nos fracasa, nos iremos a hacer Historia a otra parte. La derecha quiere ganar, y tiene por detrás una población más moderna y más culta que no está dispuesta a perder. Por eso no puede prescindir de Ayuso, heredera de la corona de la nada. O sea de España.