THE OBJECTIVE
Jordi Bernal

Cadáveres políticos

«En Vox se frotan las manos por la cosa del sorpasso al Partido Popular, aunque de cara al público se hayan puesto solemnes»

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Cadáveres políticos

Pablo Casado. | Stefanie Loos (AFP)

La sucia política deja unos horribles cadáveres bien amortajados con sus caros trajes hechos a medida. En este caso muy jóvenes. Me pregunto si para ellos habrá un sitio en las puertas giratorias. La guerra la ha ganado Isabel Díaz Ayuso de calle y por calle. No fue una estrategia muy sutil pero fue claramente efectiva y eficaz: se presentó en una rueda de prensa y soltó la granada de mano. A ese par les dio el acojone y desde entonces no dieron pie con bola. Mucho hablar de pelotas y, cuando la cosa se ha puesta fea, les ha entrado el canguelo. Se ha visto que el asunto les venía grande. Políticamente han vivido rápido y han dejado no sé si un bonito pero sí un prematuro cadáver. También un partido roto como un juguete manoseado por unos niños caprichosos que jugaron a políticos con más ambición que cerebro. Ahí tal vez habría que incluir a Ayuso, que ahora anda de víctima dolorida con mucho mohín afectado y tuit delicuescente.

En Vox se frotan las manos por la cosa del sorpasso. Aunque de cara al público se hayan puesto solemnes y hayan declamado compungidos que la crisis pepera es una mala noticia para la nación que a ellos tanto les duele. Ciertamente, el descalabro popular es una mala noticia porque da alas a un partido descerebrado que, sin alargarme más por puro fastidio, tiene a la Hungría de Orbán como modelo a imitar y al franquismo como un gobierno homologable a los democráticos. Como diría el filósofo: no hace falta decir nada más.

Mientras tanto Sánchez parece vivir una eterna juventud política. Nadie con tanta potra. Después de salvar la reforma laboral con otro ridículo de la oposición, la escabechina popular casi le permite vislumbrar cuatro años más de Moncloa y Falcon. A este ritmo conseguirá la ansiada línea directa con Biden.

Algunos hablan de que España se encaminará hacia un escenario político parecido al francés. Si así fuera, Sánchez se pide Macron. Como si lo viera. Su olfato para evitar cualquier naufragio y ponerse a salvo antes que las mujeres y los niños, le empujarían a pasarse el primero al nuevo frente sin rosas ni puños alzados. Tendríamos, sin inmutarse, a otro liberal de toda la vida. A este paso, en unos cuantos años todavía veremos a un Sánchez prometiendo bajadas de impuestos desde la Moncloa.

Tiempo al tiempo. Los tiempos en política son muy importantes. Rajoy siempre lo decía. Él fumaba puros. Y para fumarlos se necesita tiempo. A Casado y García Egea les pudo la impaciencia del aprendiz; también, según le escucho decir a Cayetana Álvarez de Toledo en airosa conversación con el escritor José Antonio Montano, un paranoico control sobre el aparato del partido en detrimento de la lucha y el debate ideológicos, de la verdadera política.

Puede ser. Ahora ya es especulación en torno a dos cadáveres políticos cercados por el aleteo de los buitres. No hace ni una semana aquellos que hoy les culpan de todos los males y escupen sobre sus tumbas les juraban lealtad eterna. Así es la política. Pasa en todos los partidos. No conoce bandos. Es igual de putrefacta a diestro, siniestro y en el inmaculado centro. Todo se reduce a una cuestión de poder. Acaba desgastando al que no lo tiene. Tampoco hay que buscarle más lección ni moraleja a una penosa acuchillada a puertas abiertas y retransmitida en directo por todos los canales. Ha tenido su parte divertida, para qué negarlo. Con los años, sin embargo, uno se da cuenta de la irresistible atracción que siente el periodismo menos por la suerte de los tristes cadáveres que por el calorcillo del poder omnímodo.

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