E basta
«El derrumbe del PP nada tiene que ver con las sospechas de corrupción, sino con la idiotez de sus dirigentes, incapaces de soportar la más mínima sombra»
La gente de este país lo aguanta todo, menos la estupidez, aunque a veces también aguanta la estupidez. Reconozco que me intriga la indiferencia moral de nuestra sociedad. ¿Será la célebre ausencia de una reforma protestante? Es cierto que, en el catolicismo, una vez te has confesado puedes volver a empezar a pecar con el alma tranquila, mientras que los protestantes acarician su culpa como una llaga durante toda la vida. Así, por ejemplo, tengo para mí que el derrumbe del PP nada tiene que ver con las sospechas de corrupción, sino con la idiotez de sus dirigentes, incapaces de soportar la más mínima sombra, como matones de colegio cuando alguien les planta cara. Percatarse de que uno está pagando sueldos espléndidos a un hatajo de inútiles tarda en llegar, pero a veces llega.
En Alemania bastó que se demostrara un plagio en el currículo universitario de un altísimo cargo para que éste se fuera a su casa avergonzado y contrito. Aquí el fraude casi se aplaude. En cuanto a los robos mismos, es gracioso ver a los portavoces socialistas echando fuego por los colmillos con los cincuenta mil euros de un hermano cuando ellos callaron los cientos de millones que sus dirigentes robaron en Andalucía a través de redes mafiosas para beneficiar a los suyos. Bien es verdad que uno de los implicados se lo gastaba en putas y cocaína, lo que quizás representa un uso progresista del latrocinio. Su madre estaba eufórica y dijo aquellas palabras imborrables: «En casa hay billetes como pa’ asar una vaca».
La indiferencia moral del país no atañe sólo al dinero, también a la sexualidad. Parece que la gente sea muy tolerante en esa materia cuando, en realidad, es sólo que le importa un pito, a menos de que pueda sacar tajada política. Y esto es lo más deprimente, que la maldad o bondad de las acciones se decide por clubes de aficionados, como en el fútbol.
La obsesión política es tan sumamente elevada que ha invadido los territorios propios de la moral, del comportamiento ético, pero también los concursos televisivos y las revistas de chismes. Hace muy poco, un grupo seguramente gallego de mujeres ataviadas del peor modo imaginable, fueron descabalgadas de un concurso. De inmediato la extrema izquierda (o la «izquierdona») se rasgó las (carísimas) vestiduras: no sólo eran mujeres, las accidentadas, sino gallegas, lo que supone una doble represión por sexo y por minoría étnica.
La política es la única religión española y es inmoral todo lo que hace el adversario político, pero de los nuestros todo se acepta. Excepto, a veces, la idiotez. Cuando eso sucede, hay que aprovechar.