Tras Ucrania, ¿cómo queda España?
«La guerra económica se ha instalado, durará y tendremos más dificultades»
Hace 15 días, tras unas conclusiones de urgencia globales derivadas de la invasión de Ucrania a sangre y fuego, nos comprometimos a intentar compartir conclusiones específicas para el futuro de los españoles. Para hacerlo recordemos primero tres aspectos que se han convertido en certeza en estas dos semanas: 1/ Ya nada va a ser igual, no habrá retorno a la vieja normalidad y las prioridades socio-políticas han sufrido una convulsión, incluso las mejor intencionadas. 2/ La zona más fragilizada, dañada y en peligro es Europa, incluida la UE, a la que pertenece España y 3/ Esperemos, y es probable, que Europa evite una guerra abierta y la devastación bélica, pero la guerra económica se ha instalado, durará y tendremos más dificultades.
¿Qué podría/debería hacer España, entendida como el conjunto de los ciudadanos españoles en esta tesitura, con visión de Estado? En primer lugar, y muy importante, enterarse y reconocer la nueva situación, y deprisita. Eso supone capacidad intelectual de los múltiples gobernantes que tenemos y de los partidos políticos de comprender la nueva realidad, la inadecuación de muchos aspectos (o las equivocaciones) del discurso político anterior y, sobre todo, ser capaces de informar con la verdad y honestidad a los votantes de lo que hay, de lo que se puede hacer, y de lo que se debe hacer si se persigue el bien común de los españoles. Probablemente ese paso quede desapercibido y sin embargo es crucial, porque son tiempos de emergencia y sacrificios que, o nos hallan unidos, conscientes, lúcidos y arrimando el hombro como una piña, o se nos llevan por delante.
El terremoto en las prioridades tiene que ser muy claro, justificado, explicado y asumido, antes de ser gestionado, si queremos tener éxito. Temas como una priorización de los gastos de defensa, la reducción de gastos ahora superfluos propios de una sociedad rica sin amenazas, evitar que el ecologismo payaso (existe uno muy serio) nos haga pasar penurias, poner entre paréntesis el inasible concepto de sostenibilidad por un tiempo, retomar los colosales errores que se han producido en el tema energético, entre otros puntos, deben guiar nuestras políticas, asumida y motivadamente. Las discusiones sobre el sexo de los ángeles del hipódromo de la opulenta Bizancio deben postergarse un poco ante las decisiones para salvarnos todos a medio plazo. Eso no parece difícil en muchos países europeos, pero en España sí lo es porque nos gobiernan o co-gobiernan antisistemas, separatistas, destructores de la UE, frikis desigualitarios y compañeros mártires.
Sobre la base de haber conseguido el estado intelectual y mental necesario, extraigamos, para este breve artículo, sólo dos áreas de actuación para actuaciones estratégicas de nuestros gobiernos, sostenidos por los votantes en las regiones con condiciones democráticas, que son las más. Evidentemente es urgente volcarse en la seguridad y la política de defensa.
De nuevo, ¿qué puede hacer España? Evidentemente muy poco a nivel internacional ya que ha perdido interlocución, credibilidad, respeto y peso. Sin embargo consideramos apremiante recuperar la confianza de nuestros aliados y protectores: la UE , la OTAN, USA, etc.. Y eso acarrea aumentar nuestros gastos de defensa, inevitablemente, pero también y mucho más, ofrecer un gobierno sólido, serio y unido, sin dudas sobre su real posición, a nuestros aliados. Nadie va a intercambiar información ni tener en cuenta un Gobierno que se pelea internamente por si debe existir la OTAN o no, o por si el puerto de Barcelona puede ser utilizado por nuestra armada o no. Y, en tercer lugar, España, que tiene la ventaja de estar lejos del actual teatro de operaciones, debe también reforzar la confianza y apoyo de sus aliados teniendo la capacidad, por sí sola, de proteger la frontera sur terrestre y marítima de la UE. No estamos seguros de que así sea. (¿Dónde están los dos submarinos bien dotados indispensables para patrullar las costas?). Finalmente, por supuesto, todo lo que pueda hacer nuestro país para ir confeccionando un potente ejército europeo será beneficioso para nuestro futuro.
La segunda área en la que vamos a proponer dos ideas es la económica, ante lo que se nos viene encima. Inevitablemente esta crisis, como las anteriores, nos pilla a contrapié por los dos grandes pecados de los últimos decenios, que han sido huir de las vitales reformas estructurales y, a la vez, destrozar nuestra unidad de mercado. Cuanto antes los expiemos, mejor (ejemplos son el plan hidrológico nacional, un Ministerio de ordenación del territorio, seguridad jurídica, educación digna de ese nombre, tajante prohibición de toda norma regional que atente contra la libre circulación en igualdad de condiciones, y mucho más), pero no son medidas de efecto rápido. Sin embargo, creemos que puede ser el momento de replantearse urgentemente medidas de choque en el sector energético (vida de nucleares, fracking, derechos de emisión…), que pueden llegar hasta romper la situación de «isla energética» que tiene España, por culpa de Francia, y convertir el gas mediterráneo como un bien para centro Europa.
Eso sí, el lobby ecologista desenfrenado deberá ser moderado y domesticado durante un buen rato, o seguirá siendo destructivo de nuestra prosperidad e independencia. Y también es el momento para que España disminuya drásticamente sus gastos, que atentan contra la productividad de nuestras empresas y fomentan la inflación. Son estos los costes de transacción, la gigantesca carga administrativa disgregadora y desigualitaria, unos 17 sistemas tributarios peleados entre sí, las dificultades a la movilidad de personas y factores de producción. Hay muchas medidas que tomar a corto para recuperar algo de unidad de mercado y contrarrestar este momento de inflación galopante. Y si, debido a nuestro ‘singular’ armazón jurídico, algunas medidas vivíficas e indispensables requieren de algún estado de alarma o de emergencia, este es el momento. Después será tarde. A lo mejor ya es tarde.