Elizabeta Petrovna: así fue la zarina cuyo reinado fue el periodo más largo sin pena de muerte en Rusia
“El reinado de Isabel I fue una época de progreso en un país atrasado. El pueblo ruso firmó su propia sentencia de muerte al adentrarse en las entrañas de un régimen desconocido que resultaría ser, con diferencia, infinitamente más sanguinario”
Tras la caída del efímero reinado del germano Iván Antónovich, también conocido como Iván VI de Rusia, el trono será sucedido el 25 de abril de 1742 por Isabel I la Clemente, segunda hija de Pedro I el Grande. Defensora de las artes y de la cultura, llevará a cabo una política interior francófila basada en la defensa de las tradiciones rusas, el destierro de la influencia germana como principal mal de Rusia, la eliminación de los consejeros prusianos, el apoyo a la nobleza territorial y la abolición de la pena de muerte.
De entre todas estas reformas, cabe destacar la eliminación de la pena suprema. La historia de Rusia, en relación con la pena de muerte, presenta constantes variaciones o altibajos. Si atendemos a los predecesores de Isabel I, su abuelo, Alexéi Mijáilovich, preveía la pena de muerte en cincuenta casos y su padre, Pedro I, en doscientos recogidos en los artículos de las Ordenanzas Castrenses. Sin embargo, Isabel Petrovna, pese a no eliminar los artículos de sus antecesores, no llegaría a aplicarlos en ninguno de los casos. La zarina haría voto el día de su coronación de no ejecutar a nadie, y así mantendría su palabra durante los veinte años que duraría su reinado. Ha de ser consciente uno de lo que supuso este suceso en la historia, pues estamos hablando de un régimen absolutista del siglo XVIII y cincuenta años antes de la guillotina jacobina. Con todo, el hecho de abolir esta medida extrema no significa que no se impartiese la violencia. El látigo, los desnarigamientos, las marcas corporales con hierros candentes con la palabra “ladrón” y los perpetuados destierros a Siberia fueron prácticas constantes durante su reinado.
El temprano fallecimiento de la emperatriz, producido durante la Guerra de los siete años, cambiará el rumbo de los acontecimientos y situará en 1762 a su sobrino Pedro III, duque de Holstein-Gottorp, en el trono. Sin embargo, su esposa, Catalina II, le derrocará ese mismo año (y posiblemente asesinará un año después) bajo el apoyo de los sectores políticos y militares opositores a su política. La pena de muerte con esta nueva zarina será reestablecida bajo la excusa de defender a su persona, su trono y su régimen, es decir, para penar delitos políticos.
Durante el reinado de Pablo I, hijo de Catalina II, la pena de muerte sería abolida, no por un cambio de mentalidad, sino por la falta de tribunales militares en los regimientos. Aun así, es menester destacar que el reinado de Elizabeta Petrovna duró veinte años y, el de Pablo I, seis. Respecto al largo periodo del reinado del zar Alejandro I, la pena capital será rehabilitada y aplicada únicamente en casos de crímenes militares en campaña (1812), pero, entre las sombras, se producirán asesinatos anónimos al margen de la ley que no serán recogidos.
Tras la revuelta decembrista de 1825, mismo año en el que el zar Alejandro I fallece, nunca más será suprimida la pena suprema por crímenes de Estado, a excepción de todos aquellos que competieran a los tribunales ordinarios. De 1876 a 1905, época de huelgas, atentados terroristas y consolidación bolchevique, la pena de muerte en Rusia será una excepción. A partir de 1905 hasta 1908, serían ejecutadas 2200 personas (cuarenta y cinco personas al mes).
Una vez derrotado el régimen zarista como consecuencia de la revolución de 1917, el Gobierno Provisional de Lvov y Kerenski, gobierno burgués surgido de la primera fase de febrero de ese mismo año, la eliminaría para, cinco meses después, reestablecerla en caso de delito militar. Ya con los bolcheviques en el poder, y una vez finalizada la segunda fase de la revolución en octubre, volvería a ser abolida y después restituida ocho meses después.
Los bolcheviques, ya pasados a llamarse comunistas, comenzarán una nueva era de ejecuciones. Durante los primeros dieciséis primeros meses rojos, serán fusiladas más de 16000 personas en las veinte gubernias centrales del país, es decir, un equivalente a más de mil personas al mes. Solo en 1920 se abolirá durante tan solo cuatro meses, pero la oficialidad no corresponde con la realidad: los presos de Butyrki declararán, el 5 de mayo de ese mismo año que, en su cárcel, “después de haber firmado el decreto de abolición de la pena de muerte, han sido fusiladas de noche 72 personas”. “Ha sido una ruindad horrorosa”, dirán en el archivo conservado. A partir de entonces, irán haciendo remodelaciones de una pena cada vez mas amplia y miles de personas deshumanizadas recorrerán los alcantarillados del país dirección a campos de trabajo, prisiones o al paredón, al tiempo que se van consumiendo entre unos focos que no les permitirán ver la luz del sol en veinte años.
El reinado de Elizabeta Petrovna fue, con creces, una época de notable progreso en un país completamente atrasado, en donde la vida carecía de valor. El pueblo ruso firmó su propia sentencia de muerte en el momento en el que decidió derrocar un régimen tiránico para adentrarse en las entrañas de otro desconocido que resultaría ser, con diferencia, infinitamente más sanguinario.