Nacionalismos de todo por la pasta
«El nacionalismo de Todo por la Patria suele ser, también, de Todo por la Pasta»
Una vez más, no, el problema de España no es Vox, siendo obviamente un problema puesto que amenaza los fundamentos de la democracia liberal con un proyecto ideológico regresivo. De hecho, todo el arco parlamentario, incluyendo al PP, considera que Vox es una fuerza iliberal, nacionalista, involutiva y populista, a la que por tanto querrían no tener dentro de los gobiernos. Vox está, en definitiva, bien identificado. El auténtico problema es lo que sucede con partidos como Esquerra y Bildu, a los que el presidente ha vuelto a situar una vez más en la alianza progresista que pilota el país. Y nada se racionalizará en tanto no se establezca con claridad, como con Vox, que son partidos iliberales, nacionalistas y populistas, en su caso además con un pasado delictivo por terrorismo y por sedición al orden constitucional, y por tanto, hasta ahora, un peligro más constatable para la convivencia de los españoles.
La mera hipótesis de Bildu y Esquerra como referentes del progreso en España, como acaba de plantear Sánchez, resulta grotesca.
El agujero negro no es tener a un partido retronacionalista español bien identificado como Vox, sino llevar años blanqueando otros nacionalismos como Bildu y Esquerra, o partidos más matizados como PNV o la vieja Convergencia, aunque éste dilapidase toda el patrimonio de respetabilidad con Puigdemont. A todos ellos, sí, les asignan credenciales progresistas. En el Gobierno hay ministros no ya como Subirats, directamente comprometido con el golpe del 1-O, sino el propio Iceta, dispuestos a ejercer de vestales de ese relato que nutre la asimetría impúdica que Bolaños ha vuelto a abanderar en nombre de Moncloa. Todo a la izquierda es intrínsecamente bueno… y después se sorprenden de la polarización galopante.
Claro que es un buen negocio.
Otro Día de la Patria Vasca para sentir vergüenza ante los discursos peneuvistas. Nada nuevo bajo el sol de Euskadi. El nacionalismo de Dios y leyes viejas es lo que es. Incluso sin tener como padre de la patria a Sabino Arana, el carlista enajenado que puso las bases de ese partido racista e iliberal, al PNV se le ven las costuras en estas kermeses. Claro que pueden darle una pátina de modernidad a su discurso, pero la seda no oculta la condición del primate. Naturalmente a sus socios en el pack progresista de la mayoría gubernamental todo lo dicho allí les resulta natural. Ninguna objeción.
Ortuzar identificó a Euskadi con Ucrania o Sahara. No es fácil evitar la carcajada, como sucede cuando la inmoralidad se convierte en caricatura por exceso. El País Vasco es una comunidad muy rica en un continente rico, con plenas libertades salvo las que restan los abertzales, más autonomía que cualquier otra región europea, e incluso con fueros premodernos para mantener privilegios que desafían el principio de igualdad. ¿Y ahora son como los saharauies del campamento de Tinduf o los refugiados que huyen de la masacre dictada por Putin? Seguramente excitado por la referencia Zelenski a Guernica, hasta Urkullu volvió a reclamar la responsabilidad del ejército franquista… ¿Pero a qué Gobierno franquista se la reclaman? ¿Tal vez hay que reclamar al Gobierno vasco los desperfectos de las guerras carlistas? El nacionalismo es la (mala) broma infinita.
Por supuesto Zelenski escogió Guernica como icono global por el cuadro de Picasso, encargo del Gobierno de España, pero bombardeos semejantes hubo por todo el país, particularmente similar en el caso de Jaén. La Desbandá de Málaga supone un episodio mucho más extremo. Pero el victimismo, como sostiene muy certeramente Tzvetan Todorov, es la materia prima del nacionalismo.
Frente a los refugiados de Ucrania o Sahara, cuyo sufrimiento es terrible, de Euskadi sólo han salido significativamente quienes se sentían amenazados por la extorsión de ETA, esos con los que finalmente el PNV compartía proyecto político. Así lo explicaba Arzallus con la recordada frase que consigna HB en las actas de una reunión conjunta de 1990: «No conozco ningún pueblo que haya alcanzado su liberación sin que unos arreen y otros discutan; unos sacudan el árbol sin romperlo para que caigan las nueces, y otros las recogen para repartirlas». El PNV siempre estuvo para recoger las nueces. Ahora están inquietos por la proximidad de Bildu, cada vez más popular entre los jóvenes, con los socialistas. Es el momento, según Egibar, de unirse PNV y Bildu para pactar con Sánchez el derecho a decidir.
Sánchez sabe cómo se sumó el PNV a su moción contra Rajoy tras haber exprimido varios miles de millones en el pacto presupuestario; y sabe que sucederá lo contrario si esto deja de ser un buen negocio.
De la categoría a la anécdota: el PNV, por supuesto, ayer optó por no hacerse eco a lo largo de la mañana sobre el escándalo de Rubiales y Piqué. Nada. Tampoco bocazas habituales como Echenique o Rufián, que no fallan nunca. Ni siquiera Adriana Lastra. Todo el ruido lógico por los comisionistas de las mascarillas de Madrid se convirtió en silencio ante el escándalo de estos comisionistas. Nada sorprendente. Lo que caracteriza a esa mayoría progresista es saber que están en el lado correcto de la Historia.
«El ejército desarmado de Cataluña», que es el Barça según la definición de Vázquez Montalbán, siempre ha sido un instrumento clave del nacionalismo catalán. Y ha contado, por tanto, con protección. Los audios de Luis Rubiales y Piqué –Geri y Rubi, una pareja para la historia de la golfería nacional– repugnan por su expresividad tabernaria y por la frivolidad con que despachan millones; pero el nacionalismo catalán siempre ha contado con los futbolistas culés como primera línea. Así Xavi, el tipo que elogiaba Qatar pero denunciaba que España no es una democracia, o Guardiola, un propagandista sin escrúpulos que usaba las ruedas de prensa de su club en Reino Unido para hacer campaña por el 1-O difundiendo mentiras sobre España a través de medios con escaso conocimiento y sin ninguna perspectiva crítica. Siempre se han sabido protegidos, bajo la lógica de «uno de los nuestros», ejerciendo como cuerpo de élite muy bien gratificado.
El nacionalismo de Todo por la Patria suele ser, también, de Todo por la Pasta.