Maduro y Podemos
«Podemos es lo que es y Maduro es lo que es; ambos lacayos de una ideología sin sentido»
Maduro, el dictador de Venezuela, explota la tierra, empobrece a los labriegos, se apropia de las reservas y agrede a la disidencia. Suena a discurso antifacista, y lo es. Las teocracias, el jefe se cree dios, resultan parejas en los gobiernos comunistas y fascistas. Aquí, en los lares españoles, contamos con dos formaciones hermanadas, Vox y Podemos. Cuesta discernir quién resulta más prehistórico, Abascal o el que lidera Podemos.
Ignoramos quién lidera Podemos. Podría ser una inteligencia artificial, dejando solo artificial.
Los podemitas andan a navajazos familiares. Podemos se desangra en luchas intestinas y estériles. El Gran Hermano Pablo Iglesias ha obrado el milagro de la división de los peces y el vino. Andan los alegres muchachos de Podemos ebrios de un poder que se perderá inexorablemente. Ahora parece que van a apoyar, solo parece, a la suma sacerdotisa Yolanda Díaz. Es la primera vez en democracia que un exdirigente, Pablo Iglesias, mantiene una cuota de poder elevada. Pero claro, los podemitas desconocen la democracia interna, lo que sucede en todos los partidos, salvo en algunos territorios, en el PSOE de Madrid sin ir más lejos.
Procesaron a Iglesias por financiación ilegal. En la hoguera de lo público no se puede ni se debe quemar a un procesado, sea quien sea. La presunción de inocencia exige que se espere, a la culpabilidad acaso. A esta pandilla, que andan con los ojos y los corazones morados, no se le encontraron cuentas secretas.
Cosa distinta es que el gurú podemita, Monedero, haya cobrado un dinero exagerado por un papelito sin fuste intelectual. Está en su derecho, son las reglas del mercado que tanto desprecia. A Monedero le pagó Nicolás Maduro, un asesino, mala gente que camina y va apestando la vida.
Este tipejo –no pido perdón por expresión, se la merece– ahora se llama amiguito del alma de los Estados Unidos. Lleva años de la vida ficticia, la presidencia, atacando a Estados Unidos. En este mundo todo se acepta, incluso lo que es normal en el tiempo largo. Al emérito le acusaron de utilizar un lenguaje bonachón en Galicia. La clase política desafecta lo puso a caer de un guindo. Los mercenarios del voto, podemitas, y los primos de la liquidación, han olvidado que el emérito gastó la misma cordialidad y lenguaje para traernos la democracia. Que se partió el cuero en aras de la reconciliación nacional, el activo de la transición y de sus políticos, y el de los que tenemos memoria.
La realidad exige análisis, no se produce la evidencia al contemplar un objeto simple o una puesta de sol por mucho que huela a tigre. La realidad tiene variantes e interpretaciones, la matemática donde dos más dos no siempre es igual a uno. Sin embargo, el encadenado, el encerrado en una cárcel injusta, merece solidaridad y la condena hacia el verdugo. El hecho, la condena, diferencia a los demócratas de los autocráticos, y, en especial, distingue a la gente con moral de la gentecilla que anda de paso o contemporiza. Aquí tenemos manadas por desgracia.
El silencio es aquiescencia decía Unamuno cargado de razón. Los podemitas y personajes de tal laya, al no sancionar a Maduro, a Putin y a los demás, enarbolan un discurso ultramontano.
¡Gloria a Ucrania!
Se han escrito ríos de tinta sobre la vinculación de Maduro y Podemos. Se ha acusado a Podemos, a veces sin razón, de escatología. Utilicen el término en su definición teologal o en la otra. En la balanza moral no hay agujeros negros ni dudas. Podemos es lo que es y Maduro es lo que es; ambos lacayos de una ideología sin sentido. La denuncia permanente nos salva de ellos, la estricta munición de lo escrito, lo que no se lleva el viento.
Votar a los podemitas es igual que votar a Maduro, es lo mismo que asfixiar a un trabajador venezolano. Maduro le ha robado el jornal para entregárselo a Podemos, y a los monigotes de escarcha.
Se echa de menos un discurso unitario en la oposición venezolana, un tronco que la ramifique. Lo encontrarán, no hay más salidas para Venezuela.