THE OBJECTIVE
Victoria Carvajal

Más allá de la política de parches

«La guerra ha agudizado muchos problemas que ya aquejaban a Europa»

Opinión
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Más allá de la política de parches

El presidente francés, Emmanuel Macron, saluda a la comisaria europea, Ursula von der Leyen. | Julien Mattia (EP)

100 días de dolor y destrucción. 100 días que han sacudido algunos cimientos de la Unión Europea y acelerado su siempre accidentada construcción. La invasión rusa de Ucrania ha puesto a prueba la capacidad europea de dar una respuesta militar, económica y humanitaria a la mayor agresión militar sufrida en territorio europeo desde la II Guerra Mundial. La Europa que fue capaz de acordar a pocas horas de empezar la guerra las sanciones más severas jamás aplicadas a una gran economía, anda desde entonces parcheando nuevas medidas contra una Rusia que resiste económicamente gracias al aumento de los precios del petróleo y del gas. Aun vendiendo menos, Moscú percibe más ingresos. Mientras los 27 estados miembro se rompían la cabeza para acordar un embargo parcial del crudo ruso, Moscú añadía esta semana a Dinamarca a su lista de países europeos a los que ha cortado el gas. Los otros son Polonia y Bulgaria. 

La guerra ha agudizado muchos problemas que ya aquejaban a Europa. Los precios de la energía y otras materias primas, que ya estaban fuertemente presionados por la incapacidad de la oferta para hacer frente a una desatada demanda de bienes y servicios tras salir el mundo de lo peor de la pandemia, se han disparado a cotas insoportables que están obligando a los gobiernos a hacer malabarismos para contenerlos. También ha puesto en evidencia los graves errores cometidos en la política energética europea, en especial la del Gobierno alemán, rehén ahora del suministro de gas ruso. El fin último es conseguir una autonomía energética basada en fuentes de producción renovables. Pero el camino será tortuoso. Las dificultades para pisar el acelerador de la transición hacia energías más verdes, debido a la escasez de materiales para construir las infraestructuras, ha supuesto un parón en esta transformación y resucitado la energía nuclear e incluso el carbón. La agresión rusa también ha obligado a la UE a repensar la política de defensa común y ha reforzado la alianza con EEUU, como demuestra el deseo de incorporación en la organización atlántica de los hasta ahora neutrales Suecia y Finlandia.

Volviendo al petróleo y el gas. Mientras que Europa ha tardado más de tres meses en decidir un recorte de sus importaciones de petróleo ruso, por las que ha pagado 20.000 millones de euros desde que empezó la invasión, sólo el aumento de su precio en los mercados internacionales permitirá a Moscú aumentar su recaudación de impuestos por consumo en lo que va de año en unos 180.000 millones de euros, según los datos de la consultora del sector Rystad Energy. No importa si se reduce el volumen exportado, los ingresos suben 45%y 181% con respecto a 2021 y 2020, respectivamente. La UE reduce en dos tercios el consumo del petróleo de origen ruso y no la totalidad porque la prohibición deja fuera el crudo que se suministra por el oleoducto que conecta Rusia con la Hungría de Viktor Orbán, afín a Putin, a Eslovaquia y a la República Checa, todas ellas economías totalmente dependientes del crudo y los carburantes rusos.

Y con respecto al gas: el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, cifraba en 35.000 millones de euros la cantidad pagada por la UE por sus importaciones de gas desde el inicio de la guerra. Esta cantidad, sumada a las importaciones de crudo, palidece frente a los 4.100 millones de euros que suman las ayudas aprobadas por la UE para ayudar a Ucrania a  aliviar los efectos de la guerra en su economía. La aplicación de medidas más severas ha estado en este tiempo limitada por la alta dependencia de Europa de la energía procedente de Rusia. Cabe recordar que el 41% del consumo de gas en la UE, el 36,5% del petróleo y el 20% de carbón fueron suministrados por el país agresor en 2020, según la oficina europea de estadística. 

De forma que la decisión más contundente: cortar la importación de gas y petróleo rusos se ha ido retrasando en favor de medidas a modo de parches. El embargo parcial ahora forma parte del sexto paquete de sanciones aplicado por Bruselas para castigar al régimen de Putin. Veremos si surten el efecto deseado. El anuncio reciente de Arabia Saudí, el principal productor de la OPEP, de aumentar la exportación, puede ayudar a amortiguar la subida de los precios y ayudar a la sustitución del petróleo ruso.

El aumento de los precios hasta ahora ayuda de hecho a Rusia a amortiguar la caída de su PIB. El FMI la limita al 8,7% en 2022, muy por debajo de los peores augurios que la situaban entre el 15% y el 20% a principios del conflicto. Para un país en guerra y supuestamente económicamente aislado, es un retroceso bastante modesto. A falta del embargo total, los consumidores de la UE seguirán financiando la repulsiva guerra que Putin ha declarado a Ucrania. ¿Qué otros instrumentos hay para limitar los ingresos que Rusia obtiene de la venta de sus combustibles fósiles? En el caso del petróleo, la medida adoptada aunque no es completa, aspira a limitar al 10% las importaciones de crudo a final de año. La importación del carbón se suspende totalmente a partir de agosto. ¿Y el gas? Cada vez hay más economistas partidarios de la imposición de aranceles como la mejor solución. No exenta de riesgos. 

A diferencia del petróleo, que lo puede hacer por mar, diversificar su exportación, es decir; buscar compradores alternativos, es mucho más difícil en el caso del gas. Su suministro ligado a unas infraestructuras físicas y fijas como son los gasoductos. Europa puede usar esa debilidad en su beneficio. En una reciente encuesta elaborada por la London School of Economics tres cuartos de los expertos consultados se mostraron a favor de imponer aranceles. Y de esa mayoría, muchos expresaron su preocupación por la dificultad de encontrar fuentes alternativas de suministro en el caso extremo de que Rusia suspendiera sus exportaciones. Pero por las mismas razones no es evidente que Moscú tome esa decisión. ¿A quién vendería el gas a falta de infraestructuras? ¿A qué precio nada competitivo si tiene que licuarlo para transportarlo? ¿Qué pérdidas estaría dispuesta a asumir?

¿Por qué un arancel puede ser un arma más eficaz que un embargo parcheado? Es un impuesto cuyo pago le va a ser difícil eludir a Rusia. No tiene un mercado alternativo para vender su gas y a falta de establecerlo, con la inversión en infraestructuras y el tiempo que ello entraña, es previsible que mantenga sus exportaciones a Europa. En plena guerra necesita los ingresos que le permitan seguir financiando su maquinaria de guerra. Por otro lado, los ingresos extra obtenidos por el arancel que imponga la UE al gas ruso pueden servir para financiar programas de ayuda directa a los sectores más afectados por la subida de los precios de la energía, familias más vulnerables y los sectores estratégicos más afectados por la subida del precio de la energía: el transporte, la pesca, la agricultura y las industrias intensivas en el consumo de energía. E incluso ayudar a financiar la acogida de los refugiados ucranianos y dotar de recursos a la reconstrucción del país agredido. 

Los aranceles pueden ser una medida que vaya más allá de la política de parches en la que parece haberse instalado Europa tras la admirable unión y contundencia de la respuesta inicial. Ojalá que la prolongación aparentemente inevitable de esta dolorosa guerra no le haga perder ese impulso inicial y sepa renovar su firmeza. El desafío es enorme. Una guerra de desgaste puede desgastar también el apoyo social a unos gobiernos que mantienen la presión sobre Putin pese al deterioro de las previsiones de crecimiento y el aumento de los desequilibrios. Hoy es el encarecmiento de la energía que eleva la inflación a tasas insoportables. Mañana será la presión migratoria desde los países que ya empiezan a sufrir la escasez de trigo ucraniano. El dictador ruso tiene varios ases en su manga antes de dar la partida por perdida.

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