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Pablo de Lora

Eco-ansiosos: la politización de la eutanasia

«Una forma política de ‘eutanasia’ tiene como consecuencia que el opositor político resultaría eliminado por el poder a petición del disidente mismo»

Opinión
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Eco-ansiosos: la politización de la eutanasia

Marcha ecologista en París. | Europa Press

El auxilio eutanásico al suicidio está despenalizado en Canadá desde el año 2016. En 2017 Howard Breen, un miembro muy activo de «Extinction Rebellion», fue diagnosticado de «eco-ansiedad» (eco-anxiety) y «depresión relacionada con la bio-esfera» (biosphere-related depression). Ninguna de las dos constituyen patologías mentales asumidas y descritas como tales por las sociedades científicas relevantes y el programa canadiense competente para autorizar la ayuda médica en el morir (el MAiD o Medical Assistance in Dying) no ha aceptado de momento la solicitud de Breen. Su médico de cabecera, su familia y algunos juristas canadienses sostienen que, más pronto que tarde, estas condiciones mentales habrán de incluirse como indicaciones para la práctica de la eutanasia. El Gobierno canadiense prevé hacerlo, como condición suficiente para aceptar la administración de la eutanasia, a partir de 2023. Breen, por su parte, luciendo su camiseta «Rebel for life» (Rebelde o rebélate por la vida), afirma en una entrevista que él no tiene una «enfermedad terminal» sino un «planeta en condición terminal»; que no tiene miedo de «morir para salvar el planeta» (sic), aunque cuando hizo su petición, en febrero de 2021, sí declaró estar preocupado porque «le pillara» el COVID o bien el propio cambio climático. 

Si a Breen le angustia la extinción futura pero no la suya propia de manera inmediata: ¿qué sentido tiene su angustia? Si a Breen le pudiera resultar tan desasosegante la parsimonia frente a la emergencia climática como para instarnos a todos a que sigamos su ejemplo, «la eco-ansiedad y la depresión relacionada con la bio-esfera» sería finalmente la causa inmediata de nuestra extinción y no la falta de «descarbonización» de nuestra economía. Cuando la llamada «Generación Z» (Gen Z) se plantea no tener hijos porque también les aflige la «eco-angustia»: ¿no estarán ellos mismos provocando la extinción por falta de reproducción de la especie? No les importara tanto la extinción de la humanidad entonces. «Extinction Rebellion» debería pasar a llamarse «Extinction Generation».

Cuando pensamos en la posible eutanasia a Breen es inevitable cuestionar que no se calibre la racionalidad interna que gobierna la decisión del paciente, lo consistente que pueda ser la solicitud de ser ayudado a morir. Entre otras razones porque esas posibles quiebras de la racionalidad pueden ser indicadores de falta de competencia, lo que debería excluir la administración de la eutanasia por razones basadas en la autonomía del paciente.   

Pero en supuestos como el de Howard Breen, es difícil resistirse a la conclusión de que, con su muerte asistida, pública y publicitada, canalizada a través de protocolos y procedimientos administrativos y ejecutada por personal sanitario oficialmente acreditado, Breen está embarcado en una suerte de «eutanasia política o ideológica» para la que el Estado canadiense resultaría absolutamente instrumental para sus afanes de redención o ejemplo sacrificial. Un poco al modo en el que Roma lo fue para que Dios, Jesucristo mediante (o viceversa), desplegara su buena nueva. 

La psicoterapeuta británica Carolyn Hickman miembro de Climate Psychology Alliance no lo ha podido decir con mayor claridad: sería un enorme error creer que la eco-ansiedad la causa el curso de las catástrofes que brinda la naturaleza: es la indolencia de los demás, en particular de los «poderosos», de los gobiernos a la hora de actuar lo que produce la angustia de gentes como Breen.

Piensen en el paradójico laberinto en el que el Estado – un Estado, por cierto, al que se encomienda la garantía del derecho a la vida, la integridad física, la asistencia sanitaria etc. – se encontraría al convertirse en ejecutor de aquellos que sienten angustia porque el propio Estado no hace aquello que estiman debe hacer. Así, la sanidad pública ayudaría a morir a los que sufren «angustia embrionaria» (no prohibimos prácticas de reproducción humana asistida que generan embriones congelados); «angustia tecnológica» (la de quienes sufren ante nuestra tardanza en destruir toda posibilidad que conlleve en un futuro disponer de inteligencia artificial); «angustia queer» (la de las personas trans que no acaban de lograr los anhelados cambios institucionales que garanticen los que consideran sus derechos a la identidad de género); al cabo, cualquier angustia derivada de que nuestras preferencias políticas no logran plasmarse en el modo en el que tenemos por absolutamente necesario y urgente. Angustia, finalmente, por tener que vivir con los diferentes, en una sociedad caracterizada por la diversidad filosófica, ideológica, religiosa.

Una forma política de «eutanasia» tiene como consecuencia que el opositor político resultaría eliminado por el poder a petición del disidente mismo. Maquiavelo y Hobbes deben estar removiéndose en sus tumbas ante la perspectiva de que prosperen planteamientos como el de Howard Breen.

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