Andalucía marca el rumbo
«Moreno podría haber mirado hacia la derecha, como hizo Ayuso en Madrid, pero ha preferido explorar la vía opuesta»
La derecha se juega buena parte de su futuro el próximo domingo en Andalucía; la izquierda, también. En ese juego de equilibrios que es el poder, las autonomías están marcando el rumbo del Estado. Con el País Vasco y Cataluña perdidos para los populares, y Madrid y Galicia como tradicionales bastiones, la pregunta se centra ahora en Andalucía y, dentro de unos meses, en Valencia y Castilla la Mancha. Andalucía «la roja», de momento, parece haber dicho adiós al PSOE en clave nacional. Porque, por su peso electoral, no es solo una autonomía –aunque no deje de serlo.
Juanma Moreno llegó al Palacio de San Telmo sin despertar grandes expectativas, como un dirigente en apariencia gris para tiempos muy poco aburridos. Sin embargo, con su habilidad senequista ha sabido ganarse a unas clases medias urbanas a las que la retórica socialista ya no convencía, por razones internas –el desastre de gestión del socialismo andaluz en los últimos cuarenta años– y por razones externas –el pacto del sanchismo con los nacionalismos periféricos–. Habla mucho de la astucia de Juanma Moreno su capacidad de trazar una línea divisoria entre la volubilidad de Sánchez en La Moncloa –que ya no aporta votos, sino que los resta, y a quien achaca todos los males del país– y la recuperación económica en Andalucía, que ha sabido capitalizar en primera línea. Moreno podría haber mirado hacia la derecha, como hizo Ayuso en Madrid, pero ha preferido explorar la vía opuesta en una comunidad tradicionalmente de izquierdas: explotar el centrismo para canibalizar primero a Cs y erosionar a continuación a un PSOE desorientado. El coste del movimiento hacia el centro es dejar abierto el flanco de la derecha y Vox lo ha querido aprovechar con una doble apuesta: el voto de izquierdas en la Andalucía rural y, con una candidata de tanta proyección como Macarena Olona, la baza nacional. ¿Cuáles son los límites reales del partido de Abascal? Nadie lo sabe, aunque el domingo sin duda saldrán a luz. Sin unos buenos resultados en Andalucía, difícilmente se podrá hablar de la posición dominante del PP de Feijóo. En Andalucía se juega parte del futuro de Sánchez, pero también se pone a prueba el ecosistema de la derecha en estos próximos años.
Se dice que el poder y el dinero unen y que la falta de poder o de dinero desune. A Sánchez le sobra el dinero con los fondos europeos, pero la aritmética del poder empieza a volverse en su contra. Lo que no parecía posible hace un año –su salida de la Moncloa– empiezan a darlo ya por descontado los mercados. La última clave quizás resida en la previsible crisis económica que se espera pasado el verano, una vez que la subida de tipos, la alta inflación y el desgaste de la guerra tensen al máximo la recuperación post-covid. He insistido muchas veces en que el activo principal del PP en el imaginario colectivo de los españoles radica, desde tiempos de Aznar, en el manejo de la economía; y Feijóo, consciente de ello, ha buscado reforzar desde el primer momento su perfil de hombre tranquilo, de estadista fiable frente a las contradicciones y la inestabilidad del actual Gobierno. La política consiste también en expectativas.
Y las expectativas pueden jugar a favor o en contra del PP en Andalucía. Porque puede suceder sencillamente que las elecciones respondan a unas encuestas que dan como ganador a Moreno o que arrojen un resultado mucho más fracturado del que ahora se prevé, con lo que ello implicaría de victoria parcial para los populares. Es decir, relativa. Es decir, incierta.
Feijóo anhela mayorías suficientes como para depender lo mínimo de su ala derecha. Y eso quizás no sea tan sencillo. Andalucía pronto nos ofrecerá más pistas.