Sobre puros e intereses oscuros
«Las palabras del presidente Sánchez preparan el camino a un relato por venir, donde unos poderosos, con puro o sin él, alimentan una estrategia ganadora contra un gobierno»
Habrá que comenzar felicitándonos por el éxito que ha supuesto la cumbre de la OTAN para España y nuestra imagen exterior. También habrá que felicitar al Gobierno por el papel desempeñado la semana pasada en un encuentro que marca una nueva época para la Alianza Atlántica. Parece que esa es la única noticia de la que se nos permite hablar. O eso nos quiso transmitir la ministra María Jesús Montero en una comparecencia en la que sacó a pasear esa vieja estrategia comunicativa del «no hablemos de los problemas y desaparecerán» para no responder sobre las cifras de la galopante inflación que padecemos. A José Luis Rodríguez Zapatero le sirvió para ganar unas elecciones y para destrozar al país por el camino de parches contraproducentes. En fin. Se repiten los mismos errores sin intención de enmienda.
Mientras tanto, Pedro Sánchez nos ha dado algún que otro titular que nos debe alarmar. No podemos normalizar que un presidente del gobierno se dedique a azuzar teorías de la conspiración, por muy blandas o irrisorias que estas sean. Porque, en el fondo, eso fue lo que hizo al señalar en la Cadena SER – dejaremos para otro día la pluralidad de los medios visitados por el presidente- que son «un Gobierno muy incómodo y molesto para una serie de poderes ocultos en nuestro país que tienen intereses oscuros». O, como siguió desarrollando, los partidos de la derecha no son autónomos y se venden a intereses de una minoría poderosa y peligrosa. Unos días antes había disparado, en La Sexta – no puede ser casualidad el perfil- contra «los cenáculos de la típica villa de Madrid, de los señores con puros, que se juntan». Es interesante que diga todo esto quien ha establecido una simbiosis económica-política con Joseph Oughourlian a través del fondo de inversión Amber Capital. Que tiene efectos directos sobre la gobernanza del país. Quizá este tipo de intereses son diferentes, porque defienden el progreso y la dignidad de la gente.
«Las teorías de la conspiración son peligrosas porque, lanzada una, su recorrido siempre es independiente y emancipado»
Sánchez ha subido unos cuantos decibelios la conversación pública señalando un complot contra él y su gobierno de coalición. Y, no olvidemos, el verbo que adornaba estas oscuridades era derrocar. No es una palabra elegida al azar porque conecta con el golpismo de toda la vida. Las teorías de la conspiración son peligrosas porque, lanzada una, su recorrido siempre es independiente y emancipado. Siempre terminan generando monstruos ingobernables. Que se lo digan a los dirigentes del Partido Popular que coquetearon con las teorías de la conspiración sobre los agujeros negros del atentado terrorista de Madrid de 2004. Les costó escapar de la larga estela que se había ido creando en los márgenes de su actividad. Y puede que lo pagaran caro, con años de larga travesía en la oposición. Porque las teorías de la conspiración son como las bolas de nieve. Ruedan y ruedan y, en poco tiempo, se pueden convertir en un alud incontrolable.
Debe ir muy mal la demoscopia para comenzar a jugar esta baza. También estas declaraciones son alarmantes porque las palabras del presidente Sánchez preparan el camino a un relato por venir, donde unos poderosos, con puro o sin él, alimentan una estrategia ganadora contra un gobierno. Imaginen las conclusiones que pueden sacar los seguidores socialistas en caso de perder las próximas elecciones generales. La deslegitimación de los resultados se asienta en intervenciones tan irresponsables como temerarias. Lo hizo antes Donald Trump, aunque los augures especializados en los trumpismos patrios no se hayan dado por enterados de la similitud de estilos en esta ocasión. Y, por el momento, sabemos que la película acabó con escenas dantescas en el Capitolio. El humo de los puros no se traga, pero se termina absorbiendo lentamente por la boca.