Feijóo heredará un campo de minas
El neopopulismo del Gobierno reduce sus expectativas electorales pero dificulta que su sucesor pueda gobernar
Las últimas medidas del Gobierno, anunciadas en el debate sobre el estado de la nación, incluyeron nuevos impuestos a empresas de energía y financieras. Lo más curioso es que su anuncio ha provocado pérdidas mucho más cuantiosas en la cotización de las acciones de esas empresas. En el caso de los bancos, el nuevo impuesto a sus supuestos beneficios extraordinarios esperaba recaudar 3.000 millones aunque, de hecho, no recaudará más de 600 millones de euros y quizá, muchos menos. Pero, sin embargo, su anuncio ha provocado pérdidas 27 a 35 veces más grandes a accionistas, clientes y empleados de banca. Tan sólo el valor de las acciones cayó entre 8.000 y 10.500 millones.
¿Por qué esta enorme diferencia entre los recursos que el Gobierno pretendía redistribuir y la pérdida sufrida por los bancos? La razón es que la Bolsa no sólo descuenta el impacto de una política concreta, como es ese impuesto extraordinario, cuyo importe es relativamente menor. Los inversores también evalúan expectativas: valoran, en especial, qué nos dice sobre el futuro el hecho de que el Gobierno haya adoptado hoy una determinada política.
Los inversores temen, en especial, que estas ocurrencias improvisadas sean sólo un aperitivo de las que el Gobierno adoptará en los próximos meses. Sabemos cómo ha gobernado Sánchez durante la pandemia, abusando sin escrúpulo alguno de la urgencia para reforzar sus débiles poderes. Lo que temen los inversores es que intente repetir la misma jugada, ya sea aprovechando la persistencia de la inflación o la probable crisis energética del próximo invierno. Descuentan, en especial, nuevos ataques a nuestra maltrecha seguridad jurídica, agravados tras constatar la ineptitud e impotencia de las autoridades europeas, dispuestas a contemporizar con la inflación para que no peligre a corto plazo la endeble unidad política de la UE.
«Cuanto más peligra el poder para Sánchez, más dispuesto se nos muestra a huir hacia adelante»
Junto al creciente populismo de Sánchez, refuerzan esos temores su renovado asalto a la independencia judicial y su amenaza de «ir a por todas». Escribía aquí Álvaro Nieto la semana pasada que Sánchez «ha decidido morir matando». Es un juicio optimista, pues, cuanto más peligra su poder, más dispuesto se nos muestra a huir hacia adelante. Lejos de suicidarse, apuesta por conservar su poder, al precio que sea. Lo grave es que, como ha sucedido con la Covid y la invasión de Ucrania, los próximos meses pueden proporcionarle muchas excusas para acelerar su espiral populista.
Aunque hoy por hoy parezca improbable, no descarten que logre retener el poder. Pero, en todo caso, las perspectivas son igual de malas, o incluso peores, si lo pierde, pues dejará nuestra arena política completamente minada.
«Cerramos el año 2021 con un déficit del 6,8% del PIB, y se estima que esa cifra sólo se reduzca al 5,5 % en 2022»
Minada no sólo por un déficit y una deuda públicos inviables. Cierto que el Banco Central Europeo (BCE) está siendo cauto al elevar el tipo de interés y que el pasado jueves aprobó un «mecanismo antifragmentación» (TPI, Transmission Protection Instrument) mediante el cual, si los tribunales no dicen lo contrario, podrá seguir comprando deuda de países que por sí solos son insolventes, como España, para evitar que hayan de pagar tipos de interés prohibitivos. Pero desde enero de 2024, esas compras de deuda exigirán unas condiciones que hoy por hoy estamos muy lejos de cumplir, como la de mantener el déficit público por debajo del 3 % del PIB.
Peor aún: es de prever que estemos aún más lejos de cumplirlas cuando, más o menos por esas mismas fechas, tome posesión el nuevo Gobierno, incluso si las instituciones europeas acaban por aliviar esa restricción del 3 %. Observe que cerramos el año 2021 con un déficit del 6,8% del PIB; y que el panel de 18 analistas encuestados por Funcas estima que esa cifra sólo se reduzca al 5,5 % en 2022, por lo que parece optimista su previsión promedio de que para 2023 bajará al 4,8 %, máxime cuando el propio Gobierno estima que se situará en el 3,9 %.
A esta trampa macroeconómica y fiscal, hay que añadir la creciente red de medidas populistas promulgadas en el terreno microeconómico. Muchas de ellas se han diseñado como permanentes, aun a sabiendas de que son insostenibles, como sucede con el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones. Otras muchas se introdujeron y aún se nos presentan como urgentes y temporales, como las moratorias de desahucios, las subvenciones al transporte o el tope a la actualización de los alquileres; pero es probable que el Gobierno las prorrogue, de modo que sigan vigentes cuando convoque elecciones. Incluso sin una emergencia energética, la inflación ya le proporciona una excusa oportuna. De hecho, no sería raro que, como ha venido sucediendo, la prórroga cuente incluso con el apoyo o la abstención parlamentaria de la mayor parte de la oposición.
«Sánchez dejará el país y, quizá, en cierto modo, al propio PP tan podemizados, que el próximo Gobierno estará tentado a practicar ‘centrismo podemita’»
Desmontar esas medidas será tan necesario para favorecer la estabilidad y el despegue económico como difícil: cada medida concentra fuertes intereses y encierra por ello el potencial de movilizaciones no por minoritarias menos masivas y políticamente explosivas. En algún caso, como el tope a la actualización de alquileres, esas reglas excepcionales se vuelven más valiosas para sus beneficiarios con el simple paso del tiempo, por lo que aumenta su resistencia a eliminarlas. Además, esos beneficiarios suelen ser más numerosos y activos en política que los perjudicados por la medida.
Tras el debate sobre el estado de la nación, circuló la noticia de que el PP celebra[ba] la ‘podemización’ de Sánchez: «Ha renunciado al votante de centroizquierda». Mejor haría el Partido Popular o, al menos, el Sr. Feijóo en pensárselo con calma, porque Sánchez dejará el país y, quizá, en cierto modo, al propio PP tan podemizados que el próximo Gobierno estará tentado a practicar ‘centrismo podemita’. De ser así, dedicaría los dos primeros años de la legislatura a contemporizar y los dos últimos a arrepentirse. Se trata de un error bastante común. Han incurrido en él muchos gobiernos de centro derecha en Argentina y otros países hermanos, esos a los que cada día más nos parecemos.