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Los ERE no son corrupción

«Quien cae en la posición humillante de asumir que el papel del PSOE aquí es el de víctima, ese, sólo puede sobreponerse defendiendo su posición con fiereza»

Opinión
  • Elegí vivir de contar lo que acaece. De todas las ideas sobre cómo debemos convivir, la libertad no me parece la peor.

Se ha publicado la primera sentencia en firme que condena a los autores del mayor caso de saqueo de las cuentas públicas en la historia de España. El PSOE de la Junta de Andalucía creó una maquinaria para desviar un torrente de dinero público (sanidad, educación…) a los bolsillos de una cifra incontable de amigos. 

El presidente del Gobierno no lo ve así: «Están pagando justos por pecadores». Los pecadores son «quienes se aprovecharon de un mecanismo aprobado por el Gobierno y el Parlamento de Andalucía que ayudó a cientos de trabajadores y empresas en momentos de muchísima dificultad». Y los justos son Manuel Chaves y José Antonio Griñán, presidentes de la Junta y presidentes, también, del propio PSOE. 

Es decir, que el PSOE es inocente, y su única responsabilidad es la de haber puesto en marcha un programa de carácter social. Fueron otros, unos cuantos pícaros, quienes sacaron partido de las buenas intenciones de los socialistas. Hay quien comulga con ruedas de molino. Y a quien no le afecta que Sánchez insulte su inteligencia de este modo. Quien cae en la posición humillante de asumir que el papel del PSOE aquí es el de víctima, ese, sólo puede sobreponerse defendiendo su posición con fiereza

El PSOE de Andalucía ideó en 1999 un mecanismo de latrocinio a gran escala. El Estado-de-bienestar-nosotros. La cancamusa consistió en poner en el centro del escenario a empresas en dificultades. El contexto era la crisis industrial de finales de los años 90’, de la que ya no se acuerda nadie. Varias de aquéllas empresas tenían un sinnúmero de trabajadores a punto de quedarse en el paro, sin más esperanza que la de acertar 14 en la quiniela. Se ve que los socialistas asumieron que su Andalucía no era tierra de oportunidades. Al PP de Madrid, ya antes de Isabel Díaz Ayuso, no se le caía de la boca. Ellos no. Y no hay problema creado por los socialistas para el que no propongan una subvención. 

Una vez representado el guiñol, se crea el mecanismo de latrocinio. Crearon un fondo reservado dotado con 741 millones de euros con el objetivo declarado de mantener el empleo de algunas empresas, con subvenciones temporales para mantener a los trabajadores. Pero el grueso del dinero se desvió a un organismo, la Agencia Idea, que no tenía los controles propios de una administración. Actuaba por libre, de forma opaca y arbitraria. Era el paraíso de los políticos. 

«Se ve que los socialistas asumieron que su Andalucía no era tierra de oportunidades»

Chaves y Griñán estuvieron en la concepción, diseño y mantenimiento de esta operación. Los ERE fraudulentos aseguraron una red de fieles, y son parte de una enorme maquinaria de compra de votos. La prueba son los resultados de las últimas elecciones: en cuanto se ha visto que quien tiene el poder y quien maneja la maquinaria es otro partido, los andaluces le han otorgado la mayoría absoluta. Ha sido un mandato de gatopardismo, que Juan Manuel Moreno ha entendido perfectamente. 

Se han escrito no pocos artículos críticos con el saqueo de los fondos públicos por medio de los ERE fraudulentos. Pero todos se quedan cortos. Llaman a eso corrupción, como si la actuación del Estado estuviera motivada por una prístina intención de servicio público, y unos cuantos corrompieran esas intenciones para servir sus propios intereses a costa del dinero de los demás. Y no es así. No es corrupción; es la razón de ser del poder.

La política consiste en la transferencia de renta y riqueza de una parte de la sociedad al poder y a quienes le apoyan. Lo que llamamos corrupción es la base del sistema. Pero es tan brutal que tiene que revestirse con algún ropaje para que podamos mirar al poder sin sentir miedo o vergüenza de nosotros mismos. Y ahí es donde entra en juego las ideologías, casi todas ellas, cuya misión es la justificación del poder, con todas sus atribuciones: mentira, imposición, coacción, violencia. Y robo, que es de lo que se trata. 

4 comentarios
  1. ToniPino

    Un articulo con exceso de liberalismo, para mi gusto. Me cuesta digerir platos con sabores y condimentos tan fuertes. Yo veo la política de otra forma: es favorecer los intereses partidistas, beneficiar a los lobbies y grupos de presión, tomar medidas para sectores determinados de la sociedad y adaptar decisiones para el bien común o el mayor número de personas. Ha habido medidas políticas que a mí me han beneficiado, como estoy seguro que le ha pasado al autor de este artículo.

  2. danif

    Sánchez , según, el artículo de Fernando Cano, lleva aprobados más de 465 millones en publicidad institucional y hasta las elecciones , faltan unos cuantos que irán ampliando el volumen hasta elevarse a una cantidad cercana a los ERES ( y es una parte de la tarta). No creo que de esta suma se quede un euro para su patrimonio personal , pero ¿ no sospecháis que está condicionando la independencia de los medios para evitar las críticas a las deficiencias graves de su gestión y mejorar con ello sus expectativas electorales? .¿ No es parecida su intención a la de los políticos condenados? .Entonces , si aquello era una corrupción ¿ la inversión en medios lo es también? Si por ejemplo El Pais ( y muchos más) hubiera dedicado unas pocas portadas sobre los trajes de Camps a esta corrupción ¿ habrían continuado sentados en la mesas de los recursos públicos?. Pero ¿ cómo van a denunciar a los políticos los que reciben de ellos subvenciones? ¿ No están asegurando, con la defensa de los políticos ,su propio negocio?
    Por eso, una cosa es la corrupción del país y otra la que publica El País , si fuera independiente deberían coincidir.( «La Codorniz» : Donde no ha publicidad, resplandece la verdad).

  3. LuisdeTal

    TheObjetive debería poner una alarma antes de este artículo advirtiendo de su dureza, no debemos desayunarnos con este golpe de realidad sin darnos tiempo a rearmarnos de cinismo.

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