El teatrillo de Sánchez
«A Sánchez tan solo le queda el recurso a su teatrillo, por lo que debemos esperar nuevas y frecuentes representaciones de su sainete»
Lo ha vuelto a hacer, y van ya … ni se sabe el número de veces en las que se ha repetido la función. Esta vez ha sido con motivo de la convalidación del Decreto Ley sobre el ahorro energético. Y Sánchez ha reiterado la representación de su sainete favorito y ha dado la consigna a los suyos para que cada cual representara su papel.
Por su frecuente reiteración, el guion del teatrillo sanchista es harto conocido. El Gobierno prepara y/o elabora una disposición con rango de ley -la que sea- en cuya preparación se aviene a dialogar y/o negociar con el variopinto conjunto de grupos políticos que llevaron a Sánchez al palacio de La Moncloa, En el diálogo y/o negociación, los interlocutores del Gobierno sacan su oportuna tajada para otorgar su apoyo a la nueva disposición. Pero, evidentemente, el elenco de actores de la sanchezería se niega a hablar con el principal partido de la oposición política. Cuando se aproxima el trámite parlamentario de la votación en el Congreso, tras haber pactado con todos menos con él, el Gobierno exige públicamente al Partido Popular ¡cómo no! que apoye la nueva disposición normativa, afirmando que, de no hacerlo, demostraría su irresponsabilidad y su ausencia de sentido de Estado.
Junto a lo anterior, la disposición fabricada por el Gobierno viene a ser una especie de ómnibus en el que junto a las medidas controvertidas se incluyen otras más o menos razonables que, sin hacer daño a nadie, favorecen a una parte significativa de la población. Se pretende así afear la negativa del PP a apoyar la norma ómnibus pues al hacerlo, estaría negando también su apoyo a lo no controvertido. De ese modo, la sanchezería puede afirmar, como hace en estos días, que por negarse a apoyar el ¿plan? de ahorro energético del Gobierno, está negándose a que se abarate para el conjunto de sus usuarios la utilización del tren. Es una treta ciertamente perversa en sus intenciones, pero escandalosamente infantil en su construcción. Los españoles no somos lerdos, y no lo somos por mucho que así lo pretendan los publicistas de Sánchez.
La exigencia pública de la sanchezería para que el PP apoye sus medidas -en realidad, que se adhiera a las mismas- encuentra ¡cómo no! el adecuado eco mediático de la claque sanchista que somete al Partido Popular a una especie de juicio inquisitorial público por no aceptar la adhesión que se le exige. Todo termina con una intervención del propio Sánchez que sin vergüenza alguna, se atreve a calificar al PP de “negacionista” como en esta ocasión ha tenido a bien hacerlo desde Colombia. Tiene bemoles, el que pasará a la Historia por su desafortunada frase: “No es no”, tiene a bien acusar de negacionismo a su rival político. Y ahí se baja el telón hasta la siguiente representación del teatrillo de Sánchez.
La historieta aburre por repetitiva, pero su constante repetición por parte de Sánchez y los suyos induce a pensar que ellos consideran que su mensaje cala en la sociedad y que, consecuentemente, sirve para desgastar al PP y a su líder. Sin embargo, la demoscopia dice lo contrario, pues la unanimidad de las encuestas electorales es más que elocuente y el resultado viene siendo incontestable: los populares suben; los socialistas (y sus socios morados) bajan. En términos objetivos puede afirmarse que, al menos hasta ahora, el grueso de la sociedad española no se cree el teatrillo que escenifican reiteradamente Sánchez y todos aquellos que repiten sus consignas.
¿Cuál es entonces la estrategia de Sánchez? A la vista de su actuación, todo apunta a que confía en que finalmente los españoles acabemos creyéndonos el guion de su teatrillo naif. Es una apuesta arriesgada y cuyo éxito ofrece más que dudas, pues nada hace pensar que si hasta ahora no le hemos creído vayamos a creerle en el futuro. Pero es que, posiblemente, no le quede otra. No puede presumir de los resultados cosechados en términos económicos, tampoco de la variopinta coalición de Gobierno que ha montado. Menos aún de la insensata mayoría parlamentaria que le apoya. Y tras la condena por corruptos a varios dirigentes socialistas, entre ellos a dos ex presidentes del partido, tampoco puede acodarse en la corrupción, pues el espejo le devolvería su propio rostro. Tan solo le queda el recurso a su teatrillo, por lo que debemos esperar nuevas y frecuentes representaciones del sainete de Sánchez.