THE OBJECTIVE
Félix de Azúa

Cabecitas

«Sería más útil a la sociedad dejar que los sanchistas se acaben de freír en su sartén con el aceite hirviendo que se avecina, hasta su pura desaparición»

Notas de un espectador
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Cabecitas

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press

Cuando yo estaba en el colegio y alguien nos insultaba, poníamos las manos sobre la cara con las palmas hacia fuera y repetíamos: «Soy un espejo, soy un espejo». De ese modo, por magia apotropaica, creíamos protegernos del chulo o matón de turno. El bullying, como se ve, es muy antiguo y las técnicas para combatirlo también. Las nuestras eran sencillas y, como las actuales, no tenían la menor efectividad, pero a los niños nos tranquilizaba pensar que el matón quedaba paralizado de terror.

El actual Gobierno de Sánchez ha descubierto esta vieja técnica y, aficionado como es a la ingeniería social, el presidente ha ordenado a sus empleados que la practiquen, en sustitución de la rancia técnica del «y tú más». Otro progreso. De modo que durante toda la semana pasada hemos asistido, entre divertidos y avergonzados, a la técnica del espejo practicada por dos ministros y ocho ministras. ¿Nos acusan de frívolos? Pues somos un espejo. ¿De corruptos? Somos un espejo. ¿De inútiles? Un espejo. ¿De analfabetos? Espejo. ¿Derrochadores? Espejito mágico. ¿Deberíamos estar en la cárcel? Lo mismo. La lista sería interminable y se la ahorro, pero no hay reproche del PP a los sanchistas que no lo hayan reflejado con su espejo mágico los (y las) sanchistas.

Como en nuestra infancia, esa técnica de hechicería tiene unos efectos más bien precarios, lo cual no impide que los medios nacionales de (des)información editen con grandes titulares: «La portavoz del Gobierno dice que Feijóo es…» y aquí viene el insulto especular, dando por supuesto que los insultos de esa señora pelicorta tienen un interés público extraordinario. En realidad, ella no porta ninguna voz, sino que es la voz quien la porta a ella, de modo que tanto la portavoz como todas sus compañeras se limitan a obedecer al jefe. Y es Sánchez quien ha dado la orden de ponerse las manitas delante de la cara con las palmas hacia fuera y repetir: «Soy un espejo, soy un espejo». Sólo de ese modo se explica la unanimidad y la monotonía de las intervenciones.

«El otoño se presenta mucho más chulesco y matón que nunca, pero no por los desdichados actores políticos, sino por las huelgas sindicales, el frío galopante sin calefacción…»

Este ha sido el último o penúltimo entretenimiento del verano. El otoño se presenta mucho más chulesco y matón que nunca, pero no por los desdichados actores políticos, sino por las huelgas sindicales, el frío galopante sin calefacción, las compras reducidas al mínimo en obediencia a los precios usurarios, la ruina de los hipotecados, las condiciones de archipiélago gulag en los colegios e institutos sin calderas y con las ventanas abiertas, el aumento exponencial de la criminalidad, o el arrasamiento de los campos quemados.

La verdad es que, si uno estuviera en la piel del señor Feijóo, Dios no lo permita, no me esforzaría mucho por tomar el poder justamente ahora. Creo que sería más útil a la sociedad dejar que los sanchistas se acaben de freír en su sartén con el aceite hirviendo que se avecina, hasta su pura desaparición. Cualquiera que herede las actuales condiciones del país tiene asegurado el dolor de cabeza para toda la temporada.

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