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Pepa Gea

Yoli Hood de los supermercados

«Si quiere ser la adalid de las causas nobles, igual Yoli Hood debería dejarse de dar vueltas por las empresas y dirigirse a La Moncloa»

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Yoli Hood de los supermercados

El director ejecutivo de Carrefour, Alexandre de Palmas; el ministro de Consumo, Alberto Garzón; y la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, posan a su llegada a una reunión. | Carlos Luján (EP)

Toda una vida llevan los historiadores buscando incansablemente un Robin Hood de carne y hueso y, mire por donde, lo tenemos por aquí. No es hombre, es mujer. No es de Inglaterra, es de Ferrol. Y no tiene una banda de merry men a su alrededor: ella se basta sola y por no tener, no tiene ni partido político.

Es Yoli Hood, un personaje que encarna la justicia de las clases oprimidas columpiándose desde lo alto de un guindo desde donde cada día desafía a la ley de la gravedad, que tarde o temprano la hará tambalear. Dios lo quiera.

Yoli Hood nos quiere llevar a casa una cestita como Caperucita a su abuelita. No tiene gran cosa, pero la balancea feliz en su mano porque cree que se la ha quitado a los ricos. Tiene chocolate blanco, caldo de pollo, sal, harina, galletas, pan de molde y envasados. Canasta, que si de ella dependiera la subsistencia de la anciana, la habría enviado a mejor vida, no sin antes de que la yaya le metiera la cestita a su nieta por la caperuza. Pero qué más da. A Yoli Hood le trae sin cuidado que su contenido sea insano porque gracias a ella se han escrito muchas historias que llevan su nombre y ya nadie le puede quitar la notoriedad en la defensa del pobre. Su dicha es inmensa. Y su ignorancia, también.

Lo que no sabe Yoli Hood, es que el motivo, el motor, que puso en marcha tan noble empresa a su predecesor Robin Hood, fueron los impuestos a la guerra que estaban matando de hambre a la ciudadanía más desfavorecida de la Gran Bretaña de 1381. Y no debe saberlo porque con una inflación del 10,5%, con una recaudación en impuestos de más de 22.000 millones en los últimos siete meses, con un encarecimiento de los productos básicos gravados doblemente, Yoli Hood no ve usura en el Estado: para ella los malos son los ricos que han hecho fortuna con su trabajo.

«La respuesta de Yoli Hood esconde una falta enfermiza del sentido de la realidad para no asumir que, formando parte del Gobierno, la abusadora también es ella»

Como puede observar, su respuesta ante unos abusos cínicamente confundidos, esconde una falta enfermiza del sentido de la realidad para no asumir que, formando parte del Gobierno, la abusadora también es ella.

El impudor con el que lidera la brega por la dignidad del pueblo llano es colosal. Es de primero de Robin Hood saber que es muy descarado ser rico y pobre a la vez. O una cosa u otra. Y lady job Yoli Hood no solo es descarada, también es mezquina.

A nadie se le escapa que el estado con sus impuestos porcentuales se está enriqueciendo cada vez que algo sube su precio. Ni a nadie se le pasa por alto el uso partidista que en la compra de votos se puede hacer con ese dinero, bien dando una ayudita, bien subiendo el salario a los funcionarios acorde a la inflación para que no pierdan poder adquisitivo, o bien actualizando las pensiones con el IPC. Todo eso y más se puede hacer. Pero hoy no, mañana. Cuando estén cerca las urnas.

Ese dinero es obvio que, con la deuda subiendo, anda escondido aguardando su momento. Pero recuerde, Robin Hood daba de comer a los desvalidos a los que dejó varados el afán recaudatorio de sus gobernantes. Así que, si quiere ser la adalid de las causas nobles, igual Yoli Hood debería dejarse de dar vueltas por las empresas y dirigirse a La Moncloa. Igual ahí encuentra al causante de tanto empobrecimiento.

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