Isabel II, DEP: ¡descansemos en paz!
«Los británicos han logrado convertir el entierro en diferido de Isabel II en una temporada completa de ‘The Crown’ con un éxito sin precedentes»
Hay que quitarse el sombrero, o directamente el cráneo a falta de sombrero como sugería Valle Inclán, ante los británicos. Han logrado convertir el entierro en diferido de Isabel II en una temporada completa de The Crown con un éxito sin precedentes de crítica y público. Eso requiere talento colosal.
En realidad, requiere algo más que talento. Se necesita además un público entregado, y a ello ha contribuido al menos en España la actitud de muchos medios, bordeando lo ridículo. Horas y horas de televisión hueca y de radio, kilos y kilos de papel dedicado a dar cobertura babeando con la pomp y circumstance entre detalles de alegres comadres de Windsor. Todo ese superespectáculo tiene lecturas políticas que se ha decidido ignorar, asumiendo la lógica del culto a la personalidad con la Reina de Inglaterra hasta el absurdo.
No es casualidad que durante las madrugadas se haya estado ensayando allí hasta la extenuación para alcanzar una exactitud coreográfica, entre desfile norcoreano e inauguración de Juegos Olímpicos, más allá del mito de la puntualidad británica. La razón es obvia: se trata de un gran teatro, y la coreografía no debe perturbar los efectos escénicos. Puro teatro megalómano. La liturgia genuina acabó en 1910 con el funeral de Eduardo VII. Después se ha utilizado cada vez más como marketing de una grandeza irreal, eso sí, desplegada con tanta inteligencia por su parte como estupidez por parte de otros. Ya se sabe que ambas cosas son necesarias para el éxito.
Reino Unido no es que juegue en la Premier de las Monarquías; es que es aspirante único a la Champions. Son los campeones del poder blando, ese concepto acuñado por Joseph Nye en relaciones internacionales sobre cómo un Estado puede utilizar los medios culturales e ideológicos para reforzar su potencia como actor político en el tablero más allá de los medios diplomáticos. La fuerza cultural sigue catapultando al Reino Unido a un rango en el que no está, y les resulta demasiado fácil que otros les hagan el trabajo.
«El discurso mediático sobre el funeral acaba por suscitar una fascinación ajena a cualquier racionalidad»
No es casualidad el caudal de cifras a veces delirantes para subyugar a la gente, empezando por la milonga de los cuatro mil millones de audiencia, medio planeta delante de la TV. Y suma y sigue. ¡La mayor concentración de poder del mundo… 500 jefes de Estado!!! ¿Y? Ciertamente es una capacidad de convocatoria excepcional, pero al cabo se trata de actuar de extras en la función. El discurso mediático sobre la millonada de la herencia, los kilómetros de cola para la capilla ardiente, el patrimonio de castillos, el peso de los uniformes… acaba por suscitar una fascinación ajena a cualquier racionalidad. Ellos sí que pueden decir, a diferencia de los indepes durante el procés, que «el mundo nos mira».
Nadie va a rasgarse las vestiduras por este megashow global, nivel Superbowl. El viejo Leo Rosten ya advertía que el público siempre preferirá algo simple a algo complejo, algo divertido a algo sesudo, en definitiva un par de tetas –decía él– a un exposición científica. Y esto encaja. Eso sí, se han derrochado ínfulas retóricas en imprimir trascendencia al espectáculo, contribuyendo a distorsionar la comprensión de la realidad.
Y no se trata de tomar la bizarrada del viejo Blas de Lezo, un tipo resentido con los británicos, aunque con más razón estarían resentidos los británicos con él puesto que les devolvió la flota derrotada desde Cartagena de Indias, cuando sugirió que «todo español de bien debería mear siempre mirando hacia Inglaterra». Pero dicho eso, tampoco conviene mear hacia arriba. Eso también conviene decirlo.
En fin, DEP. Isabel II ya Descansa En Paz… y con un poco de suerte nosotros también Descansemos En Paz.