THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Las prostitutas y las feministas

«La izquierda ha pasado a ver la sexualidad como un problema, obsesionada con las identidades sexuales, la desnudez en anuncios o el consentimiento notarial»

Opinión
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Las prostitutas y las feministas

La ministra de Igualdad, Irene Montero. | Europa Press

La izquierda tiene un problema con el sexo. No sabe cómo abordarlo. Hubo un tiempo en que la sexualidad era el elemento más potente para la liberación de la mujer. La promiscuidad, la desnudez, las relaciones sin matrimonio, e incluso la prostitución eran opciones de empoderamiento femenino. El sexo constituía un arma para la liberación, una forma de romper las estructuras patriarcales y su moral. Y, ya se sabe, si se dinamita la mentalidad, cae el edificio. 

Ahora es otra cosa. La izquierda ha pasado a ver la sexualidad como un problema. Están obsesionados con las identidades sexuales, la práctica, la desnudez en anuncios, o el consentimiento notarial. Además, no se ponen de acuerdo en si hay que mantener la diferencia biológica entre hombres y mujeres, o derivarla a la voluntad y la autodeterminación.

A esto se suman muchos prejuicios propios de la corrección política. Unas, las feministas de Podemos, dicen que para evitar la prostitución hay que cambiar la ley de extranjería y dar soluciones materiales a las mujeres. Bien, pero no hablan nada de la inmigración ilegal, base de la trata, y mucho menos de que las prostitutas que hay en España son sobre todo de origen foráneo. 

«Si cualquiera puede adquirir la condición de mujer, no hay mujeres, y sin esa diferencia se acabaron los privilegios legales»

Encima, la traslación del sexo a la legislación ha dividido a la izquierda sin solución alguna. El problema es el siguiente. Unas dicen que si todo depende de la voluntad y no del hecho biológico se cargan las leyes que benefician a las mujeres en detrimento de los hombres. Las afectadas por la eliminación de esta diferencia hablan del «borrado de las mujeres». Si cualquiera puede adquirir la condición de mujer, no hay mujeres, y sin esa diferencia se acabaron los privilegios legales.

La otra izquierda, la podemita, la volitiva, la del «sí se puede», prima la categoría biológica cuando le interesa, y la diluye para marcar campo ideológico con sus leyes. Así nació el proyecto de ley trans, que ha cabreado sobremanera a la izquierda tradicional.

En este lío, ninguna de las dos facciones saca las consecuencias al «solo sí es sí», o «solo la mujer decide sobre su cuerpo», que son lemas que inspiran los últimos constructos legislativos feministas. Menos aún en la cuestión de la edad legal para el sexo consentido. De hecho, Irene Montero metió la pata al decir, sin querer creo, que los niños podían tener sexo con quien quisieran. 

La cuestión de la voluntad como hecho determinante ante la ley tiene su complicación. La voluntad es indemostrable, sobre todo si se dice que un informe psiquiátrico habilitante es un insulto a la dignidad. Puede ser cierto, pero nos deja con una cara de confusión digna de meme. De hecho, si la voluntad es determinante para todo, también lo debe ser para la maternidad subrogada o prostituirse. 

He aquí que la izquierda tradicional, el PSOE e Izquierda Unida, apuestan por abolir la prostitución. Ni voluntad ni nada. Ofrecer sexo no es un trabajo, es denigración de la mujer. Aquí me surge una duda. ¿Solo la mujer biológica o también la recién llegada desde el campo masculino? Transexuales, travestis y hombres prostituidos no se nombran. Debe ser que no da votos

«Para Irene Montero son los varones los que tienen la culpa de la prostitución, porque si no hubiera demanda, no habría oferta»

La otra izquierda, los intelectuales de la CUP, ERC y Bildu, hablan de «trabajadoras del sexo». Es su manera de defender a las mujeres que se dedican a ofrecer su cuerpo. Quieren que se respete la prostitución voluntaria y autónoma, y se persiga la trata. A esto Carmen Calvo, tradicional, soltó a estos: «Quien crea que es una profesión, que dedique a sus hijas a hacer un máster».

Irene Montero, en su estilo, ha respondido culpando a los hombres. A su entender son los varones los que tienen la culpa de la prostitución, porque si no hubiera demanda, no habría oferta. Y su solución es la favorita del populismo izquierdista: más propaganda sobre lo bueno que es el hombre blandengue, y más gasto público para sacar a las mujeres de la calle. 

En mitad de las tortas entre el PSOE, IU, las dos partes de Podemos, los Comunes, Bildu, la CUP, ERC y el PNV, llegaron esta semana los diputados del PP y Vox. La derecha cobardica y la fanfarrona. Vieron el follón y apoyaron a las feministas del PSOE. Más Código Penal para proxenetas, facilitadores de espacios de prostitución y clientes. Vamos, las redadas en prostíbulos de las películas americanas clásicas. Por cierto, Cs apoyó a la CUP. 

No obstante, desengañémonos, se puede abolir pero no extinguir. En Suecia y en Noruega está prohibida, perseguida y castigada desde hace tiempo. Los resultados no son halagüeños. No ha disminuido la demanda ni el consumo, y el ofrecimiento se ha desplazado a lugares menos visibles. Todo indica que el asunto avanzará hacia una regulación, por mucho que escueza.

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