THE OBJECTIVE
Pepa Gea

¡Qué bien viven los tontos en 'estepaís'!

«Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se debe a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas»

Opinión
5 comentarios
¡Qué bien viven los tontos en ‘estepaís’!

La ministra de Igualdad, Irene Montero. | Europa Press

Y créame que argumentarle tal afirmación me agota tanto como discutir una evidencia. En estepaís los tontos viven muy bien, tanto, que muchos han llegado a puestos de poder y les ampara el derecho a decirle a usted lo que está bien, lo que está mal y cómo debe vivir para tener una existencia absurda. Tontos con ínfulas de genios que vomitan sandeces y cuyas regurgitaciones las acabamos llevando encima como la bilis cuando se instala en la garganta. Que si los niños tienen derecho a vivir su sexualidad siempre que sea consentida, que si en el Metro solo hablamos con preocupación de la renovación del CGPJ…  y como los tontos carecen de herramientas mentales para juzgar su propia incompetencia, se quedan tan anchos.
 
Hay tontos inofensivos que hacen tontunas, pero se les coge un cariño cercano a la misericordia. También hay tontos peligrosos cuya estupidez deriva en una serie de consecuencias nefastas para el prójimo. Empápese del Tamaragate y entenderá perfectamente esta idiosincrasia. Tontos, todos juntos, que aguantan el paso de los años, a los que nada les debilita, aunque, a pesar de sus arduos esfuerzos, no acaban de cargarse estepaís. Pero andan cerca.

En la escala de estupidez, es difícil determinar cuál es el cretino más imbécil pero, qué duda cabe, el más peligroso es aquel que no sabe que es tonto. Y esto, en la esfera pública se ha enquistado porque, a ver quién es el listo, lista, liste, que le dice, por ejemplo, a la ministra de Igualdad, que cuando hubo reparto de inteligencia, en su casa la mandaron a por el pan.
 
El injustamente demonizado Maquiavelo, en ese maravilloso tratado sociológico de El Príncipe, clasificó a los hombres en tres categorías: los que entienden las cosas por sí mismos; a los que hay que hacerles entender las cosas; y los que, ni por ellos ni por los demás, son capaces de entender absolutamente nada. Para protegerse de todos ellos le invito a practicar el determinismo fisiológico: teoría de supervivencia social de un amigo que sostiene, con un pragmatismo brillante, que el que parece gilipollas, lo es.

«Cuanto más defectuoso es el juicio de una persona más firmes son sus convicciones»


Baltasar Gracián en el siglo XVII apuntaló que son tontos todos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen. También, muy acertadamente, amplió el discernimiento asegurando que todo tonto está convencido y todos los convencidos son tontos, y que cuanto más defectuoso es el juicio de una persona más firmes son sus convicciones.

Tonticos, tontucios, tontainas, tontos del culo, de capirote, de campeonato y de pacotilla, tontopolla, tontolaba… Y luego están esos tontos que nos retratan de tontos a los demás. Personas simples en apariencia, que se mueven en el mundo de las subvenciones y las ayudas con la misma pericia que Tom Cruise en el asalto de un banco- aprecie el acierto de la comparación en el hecho de que, a fin y al cabo, los dos ejercitan el robo-.

Tontos que no quieren trabajar, para qué, si ganan más dinero quedándose en casa y chupando del bote. Tontos para los que cualquier contratiempo en su temperatura corporal es merecedora de una buena baja laboral. En definitiva, tontos que se aprovechan del sistema y cuya inclinación a la vaguería pagamos entre todos.

«En este Estado del Derroche los derechos están muy por encima de las obligaciones»

Les pagamos la educación de sus hijos, la sanidad, el paro, el alquiler, sus sindicatos y el abono transporte. Y mientras asumimos nuestras obligaciones con el bienestar universal, estos hijos de la cultura del Maná, se mueven con una destreza insólita en el entorno sobreprotegido de este Estado del Derroche donde los derechos están muy por encima de las obligaciones.

Faltan trabajadores en el sector servicios, en el campo… no hay mano de obra en estepaís de más de tres millones de parados porque los tontos prefieren no mover un dedo, porque tienen de todo solo con señalar. ¿Los tontos? Moreno Castillo sostuvo que las ideologías prestan a quienes carecen de ideas, el mismo servicio que las pelucas a los calvos; que no hay más tontos que antes, es que hoy tienen más posibilidades de demostrarlo. Lo que si es cierto es que los inteligentes están en clara desventaja entre otras razones, porque como sostuviera Russell, gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se debe a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas. Y con la duda acabo: ¿estamos seguros de que nosotros no somos tontos?



 

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D