Proletarizar a los electores
«La estrategia del Gobierno parece responder a esta reflexión: empobrezcamos a los ciudadanos, así serán más los cautivos de nuestras decisiones»
Desde hace un tiempo, a Pedro Sánchez y a los suyos se les llena la boca manifestando que el Gobierno defiende a la «clase media trabajadora». Pese a la ambigua delimitación del término, me atrevo a afirmar justo lo contrario: buena parte de los que pueden considerarse como integrantes de la clase media trabajadora están siendo sistemáticamente castigados por las decisiones del Gobierno.
En una primera derivada es inevitable deducir que, según los cálculos electorales del PSOE, en los colectivos afectados por el castigo no existen demasiados votantes socialistas. De ahí que en un frío análisis coste-beneficio, decidan excluirles de sus medidas electoralistas para concentrar estas en los grupos de población que sí consideran como sus graneros electorales. Solo así puede entenderse que el aumento de la reducción en el IRPF por rendimientos del trabajo recientemente anunciado por la ministra de Hacienda no se vaya a aplicar a los ocho millones de trabajadores españoles cuyo sueldo se encuentra entre 21.000 y 60.000 euros.
Pero es que hay más, dado que, en ocasiones, no solo quedan excluidos de las medidas positivas, sino que incluso son perjudicados por las de carácter negativo. Es el caso del previsto aumento de los costes sociales -para la empresa y para el empleado- a los trabajadores cuyo sueldo supera los 54.000 euros. Convengamos que quienes por su trabajo cobran 55.000, 60.000 ó 65.000 euros no son altos dirigentes empresariales, ni altos directivos de la Función Pública y, sin embargo, están resultando objetivamente castigados por las decisiones -las expuestas y otras- del Gobierno de Pedro Sánchez. Puede resultar explicado por lo antes señalado: los socialistas consideran que las querencias electorales mayoritarias de sus víctimas apuntan a otras opciones políticas.
Con todo, no es rechazable que exista una segunda derivada en la cuestión que analizamos que atienda más a una estrategia de medio y largo plazo. Es así, porque a fuer de ser sucesiva y reiteradamente excluidos y/o castigados por las medidas adoptadas desde el Gobierno, los excluidos y castigados pueden sufrir un empobrecimiento lento pero tenaz. Y una vez empobrecidos, pasar a engrosar las filas de los electores que los socialistas consideran como sus votantes naturales.
«Cuanto más empobrecido esté un territorio y su población, mejores expectativas electorales tiene el PSOE»
Este resultado de proletarizar a una parte del electorado puede o no ser un efecto buscado, pero que con él se incrementa el potencial voto socialista es un dato irrefutable a la vista de los datos históricos y presentes. En efecto, si exceptuamos a Canarias por la singularidad de su hecho insular, las tres comunidades autónomas con menor renta per cápita son Andalucía, Extremadura y Castilla La Mancha. Curiosamente, las tres regiones en las que tradicionalmente el PSOE ha obtenido mejores resultados electorales. De modo que la correlación estadística de carácter positivo es evidente: cuanto más empobrecido esté un territorio y su población, mejores expectativas electorales tiene el PSOE. Esto no obsta para que, después, materializadas aquéllas y encontrándose al frente del gobierno autonómico, los socialistas hayan sido incapaces de superar la situación que les ha ayudado a lograr la victoria electoral. De ahí que después de largos, larguísimos periodos de gobierno del PSOE-con alguna excepción puntual- Andalucía, Extremadura y Castilla La Mancha sigan a la cola en el ranking autonómico de renta per cápita.
Los razonamientos ofrecidos provocan que sea inevitable preguntarse si el PSOE persigue de verdad la mejora en el nivel de renta de la población en su conjunto toda vez que, si lo consiguiera, una buena parte de aquélla se mantendría fuera de lo que ellos consideran su granero electoral y, además, éste podría ser abandonado por grupos de personas que actualmente lo integran. Las decisiones tradicionalmente adoptadas por los gobiernos socialistas y que en el presente están siendo intensificadas por Sánchez y los suyos resultan reveladoras. Su estrategia parece responder a la siguiente reflexión: aumentemos los impuestos y empobrezcamos a los ciudadanos disminuyéndoles su renta disponible, así serán más los que dependan de las ayudas que les concedemos (con los impuestos detraídos), y más los que resulten cautivos de nuestras decisiones; eso aumentará nuestro granero electoral.
De compartirse el análisis, ha de refutarse como falsa la reiterada afirmación de Sánchez y los suyos de estar gobernando para la clase media trabajadora. Muy al contrario, sus decisiones van encaminadas a que una parte de dicho colectivo deje de serlo por el empobrecimiento que se les está provocando por un espurio interés electoralista a medio/largo plazo.