La política del avestruz
«La acción exterior de Sánchez sigue fiel al principio de buenas palabras y minimización del compromiso para no molestar a sus aliados internos»
La política exterior de Pedro Sánchez se limita a la exhibición cotidiana de su europeísmo, acallando la persistente reivindicación euroescéptica de sus aliados de UP. Y como es habitual, semejante alineamiento es subrayado de cara a la galería con las imágenes, la más reciente regalando sonrisas, gestos de usted primero y luciendo su nuevo modelo de cuello de camisa al lado del canciller alemán, Olaf Scholz. Queda muy bien al mostrar su acuerdo para presionar al presidente francés Macrón -tarea inútil- de cara a su aceptación del gaseoducto MidCat. Es el chico guapo que siempre secunda las iniciativas europeístas. Si disiente, lo esconde.
De este modo, como no le gusta dar razones sobre aquello que pudiera considerarse problemático, el Gobierno español ha optado por rechazar el proyecto de escudo antimisiles aprobado por Alemania y otros 14 países europeos. Atendiendo a su inclinación soberanista, Francia ha quedado al margen del acuerdo, pero es que ya tiene en marcha un escudo más reducido de forma bilateral con Italia. A España, al parecer, no le concierne la amenaza de una lluvia de misiles procedentes de la Rusia de Putin, que la encontrarían como único espacio importante desguarnecido, al lado de Portugal, en el occidente de Europa. Es cierto que el coste de dicho sistema de defensa resulta muy alto y que algunos esgrimen el curioso argumento de que consolidar las defensas europeas incrementa el riesgo de guerra: lo que no cabe es prescindir sin más de su toma en consideración. Margarita Robles afirma que «invertir en Defensa es invertir en paz» y «no descarta» sumarse más tarde al proyecto del canciller Scholz, que a su juicio está solo en sus comienzos y sin la participación de Francia e Italia -que ya tienen su sistema-, sin olvidar a su juicio que la OTAN ya nos defiende -cuando la OTAN apoya la idea de Scholz-, circunloquios para decir «no» sin argumentos de fondo y encubrir una iniciativa que molesta sin duda al Gobierno español.
«La participación española en el proyecto antimisiles encontraría una vehemente oposición de Podemos»
Más bien sería lícito pensar que la participación española en el proyecto antimisiles encontraría una vehemente oposición en el frente de sus aliados «progresistas», empezando por UP, y que como en tantas otras ocasiones Sánchez no está dispuesto a poner en peligro su mayoría por una cuestión de interés general en la política exterior. En la estela de Pablo Iglesias, Sánchez ya ha encontrado el argumento universal de que cuando recibe críticas de la prensa, es porque ésta es un terminal del «poder del dinero». Esperemos que eso no le lleve a suscribir la teoría pablista de los tres tercios en la política de comunicación.
Por lo menos hasta ahora le ha bastado con regular a voluntad el manejo de los temas candentes, suscitándolos en la forma que le conviene para luego sumirlos en el pertinente olvido. Es lo que ha sucedido con la obra maestra del indulto a Griñán, utilizado como pantalla para eludir el debate sobre la corrupción de los EREs, al ser pronunciada la sentencia condenatoria. Una vez cumplida esta misión, y recabado un notable apoyo entre las elites «progresistas», el tema se declara agotado. Habrá o no indulto según las conveniencias del momento.
Salvo que entre en juego una variable externa, como ha ocurrido con el caso del Sahara, en apariencia también amortizado sin que hayan sido medidos los daños experimentados por la política de abastecimiento de gas desde Argelia. El problema aquí reside en que Mohamed VI no debía encontrarse satisfecho con la versión dada por Pedro Sánchez de que su concesión había provocado un amortiguamiento de la reivindicación sobre Ceuta y Melilla. Así que aprovechó su discurso en la ONU para mostrar que eso no es cierto, y que explícitamente no reconoce que en Ceuta y Melilla tiene unas fronteras con España. Con una firmeza que elude el fondo del problema, Margarita Robles ha respondido que Ceuta y Melilla son España, y punto. Pero ella sabe, como Pedro Sánchez, que siguen sin solventarse los problemas de las relaciones económicas de ambas ciudades con el entorno marroquí y las declaraciones de Mohamed VI anuncian que no van camino de hacerlo.
La política exterior de Sánchez sigue en todas sus dimensiones fiel al principio adoptado sobre el proyecto alemán de antimisiles: buenas palabras y minimización del compromiso, verosímilmente para no molestar a sus aliados internos. La ayuda a Ucrania sigue el mismo camino, con entregas asistenciales y anuncio de cuatro unidades Hawk de defensa antimisiles, sistema ahora actualizado pero que lleva medio siglo en servicio, según información del propio Ministerio de Defensa. Eso después de un prolongado paréntesis y anunciando otras ayudas sin fecha de entrega. Resulta claro el deseo de que Ucrania venza en la guerra, con la excepción silenciosa de UP, si bien no resulta fácil que tal objetivo se cumpla con tales volúmenes de ayuda material.
«Pablo Iglesias y UP confirman con su silencio que mantienen la herencia del apoyo iraní a su movimiento»
Cierra el círculo, y con rasgos similares, la inhibición ante la política represiva del gobierno de los ayatolás sobre las protestas, feministas y por la libertad. El cerco punitivo se ha acentuado desde la aplastada revolución verde de 2009, ahora con intervención sistemática de teléfonos, señalamiento y detención posterior de manifestantes, encarcelamientos masivos, y más de cien muertos. Fue sintomático el desconocimiento mostrado por Pedro Sánchez en Nueva York sobre el asesinato de Mahsa Amini y rutinaria su posterior condena de la represión. Nada de prestarle atención en los medios oficiales, ni de pronunciamientos ulteriores del gobierno, por no hablar de la llamada ministra de Igualdad. A esta mujer no la concierne el sentido de una protesta orientada a acabar con el «paraíso obligatorio» que estableciera Jomeini. Prefiere no escuchar, y menos suscribir el eslogan «Mujer, Vida, Libertad», con el cual se cierra la canción convertida espontáneamente en himno de la protesta, Balaye («Por»).
Pablo Iglesias y UP confirman con su silencio que se mantiene la herencia del apoyo iraní a su movimiento. El fundador de Podemos habló entonces de «cabalgar las contradicciones»; su silencio actual y el de la ministra Irene Montero vienen a probar su sumisión a las mismas, en un ejercicio de miseria moral y política. Para no incomodarles, y dado el desinterés de la opinión pública, Pedro Sánchez parece haber aplicado también su política del avestruz a este caso flagrante de violación masiva de los derechos humanos.