MyTO

La gran generación

«La victoria de González es un mérito colectivo, un motivo de celebración, no sólo para los socialistas, sino para todos los españoles que aprecian la democracia»

Opinión

Manifestación contra el 23-F, 27 de febrero de 1981 | Europa Press

Esta semana se cumplen 40 años de la victoria electoral del PSOE, que marcó la cumbre de la Transición, el periodo histórico que enlaza los últimos días de la dictadura de Francisco Franco con la democracia actual. El triunfo apabullante de Felipe González alejó los últimos fantasmas sobre el temor de un regreso al pasado, demostró que España estaba plenamente preparada para un Gobierno de izquierdas y equiparó definitivamente nuestro sistema político con el de la Europa a la que queríamos pertenecer.

La victoria de González es, por esa razón, un mérito colectivo, un motivo de celebración, no sólo para los socialistas, sino para todos los españoles que aprecian nuestra democracia y están dispuestos a aprender de las elecciones del pasado para darle hoy el impulso que necesita. Sobre el triunfo de González y la extraordinaria obra que dirigió desde el Gobierno se han escrito con motivo de esta fecha textos excelentes de personas bien documentadas, entre las que quiero destacar el libro Por el Cambio, de Ignacio Varela, un magnífico relato de los acontecimientos que condujeron a aquel apabullante éxito del PSOE y una obra de referencia sobre aquella época.

Pretendo destacar aquí, sin embargo, el valor de aquel acontecimiento como un logro de toda la nación, unida como nunca en nuestra historia, en el propósito de progresar en paz. Y, en la misma medida, subrayar, no sólo, los méritos de González, sino de toda una generación de políticos de todas las ideologías que supieron conectar con esos intereses de los españoles y sacrificar sus propias ambiciones en favor del bien común.

El triunfo de González se produjo en una sociedad decidida a superar el pasado sin rencores ni ajustes de cuentas y estuvo precedido de un costoso período de transformación en el que la derecha renunció a gran parte de sus privilegios y fue capaz de contener a sus huestes más tenaces -fue Gutiérrez Mellado quien se enfrentó a Tejero en el Congreso-, mientras que la izquierda tuvo igualmente el coraje de superar viejos radicalismos para elaborar una plataforma política moderna, realista y convincente. En esta labor fue, por supuesto, imprescindible la actuación de Felipe González en el congreso de su partido en el que se decidió la eliminación del marxismo, uno más en una larga lista de actos de valentía que se sucedieron entre la agonía de Franco y el 28 de octubre de 1982, con protagonistas tan diversos como Torcuato Fernández-Miranda o Santiago Carrillo. Entre uno y otro se puede incluir una lista extensa de viejos franquistas y pundonorosos antifranquistas que fueron capaces de confluir, aunque en ocasiones fuera contra su voluntad, para sentar las bases de la democracia española. Es por eso, sin duda, la mejor generación de la historia de España.

«Me parece una equivocación esa pretendida búsqueda del equilibrio que oscurece la labor de la Transición por las controvertidas biografías de sus autores»

Es hoy esa una generación olvidada, cuando no denostada y maltratada por algunos que sólo celebran el aniversario que nos ocupa para ver qué le pueden sacar que satisfaga sus intereses. No pretendo engañarme, sé que esa generación tenía defectos, conozco someramente el pasado de Fernández-Miranda y de Carrillo y casi cada día me veo en la situación de escuchar cómo se empaña la obra de González con la actuación antiterrorista durante sus años en La Moncloa.

Me parece, no obstante, una equivocación esa pretendida búsqueda del equilibrio que oscurece la labor de la Transición por las controvertidas biografías de sus autores. No estoy hablando aquí de hombres virtuosos, sino de políticos comprometidos con su nación, consecuentes con su misión y honestos consigo mismos. Prácticamente todos esos políticos tuvieron la oportunidad en algún momento de aquel periodo de actuar a favor de sus intereses, pero nunca lo hicieron porque siempre primó la conciencia de que pertenecían a un tiempo histórico que exigía de ellos exactamente lo que hicieron. Todos, además, compartían la humildad de saberse prescindibles.

«Labraron el camino para un Gobierno de cambio y nos permitieron a todos hasta el día de hoy progresar de forma constante y en paz»

Es muy posible que aquellos políticos no hubieran actuado así en una sociedad diferente. Es justo decir que los sacrificios que hicieron estaban al rebufo de una sociedad muy dinámica que había trazado un rumbo sin desvíos ni contemplaciones hacia la democracia. Es justo decir que aquella magnífica generación de políticos estaba a la altura de una excelente generación de sindicalistas, de periodistas, de intelectuales, de líderes ciudadanos.

En Estados Unidos llaman The Greatest Generation a los hombres y mujeres nacidos en las dos primeras décadas del siglo XX que sortearon el sufrimiento de la Gran Depresión y después combatieron a muerte para salvar la democracia en la Segunda Guerra Mundial. No son menores los méritos de nuestra Gran Generación, la de Felipe González y los que con él y antes de él sacaron adelante la Transición, labraron el camino para un Gobierno de cambio y nos permitieron a todos hasta el día de hoy progresar de forma constante y en paz.

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30 comentarios
  1. Druida

    Todo tiene sus luces y sus sombras, eso está claro. Y la era de Felipe González las tiene. Voy a ir por partes.

    De lo que no cabe duda es que los 14 años de mandato del PSOE en España han facilitado la modernización política, económica y social del país. Pero, ¿a qué precio? Es verdad que se consolida un sistema democrático pero no del todo, porque la sombra del clientelismo y del caciquismo heredado del siglo XIX encontró una nueva vía de controlar el país. De parte de algunos dirigentes de la dictadura de Franco, renunciando a los principios del anterior régimen. De parte de algunos líderes socialistas, dejándose llevar por la arrogancia que suele traer el triunfalismo electoral que hubo en 1982 y que, curiosamente, también haría caer al gobierno de Aznar en su segunda legislatura de 2000 a 2004. Como siempre, hay excepciones muy notables de gente que tiene vocación de servicio público y honradez, pero siempre está tapada por lo que hacen los que ejercen mal su poder y sus responsabilidades.

    Cuando el PSOE gana y se establece del todo el sistema autonómico, ya tenemos a una élite que vela más por sus intereses localistas en lugar de por los intereses del conjunto de la nación, da igual el signo político. Y si le añadimos el que las movilizaciones promovidas por los nacionalismos periféricos son un recurso para obtener del Estado más ingresos de los Presupuestos Generales del Estado tenemos como resultado el mantenimiento de las desigualdades regionales, que es uno de los grandes problemas no resueltos desde 1982 y que también viene de atrás; casi desde que Castilla pierde la hegemonía peninsular desde el siglo XVII.

    A nivel económico, junto con el mantenimiento de esas desigualdades, España consolida del todo su Estado del Bienestar y su sector terciario, además de entrar de lleno en la CEE para vincularse al mercado común. Pero, desgraciadamente, España tiene que perder buena parte de su producción industrial y depender de importaciones extranjeras, lo que hace que nuestra economía pase de ser cada vez menos productora a ser más especuladora. Aparte, se vuelve muy grave el gran problema del paro, que no se ha podido solventar del todo por ponerse fin a dicha economía productora que podría generar el doble de beneficios que lo que tenemos ahora y podría generar más empleos. ¿Y por qué no se resuelve esto? Porque para estos dirigentes es más rentable la venta de imagen y la subvención que la producción y el esforzarse por construir algo. Seamos honestos: lo del paro no se resuelve porque no interesa económica y electoralmente. Mantienes a la gente en paro para tener un poso permanente de votantes a los que siempre puedes engañar. Si tienen todos empleo, el voto cambiaría, y muy drásticamente, hacia otras opciones que no son las de siempre.

    Y a nivel social la modernización ya venía de antes, cuando España deja de ser un país rural y agrario en la década de 1960, y allá por los años 80 y 90 se convierte en un país urbanizado y terciario, más próximo a los países extranjeros y menos cerrado. Las costumbres cambian, hay una mayor alfabetización… Pero la contraparte es que ese cambio de costumbres trae consigo nuevos problemas: juventudes educadas bajo leyes de enseñanza politizadas y en las que no se valora un auténtico esfuerzo, sino inculcar una ideología superficial aunque esa persona no esté bien formada; presencia de medios de comunicación muy controlados por las instituciones públicas, amén de volverse más sensacionalistas en algunas publicaciones y sectores (véase Telecinco) para distraer a las personas de los verdaderos problemas; y la consolidación de una élite cultural vinculada a las izquierdas que proporciona esa imagen de progreso superficial, y no real, reivindicativa del pasado republicano de 1931 pero deformado por los intereses de esta gente.

    Otro elemento adicional que lo oscurece todo: el tema de ETA y de los GAL. Se combatió en condiciones pero no hay que negar que hubo terrorismo de Estado. Y siempre me pregunto qué quería realmente el PSOE con ETA. Es algo que Julio Anguita le planteaba a Jesús Quintero: ¿qué es realmente ETA? No daré respuestas, pero invito que cada lector piense en qué pudo ser desde los 90.

    En resumen: muchas luces y muchas sombras en este mandato que definió la España actual. ¿Fue la generación de Felipe González, y de otros dirigentes del momento, la más grande? Ni fue la más grande ni fue la más pequeña. Fue una más con sus contradicciones, sus aciertos y sus errores, como cualquier otra que hubiese en la historia humana. El gran acierto de su generación fue comenzar con la democratización del país. El gran error que su percepción de democracia no lo es del todo al estar vinculada al viejo clientelismo y caciquismo decimonónico. Ojalá en este siglo XXI pueda abandonarse este viejo sistema clientelar que, no solo es del siglo XIX, sino que viene de Roma, y seamos realmente una democracia madura, estable, libre y generadora de riqueza y bienestar, exterior e interior a la vez.

  2. Incandescente1

    A la redacción, por qué me «moderais» mi respuesta a «Jason», está mucho más motivada que su crítica, me parece injusto.

  3. Fmrlo

    ¡Y bien calladitos que están ahora frente al socialismo zafio de Sánchez!
    Todos ellos, al menos los socialistas, deberían estar clamando a tiempo y destiempo por la deriva de su partido.
    Y callan.
    Mira que si tampoco creían en lo que hacían.. Basta recordar aquella famosa frase sobre Montesqieu.. claro, qué tal vez no sabían de quién o qué hablaban.

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