THE OBJECTIVE
José García Domínguez

Irene Montero y el espíritu de los tiempos

«La autodeterminación constituye la plasmación práctica de alguna variante específica de soberanía particular, concepto que Podemos tiene en gran estima política»

Opinión
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Irene Montero y el espíritu de los tiempos

La ministra de Igualdad, Irene Montero. | EP

Un hombre o mujer que desee convertirse en transexual es un ser humano que percibe un desajuste entre la experiencia subjetiva de sí mismo y su naturaleza corporal. A su vez, ese divorcio cabe atribuirlo a una distorsión originada por su propio cuerpo, en ese caso un cuerpo equivocado, o a una incompatibilidad que remita su causa a desórdenes en la psique del individuo. A tal respecto, la psicología clínica y la psiquiatría constituyen las dos ramas complementarias del saber científico que permiten establecer un criterio objetivo a fin de distinguir en cada caso concreto entre uno u otro de los posibles supuestos. Una pesquisa previa, huelga decirlo, de incalculable trascendencia para la vida futura de las personas que se planteen iniciar un largo y complejo tratamiento hormonal y de intervenciones quirúrgicas con el propósito de terminar con esa disonancia íntima. 

Bien, pues la llamada ley trans, suprema bandera programática de Podemos en lo que llevamos de legislatura, prohíbe de modo expreso la intervención y el dictamen previo de los peritos científicos en todos los supuestos, empezando por los que impliquen a menores de edad, en que alguien desee iniciar los trámites formales para proceder a lo que se ha dado en denominar como autodeterminación de género. La autodeterminación constituye la plasmación práctica de alguna variante específica de soberanía particular, concepto que Podemos tiene en gran estima política. De ahí que no sólo defienda de modo militante la autodeterminación de género, sino que también se haya pronunciado a favor de la autodeterminación de las personas que deseen consumir libremente o traficar con ciertas drogas – como la marihuana-,  al igual que asimismo se muestra favorable a la autodeterminación nacional de los habitantes del territorio de Cataluña. 

«La autodeterminación constituye la plasmación práctica de alguna variante específica de soberanía particular, concepto que Podemos tiene en gran estima política»

Porque, para Podemos, la libertad, entendida ésta como la ausencia absoluta de restricciones externas a cualquier deseo individual que no implique daños a otros, constituye una de sus aspiraciones ideales. Podemos siempre ha pasado por ser un partido antisistema, heterodoxo, radical, disidente y, sobre todo, dispuesto a combatir los convencionalismos ideológicos y morales propios del orden establecido. Pero nada más lejos de la realidad, sin embargo. Bien al contrario, los y las activistas como Irene Montero encarnan en el fondo el muy obediente asentimiento a eso siempre tan difícil de definir con palabras que solemos llamar espíritu de la época. Nuestro tiempo, el del siglo XXI, es una época liberal y libertaria cuyo advenimiento anunció Margaret Thatcher cuando, repitiendo lo que antes le había dictado al oído su mentor Friedrich Hayek, pronunció aquello tan célebre de que «la sociedad no existe, solo existen los individuos». 

Y si eso resulta ser así, si solo existen los individuos y su inalienable derecho a la libertad personal absoluta e irrestricta, ¿quién es el Estado, la familia o cualquier otra instancia intermedia emanada de la sociedad para permitirse la más mínima injerencia en los deseos expresados por esa voluntad personal soberana? ¿Quién es el Estado, la familia o la comunidad, pensaba también Ayn Rand, inconfesable madrina del novísimo cánon ético de Occidente, para tratar de impedir que me inyecte heroína en las venas hasta provocarme la muerte, que alquile mi útero a terceros a cambio de un precio libremente pactado en el mercado, que desherede ante notario a mi hijo recién nacido a fin de legar todo mi patrimonio presente y futuro a las pupilas de algún prostíbulo de mi especial agrado, o, en fin, para forzar a que un matasanos con su bata blanca se interfiera en el proceso soberano mediante el cual un adolescente de 16 años va empezar a hormonarse en una clínica con el propósito de adoptar los rasgos externos propios del sexo opuesto? Pues incluso la identidad no puede constituir cosa distinta en estos tiempos que el resultado de la propia elección individual no determinada ni condicionada por factor externo alguno. Irene Montero no lo sabe (o no quiere saberlo), pero es una esclava más del espíritu de la época.

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