Todo en Pedro es trans... trans-presentista
«El trans-presentismo de Sánchez garantiza que estará abonado a esta moda trans mientras le resulte rentable para el mantenimiento de su poder»
¿Pudieron pensar las feministas socialistas de toda la vida que Pedro Sánchez no podría fallarles en esto, que el líder de su partido no entregaría la bandera del feminismo izquierdista a la pandilla queer del ministerio de Irene Montero? Pudieron. Solo tuvieron que poner por delante sus sentimientos partidarios hasta tapar por completo los hechos que muestran la trayectoria de Sánchez. Solo necesitaron cubrir la realidad con el manto de su ilusión.
¿Pueden pensar las feministas de minorías recién horneadas en busca de victimización (que capitanean Podemos y lo que fueron sus confluencias) que el respaldo de Sánchez a su delirante ‘ley trans’ garantiza que ese apoyo vaya a mantenerse hasta el final de su tramitación parlamentaria? Pueden. Solo tienen que olvidar que el presentismo del líder socialista transforma su posición política a la velocidad a la que cada instante del presente queda arrumbado como otro recuerdo del pasado. En ocasiones será un recuerdo elevado a memoria para reivindicar; en otras a anécdota para olvidar. En ambas con la garantía de que el presentismo ‘sanchista’ las tratará como absolutamente intercambiables.
Unas y otras (feministas) harían bien en recordar que nadie antes que Sánchez fue capaz de exhibir una gigantesca bandera de España como impresionante imagen trasera de un mitin partidario para reivindicar la inefable españolidad del líder. Ni el más españolista de los candidatos de la derecha se atrevió nunca a tanto como Pedro Sánchez en aquel mitin de 2015. Necesitaba ganar a Mariano Rajoy, y qué mejor idea que exhibirse como una suerte de J.F. Kennedy, acompañado en el escenario por su mujer, en el papel de Jackie, y arropados ambos por una enormemente vistosa bandera de España que lo llenaba todo.
«El trans-presentismo de Sánchez transforma los hechos en opiniones para que todo fluya sin chocar con las incómodas aristas de la realidad»
Unas y otras (feministas y no feministas) harían bien en recordar que aquel entusiasmo por la bandera española le duró menos que un ratito. Como también le duró un ratito muy corto su determinación por aplicar toda la fuerza de la ley a los sediciosos que habían protagonizado un golpe contra la democracia española en 2017 en Cataluña. La exhibió y luego les indultó. Ahora nos cuentan que cumplirá «su compromiso» de reformar el delito de sedición. Es decir, de limarlo hasta que quede al gusto de sus hoy imprescindibles apoyos del independentismo catalán. Así, no sólo tendremos unos Presupuestos Generales del Estado incumplibles y derrochadores del dinero que aún no han tenido ni oportunidad de ganar nuestros hijos y nietos, sino que habremos pagado el doble precio de ‘presos por Presupuestos’ y ‘sedición por Presupuestos’ que exigen sus avalistas de Bildu y ERC, respectivamente, para mantenerle en la dirección del Estado.
Unas, otras y todos haríamos bien en recordar que ni una posición ni su contraria definen la naturaleza de Sánchez. Tampoco sus convicciones. Ni su programa político. Ni… prácticamente nada. Sí definen, y muy bien definido, su presentismo. Su naturaleza fluida le permite transmutarse de un presentismo al inmediatamente posterior sin inmutarse. Porque todo en él es trans: trans-presentista.
El trans-presentismo de Sánchez transforma los hechos en opiniones para que todo fluya sin chocar con las incómodas aristas de la realidad. Transforma la Historia en recuerdos convenientes, es decir, en memoria democrática, para olvidar todo lo que no se amolda al provecho de su presentismo. Transforma el significado de las palabras para que, como presumía Humpty-Dumpty en Alicia a través del espejo, signifiquen en cada momento lo que ÉL quiera en ese preciso instante que signifiquen. Los significados también son trans.
«Se trata de olvidar que la genética reparte cromosomas XX y XY por mitades entre los bebés para que (con excepciones excepcionalísimas) unos nazcan niños y otros niñas»
El último hallazgo consiste en transformar la genética en género fluido. Se trata de olvidar que la genética reparte cromosomas XX y XY por mitades entre los bebés para que (con excepciones excepcionalísimas) unos nazcan niños y otros niñas. Se trata de decidir que no, que todos serán kids (o ‘niñes’, en la terminología de la coalición de Gobierno). Y de decidir también que todos (imbuidos en tan mendaz capacidad transformativa) podrán borrar sin problema (o recuperar después sin costes) la naturaleza humana escrita en sus cromosomas porque ésa es su momentánea elección. Por último, y especialmente relevante, se trata de decidir asimismo que nadie mejor que los niños como manejables peones para este endiablado juego de endiosado laboratorio trans.
Pero Pedro Sánchez no ha inventado esta tendencia trans; tampoco la trans-presentista. Transformar los hechos en opiniones, transmutar la realidad en sentimientos, transigir con el vaciamiento de significado de las palabras… es más que una moda. Es una corriente que tiene su origen en elitistas universidades estadounidenses y que allí, en Canadá y en Europa ha absorbido a muchos partidos de izquierda, que han transmutado su agenda socialdemócrata por la búsqueda -para su protección- de minorías victimizadas o, más bien, de personas susceptibles a su propia victimización y propensas a sentirse parte de alguna nueva minoría sufriente.
El trans-presentismo de Sánchez garantiza que estará abonado a esta moda trans mientras le resulte rentable en términos de lo único que le importa: el mantenimiento de su poder. Si el viento cambia, como parece que ya está cambiando, veremos nuevas transformaciones, transmutaciones y trasluchadas en el devenir de Su Persona. Cambios que pueden ser trascendentales para la inmediata política española.