Tu libro es una mierda
«En España un libro es alabado incondicionalmente o resulta completamente indiferente. No hay término medio. En este país no existen las reseñas negativas»
«Los autores y editores se ponen muy tristes con una mala reseña, les entran ganas de suicidarse», escribía el año pasado Alberto Olmos en un artículo sobre el libro El nivel alcanzado, del crítico literario Ignacio Echevarría. «Entonces te ríes. Todos ellos, editores y escritores, creen que por culpa del crítico van a vender menos, que está toda España pendiente, no de su librito, sino de la reseña que un tipo hace en un periódico. Lo cierto es que van a vender lo mismo: nada». Tiene razón, a nadie le importa lo que dicen los críticos literarios. Ni siquiera a los lectores más puestos al día. Los únicos que atienden a los críticos literarios son otros críticos literarios o los autores que reseñan o quieren ser reseñados. Y el efecto de un crítico de prensa sobre las ventas de un libro estoy seguro de que es casi nulo.
En otro artículo, Olmos defiende a Sergio del Molino de una crítica de Echevarría bastante pobre y malintencionada de su recién publicado Un tal González. En el texto, dice: «Lo único que puede aportar Echevarría sobre Felipe González es decir que un libro de cien mil palabras y fruto de miles de horas de trabajo sobre Felipe González es malísimo. […] La realidad es que Sergio del Molino ha escrito 376 páginas sobre Felipe González e Ignacio Echevarría siete sobre Sergio del Molino».
«Veo la crítica literaria del mismo modo que el humor: me gusta más el chiste contra un poderoso que contra un débil»
Es una opinión extraña. Es obvio que el trabajo que hay detrás de escribir un libro no tiene nada que ver con el de hacer una reseña. Pero señalar la diferencia de palabras entre la crítica y el libro suena un poco como decir «¡pues haberlo escrito tú!». La crítica literaria es un sector endogámico y lleno de «abogados de la literatura» (como llamaba Marcel Reich-Ranicki a los críticos como él), pero la alternativa no debería ser solo los prescriptores entusiastas. A veces la reseña crítica tiene una función higiénica: como hoy todo comentario literario es indistinguible de una promoción, y como muchas veces el éxito no tiene nada que ver con la calidad, el crítico desbroza y disecciona y señala que el rey está desnudo. Veo la crítica literaria del mismo modo que veo el humor: me gusta más el chiste contra un poderoso que contra un débil. Por eso me gustan los hatchet jobs (como llaman los anglosajones a las críticas hirientes) contra autores establecidos, no contra el autor novel al que leen cuatro gatos. Ya van varias veces que acudo a un libro muy comentado y alabado que resulta ser decepcionante.
En España un libro es alabado incondicionalmente o resulta completamente indiferente. No hay apenas término medio. En este país no existen las reseñas negativas. A finales de octubre, el crítico literario de The Guardian, Sam Byers, reseñó muy negativamente Nuestra parte de noche, de Mariana Enríquez. En España no he visto ningún texto crítico similar sobre el libro. El fenómeno Enríquez (bueno, fenómeno, ha tenido relativo éxito entre lectores de novela literaria y novela de género) no ha tenido una contestación. No tengo especial interés en cargarme el libro de Enríquez; ni lo he abierto. Solo me resulta sospechoso no haber leído nada negativo sobre el libro en ningún medio español importante. A veces la crítica puede ser cruel e injusta, y es un vehículo para rencillas y venganzas personales. Pero en otras ocasiones hace una gran labor al romper con la unanimidad asfixiante que hay en torno a algunos libros y autores.