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Así no podemos seguir

«Incluso la Constitución mejor planeada puede resultar un fracaso si los políticos, que deberían defenderla, son los primeros en pisotearla»

Opinión

León del Congreso de los Diputados. | Wikimedia Commons

  • Publicista, escritor y editor. Lo habitual es afirmar que la sociedad es estúpida, aunque eso implique asumir que uno mismo es idiota. Sin embargo, ha sido la sabiduría de la multitud, mediante la prueba y el error, lo que nos ha traído sanos y salvos hasta aquí. Y también será lo que evite el apocalipsis que los nuevos arúspices presagian.

Hemos celebrado los 44 años de la Constitución del 78, pero más que a una celebración parece que hemos asistido al sepelio de un tío de las Américas al que nadie conocía, y cuyos descendientes, lejos de guardar las formas, han aprovechado las honras fúnebres para arrojarse los trastos a la cabeza y disputarse los despojos de una herencia inmerecida.

Stricto sensu, la Constitución, como me decía José Luis González Quirós, es simplemente un papel con cosas escritas. Por más que se empeñen los repúblicos, sus errores o fallos de diseño, elevados a la categoría de pecado original insuperable, nunca han tenido un poder determinista. Quiero decir que incluso la Constitución mejor planeada puede resultar un fracaso si el ejercicio de la política ordinaria se empeña en degradarla y los ciudadanos se desentienden o se ven impotentes para contener las actitudes destructivas de los partidos, no ya porque carezcan de fórmulas para evitarlo, sino porque los políticos, que deberían defenderla, son los primeros en pisotearla de forma más o menos ostensible.

Afirmar que la Constitución no ha aguantado bien el paso de los años porque estaba mal diseñada, ya sea de forma intencionada o involuntaria (según opinen unos u otros), es un juicio demasiado parcial, incluso diría intelectualmente deshonesto, porque lo que ha envejecido mal no es tanto esta hoja con cosas escritas como nuestra clase política. Y también, en alguna medida, los propios españoles.

Podríamos haber tenido en el 78 una versión autóctona y modernizada de John Adams, Benjamin Franklin, Alexander Hamilton, John Jay, Thomas Jefferson, James Madison y George Washington, y gracias a su enorme sabiduría disfrutar del mejor texto constitucional imaginable. Y, sin embargo, me temo que esa Constitución de ensueño habría envejecido igualmente mal que la que ahora cumple 44 años.

«En la política española hay una anomalía que desborda los límites del diseño constitucional»

Las deficiencias constitucionales pueden ser importantes, pero de ningún modo explican por sí solas el alarmante deterioro institucional que padecemos. Y haré una breve disquisición al respecto de lo que es la teoría pura y lo que puede resultar una vez aplicada, dependiendo del contexto y la cultura política. Atendiendo al tipo de perfil que se ha hecho común en nuestros políticos, implantar un sistema electoral como el británico, donde los diputados son elegidos por distrito, es bastante probable que, en vez de resultar positivo, agravara los males que padecemos, y que en vez de 17 caciques locales acabáramos teniendo cientos.

No digo que estos errores de diseño sean irrelevantes, soy coautor de un libro sobre la relación entre las carencias de nuestro modelo político y sus nefastas consecuencias. Lo que digo es que, en la política española, en sus usos y costumbres, hay una anomalía que desborda los límites del diseño constitucional. Y que de ningún modo estamos irremediablemente abocados al desastre por más que la Constitución sea francamente mejorable.

Que una Constitución, por sí misma, no es salvaguarda de nada, si no acompaña la voluntad y la cultura política, ha quedado patente en numerosas ocasiones. Por ejemplo, que yo sepa, nuestro texto constitucional no dice que el idioma castellano deba ser excluido del sistema educativo en Cataluña, sino más bien todo lo contrario. O que una de las dos reformas que se han aplicado a la Constitución desde que existe, como es el añadido del artículo 135.1, que obliga a todas las Administraciones Públicas a adaptarse al principio de equilibrio presupuestario, se incumpla sistemáticamente. O que haya que freír a los españoles a impuestos para tener un Estado de bienestar de segunda o tercera categoría. O más recientemente, que Pedro Sánchez se pasara por el arco del triunfo nuestros derechos constitucionales durante la epidemia, tal y como ha dictaminado el Tribunal Constitucional, y que tal desafuero no haya tenido ninguna consecuencia.

Hay muchas acciones que nuestra Constitución no consiente, ni siquiera desde sus interpretaciones más retorcidas, y que sin embargo se han convertido en prácticas habituales. Una de las más flagrantes, por ejemplo, es el uso abusivo del decreto ley. Un deporte en el que Pedro Sánchez ostenta el récord absoluto, con 120 decretos-ley, y que contraviene el artículo 86. Y qué decir del artículo 2, que sanciona la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, si se suprime el delito de sedición y con él se esfuma cualquier capacidad de disuasión frente a las acometidas separatistas.

Podría escribir líneas y líneas a propósito de iniciativas legislativas, abusos de poder y demás malas prácticas, relevantes o anecdóticas, que son contrarias a lo que la Constitución sanciona, pero creo que es suficiente con estos ejemplos para demostrar que un papel escrito, aun con las mejores intenciones y la mayor sabiduría, vale de poco o muy poco si las actitudes que imperan son antagónicas a su letra y a su espíritu.

«No se puede olvidar que el valor nuclear de cualquier texto constitucional que se precie es el acuerdo»

Se puede criticar nuestra Constitución con más o menos fundamento, desde luego, pero lo que no se puede es olvidar que el valor nuclear de cualquier texto constitucional que se precie es el acuerdo. Y con todas las carencias que se quiera, ese valor estaba muy presente en esta Constitución que ahora es un incordio para tantos impostados salvadores de la Democracia, la justicia social, el desarrollo sostenible, la igualdad y la madre naturaleza.

No hay duda, al menos para mí, que Pedro Sánchez es el epitome de las pésimas actitudes que, a lo largo de 44 años, han reducido la Constitución Española a un papel con cosas escritas que en cualquier momento se puede llevar un mal viento de la historia. No hay duda, tampoco, de que es mérito de Sánchez y de sus socios que los españoles estemos hoy más divididos que nunca. Desgraciadamente, demasiados parecen aceptar de buen grado que la política haya degenerado en la guerra por otros medios. Un peligroso juego en el que Sánchez siempre tendrá ventaja, porque no hay regla legal o moral que no esté dispuesto a poner del revés con tal de salirse con la suya. En esto, que nadie se engañe, es imbatible.

Pero de lo que no cabe duda alguna es que así no podemos seguir, porque lo único que hay al final de este camino, donde la política deviene en la guerra por otros medios, es la guerra misma. Y semejante calamidad, por más polarizados que estemos, no la desea la inmensa mayoría de nosotros. Lo que queremos no es que se combatan los excesos con excesos, tampoco hacer el don Tancredo, a la espera de heredar los restos de la hacienda. Queremos alternativas bien trabajadas, comprometidas e ilusionantes, que aborden los problemas reales y rompan con el guion impuesto. Incluso, si es preciso, tomar la iniciativa y liderar una reforma constitucional razonable y sensata, para adelantarse a la que podría acabar imponiendo este gobierno Frankenstein… si ocurre la desgracia de que se institucionalice en las próximas elecciones generales. Una reforma política, en suma, que busque sumar voluntades, en vez de dividirnos. Que aprenda de los errores, pero también de los aciertos, de esta Constitución que ahora, de una forma u otra, todos vituperan.

10 comentarios
  1. Casandro

    Mucho peor que el totalitarismo que está imponiendo Sánchez será la moneda digital centralizada que quiere imponer si o si la UE.

    Los políticos no tienen ni capacidad ni valor para revertir la situación económica, quizás Víctor Orban sea el único con capacidad para ver lo que está pasando y oponerse a ello en beneficio de su nación.

    Escuchar a Lagarde hablar de la moneda digital te pone los pelos como escarpias, y ahí están todos, a destruir hasta justificar la represión del oueblo. e imponer un totalitarismo digital gestionado por las grandes corporaciones.

  2. Casandro

    Compartiendo lo esencial del artículo, «de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno» que nos ha traído hasta aquí, y sabiendo que en estos momentos en España ni tan siquiera se adivinan las buenas intenciones el análisis político de lo que está sucediendo debería partir desde la asunción de la realidad política y económica.

    Lo que está sucediendo en España es algo que se veía venir de lejos, pero todo el mundo ha preferido durante años engañarse a si mismo y meter la cabeza bajo el ala para estar calentito,no digo ya cuando apareció Sánchez que no es más que el continuador torpe de Felipe González. A Sánchez como al cerdo se le reconocía por sus andares y desconocer lo que pretendía hacer solo era posible por una terrible ignorancia política y económica.

    Sánchez traía un plan bajo el brazo, probablemente el mismo plan que le exigían a Rajoy o a Soraya,

    Sánchez no está más que aplicando un manual de destrucción de Estados y naciones idéntico al de Venezuela, al que se quiere imponer en Chile huelga de metro, Perú trampa a sombrero luminoso, Holanda represión de los agricultores, Alemania abortando golpes de estado antes de que sean posibles al tiempo que España envía unas cartas bomba para crear algo similar antes de las elecciones.

    Sánchez vino con un plan, destruir el estado y la nación, estas eran las órdenes y el las cumple a rajatabla y por eso se siente seguro, poco puede hacer Feijoo que ha recibido las misma s órdenes.

    Mientras llega la quiebra acordada de las naciones para imponer la moneda digital centralizada que será peor que la peor de las dictaduras, Sánchez aprovecha para forrarse y acumular poder por si puede hacer un tongo electoral para mantenerse en el poder, que lo hará, ya lo ha hecho modificando sistemas de voto y control y nacionalizando millones de personas que a saber si existen muchas de ellas,.

    Sánchez se sabe apoyado por la corruota y totalitaria Unión Europea dedicada como Sánchez a hundir aquello que gobierna para beneficio de una tecnocracia global totalitaria que culminará con la moneda digital.

    ¿Aquí a que estamos a setas o a Rolex?

    El problema es que nunca me equivoco en mis análisis políticos aunque a muchos le puedan parecer exagerados a mí el.mundo nunca me engaña,se ve.

  3. kj26_

    Hablar de las deficiencias de la Constitucion es un asunto delicado.

    Por una parte, el relato de las deficiencias de la Constitucion es la coartada perfecta de los que no quieren someterse y cumplir los preceptos constitucionales.

    Por otra, la Constitucion es como es y es como ‘pudo’ ser aprobada por la mayoria de los ciudadanos que deseabamos un espacio de libertad, donde ciudadanos iguales fueramos tratados con Justicia.

    La realidad hoy dista mucho de aquel anhelado objetivo.

    Decir que la Constitucion es deficiente porque deja abierto el tema autonomico es injusto. En 1978 era dificil, sino imposible diseñar la arquitectura autonomica desde cero. Fue el desarrollo posterior que dió forma a las autonomias el que dió al traste con el proceso. Este se ha deteriorado tanto que amenaza el futuro de España.

    En mi opinion, el gran responsable del desastre politico es el PSOE. Ya que este partido ha sido el director del proceso. El PP se ha limitado a no contrariar mucho al PSOE.

    Otra posible explicacion para el desastre la encontrariamos en como se recauda y se distribuye el dinero del estado. Es inadmisible que no haya una comparacion de lo que el estado gasta en los ciudadanos de las diferentes autonomias. O de lo que reciben del estado/UE los agricultores de las distintas autonomias, por ejemplo. Hacer publicas esas cifras pondria claramente de manifiesto el deficiente entramado autonomicos y seria causa suficiente para un levantamiento popular.

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