Alí Babá y los 40 ladrones
«Ahora va a resultar que además de sus aforamientos también tendremos una clase política que, gracias a su suciedad, será limpia e impune»
Fue escuchar las palabras que le dedicaba a Sánchez nuestra Inés del alma mía, apodo ganado a pulso por Arrimadas no por brindar conquistas sino por hacer todo lo contrario, y venir a mi mente el príncipe de ladrones de Las Mil y Una Noches en su versión un mal sueño.
Dice el presidente del Gobierno que con la reforma del delito de la malversación se devuelve al terreno político el debate que acabó en los juzgados por una cuestión incomprensible; tócate el pie. No por la violación de un delito tras otro. Ahora va a resultar que además de sus aforamientos también tendremos una clase política que, gracias a su suciedad, será limpia e impune. Pero vayamos a lo evocado. Buscando un retrato del personaje encuentro esta joya descriptiva:
«Alí Babá, es un personaje que se caracteriza por su humildad, generosidad, y simplicidad. Es el personaje que se esfuerza para poder mantenerse a sí mismo, a sus dos hijos y a su bella mujer. Su oficio consiste en cortar leña y trasportarla sobre sus tres asnos, para luego venderla a mercaderes de la localidad».
«Quiso el destino que se aprobara la reforma de la malversación al tiempo que en Europa se destapaba el escándalo de Qatar»
No cabe duda alguna de que va a cortar toda la leña que pueda para que nada le estorbe en su camino y que tiene asnos de sobra para llevar los pesados leños de sus mercaderes locales. La figura de Alí Babá se distorsiona a medida que avanza la historia, pasando de decente, a un vil y despiadado asaltante sin escrúpulos. Saquea con urgencia todos los poderes y los adapta a su antojo para que con un ábrete sésamo se le permita correr de par en par las fauces de la cueva donde sus bandidos esconden sus delitos. Toda prisa es poca cuando luchan por la transparencia, higiene democrática y contra la corrupción. Eso dice con toda Alegría la ídem del Gobierno, que es a la que le ha tocado esta semana llevar la leña con nocturnidad y alevosía, que es como se lleva la madera podrida. El problema reside en que no contaban con la casualidad de un noticiero abriendo las ediciones con el titular: «El mayor ataque a la democracia». Quiso el destino que se aprobara la reforma de la malversación y se rebajaran las penas de la corrupción política, al mismo tiempo que en Europa se destapaba el mayor escándalo de putrefacción parlamentaria por los sobornos aceptados con agrado para mejorar la imagen de Qatar en Bruselas. Qué fatalidad. Qué barbaridad. Hay que ver la poca cintura y qué nerviosos se ponen por una tontería. Mire, aquí en España unos diputados han cambiado dos leyes, dos, para limpiar los delitos y los desfalcos de 40 independentistas y, oiga, no pasa nada. Ni mu han dicho en Bruselas. Claro síntoma, por cierto, de que al Parlamento europeo los españoles les importamos un comino.
Las dos noticias se solapan hasta en TVE. Se abre con la corrupción en Europa y de ahí se pasa a la rebaja de las penas de malversación de dinero público en España, pero por poco tiempo. A las pocas horas el informativo ya no arranca con el golpe a la democracia, ya no, no sea que lo asociemos con el abaratamiento del Gobierno de las penas de 12 a 4 años a los que usan nuestro dinero para, por ejemplo, independizarse de nosotros o para asegurarse una serie de votos. A cualquiera le reventaría el cráneo solo de pensarlo. Pero a nosotros no, porque nos cabe todo y con la dimisión de Luis Enrique nos damos por satisfechos. Así somos. Tontos sin remedio que una vez y otra más se tragan el cuento de Alí Babá. Un ladrón que salva a sus ladrones. Un ratero sin escrúpulos en su país del blanqueo al que le urge sacar la corrupción política de los juzgados porque son sus políticos.