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Koldo Salazar López

El bloque árabe-israelí

«Frente al poder iraní y al auge turco, los árabes se han unido a Israel para presentar un bloque de defensa frente a esos enemigos»

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El bloque árabe-israelí

Desde hace años el bloque árabe y sunita ha vivido entre la espada y la pared. Frente al auge de su enemigo histórico en la forma de la República Islámica de Irán desde 1979, a eso hay que sumarle la desconfianza hacia los turcos, rivales y exdominadores de estas regiones durante siglos a través del Imperio otomano. Tras la caída de este empezaron a aplicar tesis no islámicas (el laicismo kemalista) que era un rival ideológico hasta la llegada del islamismo neotomano y que representa una seria amenaza para el eje Arabia-Emiratos e Israel.

Durante años han existido brutales tensiones en la región de Oriente Medio entre las monarquías teocráticas y los regímenes socialistas laicos que, incluso, compitieron entre sí creando estados nuevos (La socialista y laica República Árabe Unida nacida de la unión de Siria y Egipto y la Federación Árabe de Irak y Jordania que aunaba las dos dinastías hachemitas de Oriente Medio), pero también entre bloques socialistas por las tesis sunitas de Sadam Hussein o las de los alawitas sirios. En definitiva persas contra árabes, chiitas contra sunitas, nacionalistas contra panarabistas, panarabistas contra panislamistas… todos contra todos.

Palestina, sin embargo, para muchos países musulmanes ha sido un auténtico incordio a la hora de poder diseñar una estrategia diplomática en relación a Occidente y a su propia supervivencia sobre todo a la hora de buscar un socio regional estable, fuerte y con capacidad disuasoria (nuclear ni más ni menos) y esa potencia es Israel.

Para los árabes, como dijimos arriba, Turquía es un rival e Irán, desde el año 1979, es un grave peligro que se intensificó a partir del 2003 y que se hizo insoportable desde que empezó la Guerra en Siria donde Teherán se implicó desde 2013. Turquía haría lo propio en 2016 cambiando el tablero del poder radicalmente.

Turquía se lanzó desde el año 2016 a la reforma interna y a disputarse el mundo sunita a los saudíes y emiratíes mientras Irán controlaba Irak y Siria de forma definitiva con el apoyo total a Bashar al Asad y el Líbano a través de Hezbollah pero eso no era todo, el ascendente de Irán en Pakistán y Afganistán en detrimento del poder árabe sunita, la política de establecimiento de milicias-sucursales (copiada por Turquía) y el infructuoso Vietnam saudí en Yemen hizo que la situación fuera insostenible.
En primer lugar los árabes (especialmente Emiratos Árabes Unidos) ha descubierto que poseer un país multimillonario no te convierte en una potencia regional y, también, se dieron cuenta del espejismo de la «teoría muyahedeen» que se desarrolló tras la salida de la URSS de Afganistán. Hace poco, con perspectiva histórica, descubrieron que las labores de Estados Unidos y las políticas de Gorbachov fueron la razón de la salida de Moscú de Afganistán y no sus yihadistas, usados también como chantaje en la llamada “lucha conjunta contra el yihadismo”.

El fracaso de la Yihad global de Bin Laden y el esperpento del Estado Islámico, unido a la constante derrota de los palestinos frente a Israel han demostrado que los árabes, en su conjunto, puede que sean el grupo poblacional más grande de la región pero, desde luego, no es el más poderoso.

Las auténticas potencias son Irán, Turquía e Israel. Por naturaleza estratégica el aliado natural de los árabes sunitas de los Emiratos Árabes Unidos (y por extensión de Arabia Saudí) es Israel. El poder de Irán sobre la cuenca del Tigris, Éufrates y Líbano unido al ascendente turco sobre los sunitas, que están empezando a abandonar las tesis del salafismo-wahabismo árabes en pos de visiones de civilización que ofrece Turquía, el modelo de Evren del “Islam a la turca” (la versión otomana de los Hermanos Musulmanes). Sin contra con el papel de Israel en la región más allá de la cuestión Palestina, que ha hecho que los Emiratos Árabes Unidos reconozcan a Israel en términos de Estado, abandonen a los palestinos y negocien la creación de un nuevo bloque.

Desde el año 2017 ya se estaban haciendo gestiones, cuando el tema de Siria, Irak y Yemen estaba quedando claro y se consolidaba un nuevo sistema de bloques que desafiaba el modelo Sykes-Picot. Israel necesita socios regionales para cuestiones geoestratégicas, recursos naturales, diplomacia, colaboración militar, financiera, económica y colaboración de inteligencia a fin de armar un bloque de oposición a Irán y Turquía, países que también se han mostrado como enemigos vitales de Israel.
El gobierno de Tel Aviv, que ya tiene a Hezbollah en su frontera norte, está lanzando ofensivas para evitar el establecimiento de bases iraníes en Siria y la creación, como en Irak, Pakistán o Afganistán de una milicia chiita de defensa nacional, que fiscalizaría todo el norte y el noreste del país. Para los Emiratos Árabes Unidos el poder de Irán representa una seria amenaza pero también Turquía; cuyo socio árabe es Qatar, con quien comparte la ideología islamista de los Hermanos Musulmanes y que, tras verse aislado del mundo árabe tras la crisis diplomática de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos recibió ayuda de Ankara en forma de apoyo diplomático y militar con el despliegue de soldados turcos y la ayuda coordinada de Irán.

Este bloque turco que pivota en Qatar y el iraní hizo que, por supervivencia, Emiratos Árabes Unidos se desentendiera del conflicto palestino y se uniera, en un acuerdo de beneficio mutuo, a Israel que ha dejado de ser una potencia aislada que hacía la guerra por su cuenta para mantener su territorio. Las zonas conquistadas en la Guerra del 67 y el hostigamiento hacia Israel hicieron que el país contara con una defensa muy adelantada. El gobierno de Tel Aviv ha podido triangular una alianza con esta confederación árabe aprovechando a los dos enemigos comunes.

Emiratos Árabes Unidos obtiene la experiencia israelí, la colaboración y el apoyo de una potencia regional a la que le va la vida (como a ellos). Los emiratíes han descubierto que el Estados Unidos es frágil y que las auténticas bases del poder estadounidense (Washington D.C.) quedan muy lejos. Al mismo tiempo es constante el abandono a sus aliados cuando las cosas empiezan a ponerse duras (caso del Sha de Persia, Sadam Hussein etc…) cosa que Israel, que necesita un aliado regional a toda costa, no haría. Israel obtiene, al mismo tiempo, un pivote dentro del mundo árabe y sunita y se sitúa en las costas frente a Irán, reforzando su posición en Azerbaiyán en un movimiento de pinza. Tel Aviv y Teherán se cogen por la corbata en el territorio de los Emiratos.

Todo esto se traduce en el sacrificio de todo aquel obstáculo a la relación de mutua necesidad vital que deben construir y el primer sacrificado en esta jugada ha sido la cuestión palestina que, desde ahora, va a convertirse, como Líbano o Siria, no tanto en un conflicto folclórico para el cacareo en los países del Golfo como en un auténtico tablero de influencia que va a afectar las relaciones, incluso, entre los propios estados del Golfo.

Arabia Saudí sin embargo y a pesar de tener una guerra abierta con Irán en Oriente Medio y con Turquía en Libia (donde cerraron filas, junto con Egipto, ayudando a Khalifa Haftar o que ha denunciado públicamente el genocidio armenio en Estados Unidos), se ha negado a unirse a esta oferta de los Emiratos ¿por qué?…tal vez por su sueño panislamista con eje en Arabia, por el espejismo de ser una potencia regional (cuando no lo es) o por la necesidad de calibrar su posición dentro del campo palestino para disputar ese nicho de poder y porque las relaciones con Israel son un secreto a voces cuya discreción es inexistente pero que prefieren mantener congeladas de forma oficial ya que no hace falta que se haga público algo que ya todo el mundo sabe así que juegan al despiste. De hecho Israel prefiere las asociaciones caritativas islámicas saudíes antes que las turcas porque saben que Riad es un amigo pero que Ankara no lo es.

Sin embargo esta jugada puede dejar al país y a la dinastía Saud como una gigantesca línea de fractura que sólo se sostiene por la mano dura de la dinastía que reina aunque, como vemos en Irán actualmente, por mucha mano dura que haya siempre puede haber revueltas que cuestionen el liderazgo por lo que el bloque árabe-israelí es la respuesta al bloque chií iraní (el más definido) y al creciente bloque turco-suní.

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