Estamos cumpliendo
«Resulta paradójico que saque pecho el Consejo de Ministros que más veces ha cambiado de opinión. La contradicción puede suceder en la misma semana»
Ilustración. | The Objective.
Acabamos el año en el mismo punto que el anterior, es decir, con el Gobierno vendiéndonos cómo está cumpliendo con lo comprometido en aquel acuerdo de coalición progresista de esta legislatura. Y, además, lo está haciendo con creces. Parece ser que vamos ya por el 66% y aún queda tiempo para completar alguna promesa más -junto con otras tantas que no estaban en lo firmado, pero que son necesarias para seguir en el poder. Esto es histórico, como lo demuestra la certificación que les da un comité de especialistas externos– que, en muchos casos, son tan cercanos que causa pudor-. Sabemos que es del gusto del presidente recibir el marchamo de independendientes (sic) para ensanchar la propaganda electoral. A las pocas horas, saltaba otra noticia siamesa. En este caso era el Gobierno de la Comunidad de Madrid quien nos informaba de que ellos iban por el 95% de cumplimiento -entre lo terminado y lo iniciado-. ¿Quién da más? A estos no les hacía falta ni tan siquiera disfrazarlo con la opinión de expertos de diverso pelaje y naturaleza. Se bastaban solamente con su opinión como inquilinos de la Real Casa de Correos.
Así que ya tenemos una nueva competición por ver quién cumple más. Lo de mejor será en otra ocasión. Estas ansias por cuantificar el cumplimiento de las promesas no suenan extravagantes. En el fondo, son una nueva forma de trasladar a la opinión pública, y dar que hablar a la publicada, el mensaje electoral que se quiere recalcar en estos momentos. Detrás de estas exhortaciones tenemos a los chamanes comunicativos de siempre, que han querido saciar la sed de consecución de promesas electorales que los votantes descreídos han exigido durante años. Cuántas veces hemos escuchado aquello de «prometen y prometen, pero no hacen nada». Ahora sabemos que sí, que hacen mucho, incluso demasiado, en un contexto complicado por la pandemia, la guerra, la polarización… Démosles las gracias.
«Para el Gobierno un observatorio vale lo mismo que una promesa de transformación estructural»
En fin. A algunos nos resulta paradójico esto de que saque pecho el Consejo de Ministros que más veces ha cambiado, hasta contra su propio parecer, de opinión. El tiempo de contradicción se ha reducido tanto que ya puede suceder hasta en la misma semana. Lo importante en la evaluación de las políticas públicas no está en la elaboración de leyes, estrategias y planes, sino en los efectos -a poder ser positivos- de este entramado. Aquí solo se intenta pesar a bulto. Nada más. Para el Gobierno un observatorio vale lo mismo que una promesa de transformación estructural. Se busca desparramar la información para que todo luzca más en tantos por cientos y estadísticas espurias.
En este inventario de promesas que valen poco se nos escapa aquello que era esencial entonces para el Gobierno de coalición progresista: la búsqueda de «acuerdos parlamentarios de consenso que permitan la elección y renovación de los órganos constitucionales y organismos independientes» primando «en la búsqueda de dichos acuerdos los principios de mérito, capacidad, igualdad, paridad de género y prestigio profesional». El chiste se cuenta solo después de lo vivido a lo largo de estos meses. Pero más indignante es leer en aquel pacto la idea de desarrollar un Plan Nacional contra la Corrupción con su respectiva ley integral. Todo sea por homologarnos a Europa. Y no me digan que no hay que valer para decir esto sin soltar una carcajada. Aunque en todos lados cuecen habas. Fíjense que en el Gobierno de la Comunidad de Madrid se congratulan por las mejoras en la calidad de los servicios públicos, especialmente en sanidad y educación. Hay que ser muy cafetero para aceptar todos estos porcentajes sin avergonzarse. Si algo hemos aprendido del CIS de Tezanos es que la estadística, como una navaja suiza, sirve para cualquier cosa.
