'Spoiler': 2023 será peor
«Los ajustes de 2022, en definitiva, pretendían cerrar la agenda más vidriosa para lanzarse a la batalla electoral en 2023 con el aval de los socios del ‘Frankenstein’»
La coartada del calendario, al arrancar metafóricamente la última página y mudar de año, siempre da para fantasear con un volver a empezar y hacerse algunos buenos propósitos. Es un engaño íntimo bienintencionado: derrotar apolíneamente en el gimnasio a los michelines ‘fofinsanos’, apuntarse a una academia de inglés para pronunciar como Isabel II en The Crown y no como Ana Botella; dejar algún que otro vicio, como el tiempo de uso del smartphone, antes de desactivar la función… Todo esto tiene una fecha corta de caducidad, pero al menos queda la buena intención. En cambio, no se espera nada semejante en la actividad pública. No cabe imaginar a Sánchez comprometiéndose a que su palabra tenga algún valor este año; a Feijóo asegurando que no votará no a lo que crea que sí beneficia al país; a Santiago Abascal, a no pronunciar España como un término arrojadizo contra otros españoles; a Pablo Iglesias renunciando a ser el Macho Alfa de Podemos; a Yolanda Díaz a superar el síndrome de Princesa Roja Disney… La clase política comienza cada año hablando de lo que hay que hacer mejor, pero concretamente de lo que los rivales deben hacer mejor. Hacen autocrítica, pero se la hacen a los otros. Y esa es toda la autocrítica que van a hacer para definir sus propósitos del año.
Antes de empezar 2023 ya sabemos –spoiler obvio– que este año electoralísimo en España irá a peor. De momento, 2022 queda atrás dejando un sabor amargo. La batería de reajustes legales, rehaciendo el Código Penal a la medida del nacionalismo secesionista e incluso planteando un asalto al Tribunal Constitucional junto a unos socios con programas anticonstitucionales, pretendía liquidar los asuntos más sucios para despejar la agenda del curso electoral. Después de ese final bronco y turbio, casi podía ser tentador parafrasear el monólogo del replicante de Blade Runner: «En 2022 hemos visto cosas que no creeríais. Atacar la Constitución en llamas más allá de la Moncloa y de Orión. Vimos brillar rayos-P achicharrando el Código Penal en el Congreso, cerca de la Puerta de… Alcalá. Todos esos momentos pasarán factura con el tiempo, como lágrimas sin excusas». Ahora, en 2023, toca ir a las urnas, como ir a las armas.
«La clase política comienza cada año hablando de lo que hay que hacer mejor, pero concretamente de lo que los rivales deben hacer mejor».
Los ajustes de 2022, en definitiva, pretendían cerrar la agenda más vidriosa para lanzarse a la batalla electoral en 2023 con el aval de los socios del Frankenstein. Y como recordaba el maestro Raúl del Pozo, Sánchez sigue el mandamiento de Maquiavelo, inspirado en Lucifer, según el cual las cosas jodidas hay que hacerlas todas a la vez y los favores, en cambio, despacharlos poco a poco. Ahora en 2023 toca desgranar un calendario de ayudas y subvenciones con la recaudación extra de la inflación que ha llenado las arcas públicas. Hay que cubrir el calendario de cebos electorales. Por supuesto se aplicarán políticas sociales de indudable necesidad, pero en muchos casos será gasto tacticista de target electoral para comprar voto, como el cheque ése para nuevos votantes de 18. Ya se ha visto con la bajada del IVA a los alimentos básicos. Desde hace meses, con el PP pidiendo esa medida, tanto Sánchez como Yolanda Díaz, también María Jesús Montero, ridiculizaban esa opción por ser inútil y facha… hasta abanderarla ellos con entusiasmo. Y esto sólo acaba de empezar. Todo en lo próximos meses se graduará con una estrategia destinada a salvar las elecciones de mayo y disputar diciembre.
Es obvio que los procesos electorales contaminan todo, y tanto más con el clima político ya muy degradado. Ahí Sánchez es un rival correoso muy dotado para pelear, como ha demostrado. Desde verano puso a su equipo a trabajar sin miramientos para desacreditar a su rival, y definitivamente ha unido su suerte, aún más que antes, a Frankenstein. Ya nadie descarta que alguna clase de consulta vaya a hacerse en Cataluña, con los nuevos magistrados del TC dispuestos ya a estudiar si hay resquicio legal. No será nunca antes de pasar por las urnas, claro, sino el pago del nuevo Frankenstein si suman. Y la alternativa a eso para España será experimentar ahora un gobierno con Vox, tal como ha pasado con Podemos. A decir verdad, Frankenstein, con los peajes de Esquerra y Bildu, ha sido algo peor que un Gobierno de coalición con un partido radical populista. Esa mayoría de legislatura, forzada por Iglesias cuando Sánchez aún hablaba de cierta geometría variable con Ciudadanos, es la cara más corrosiva del sanchismo. Eso sí, si la derecha se impone, Vox ejercerá también un rol polarizador con un programa radicalpopulista imponiendo cesiones turbulentas.
El choque de los dos bloques va a ser, sobre todo después de las elecciones de mayo, a cara de perro. En función de los resultados, según quien se vea reforzado, se iniciará un periodo bastante feroz en el tablero. Sánchez va a disponer de fondos ingentes para financiar su larga campaña sin escrúpulos; y la oposición percutirá en lo peor del balance. El tono faltón de este otoño seguramente parecerá de recreo en un colegio de monjas. En 2024, de aquí a un año, de nuevo diremos que hemos visto cosas que no creeríais.