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Tres timos del sanchismo

«La estrategia del PSOE para revitalizarse en 2023 se centra en trabajar tres ámbitos: las medidas sociales, la imagen exterior de Sánchez y la desinflamación de Cataluña»

Opinión

Ilustración. | The Objective

  • Madrid, 1967. He sido columnista en Libertad Digital, Vozpópuli y El Español. Ahora escribo en La Razón y THE OBJECTIVE y hablo en Herrera en Cope. Soy profesor titular de Historia del Pensamiento en la UCM. Tengo unos cuantos libros de historia y política.

La estrategia del PSOE para revitalizarse en 2023 se centra en trabajar tres ámbitos: las medidas sociales, la imagen exterior de Sánchez y la desinflamación de Cataluña. Lo único nocivo para la democracia liberal y el orden constitucional es lo último. 

El sanchista está dispuesto a hacer de 2023 el año del debate sobre el encaje de la Constitución en lo que llaman «nuevos tiempos». Lo ha dicho la nueva magistrada progresista del Tribunal Constitucional: el «derecho de autodeterminación» es discutido y discutible, que diría Zapatero. 

El resto, vale. Las políticas sociales clientelistas no son dañinas. Nos arruinan, cierto, pero tienen arreglo, y las cuentas siempre son menos importantes que las libertades. De las crisis económicas se sale, pero no con tantas heridas como de las dictaduras o de las derivas autoritarias. Un asalto al Estado como el que protagoniza el sanchismo causa daños que es muy difícil reparar. Además, crea una polarización social insufrible.

Si el sanchismo se limita a repartir dinero para ganar las elecciones estaría cumpliendo con el papel de la típica socialdemocracia que debería representar el PSOE. Pero hace tiempo que no es así. La propaganda redistributiva sanchista se acompaña de un discurso populista para la confrontación. 

El peronista ibérico considera que de poco vale repartir si no se apunta que el adversario no lo haría. Lo apuntó Sánchez en el último semestre de 2022: la «coalición de progreso» no va a tolerar que las grandes compañías se forren a costa del sudor del pueblo, como hace el PP. 

El reparto de dinero público quedará muy aparente en los informativos oficiales y de sus amigos mediáticos, pero el dinero que regala no es suyo. Nos lo quitó previamente con una voracidad fiscal sin límites, aumentando una deuda pública ya desorbitada, y usando los fondos europeos sin control. Quiere que en 2023 se oiga tras cada noticia de política social la frase: «con la ayuda del Gobierno». 

El otro ámbito que no hace daño, aunque dé vergüenza ajena, es la presentación de Sánchez como un actor mundial. Esto también se apuntó en 2022, aunque este año nuevo se ha apretado mucho la agenda preparando la presidencia de turno de la Comisión Europea. 

El propósito es que los españoles creamos que tenemos la suerte de contar en Moncloa con un estadista internacional admirado en el mundo entero. En Moncloa creen que esta imagen funciona a modo de impermeable para la lluvia de críticas nacionales, que quedan como la manifestación de la ignorancia cateta. 

El éxito en estos dos ámbitos supondría tener a Sánchez como un hombre de Estado de talla mundial trabajando para los más pobres. Cumpliría así con los dos requisitos del progre; ya saben, ese que parte de que España es el problema y Europa la solución, y, por otro, que su moral es muy superior. 

El tercer ámbito de trabajo, y aquí está el daño a la democracia, es «desinflamar» Cataluña que, dicen, inflamó Rajoy. Atención, porque para el sanchismo y los separatas el culpable del golpe de 2017 no fue el independentismo, sino el PP, que llevaba la falda muy corta y quería volver a casa sola y borracha. 

La «desinflamación» empezó con los indultos, la eliminación del delito de sedición, y recalibrando la malversación a gusto de los golpistas. Esto se ha sumado a la asunción de su discurso victimista y de su lenguaje. 

Ahora van a por los pilares constitucionales que impiden la independencia. Estos se empiezan a resquebrajar cuando son objeto de debate para cavar dos trincheras: una para los «inmovilistas» y otra para los progresistas. 

El sanchismo quiere un debate constituyente sobre el Título Preliminar, donde están las bases de la soberanía nacional y la unidad de España. No se escapa el Título VIII, el de la ordenación territorial, porque su artículo 149 establece las competencias exclusivas del Estado que para sí quieren los nacionalistas catalanes y vascos. Por último, pero básico para demoler la base constitucional, es el Título II, donde se articula la Corona. 

En estos títulos se encuentran las barreras legales para la secesión. El sanchismo cree que iniciar un debate sobre la vigencia de la Constitución le hará parecer progresista, en contraposición a la derecha, y reforzará su alianza con los nacionalistas. No hay en esto sentido de Estado, sino cálculo partidista del PSOE y personal de Sánchez. 

En definitiva, son los tres timos del sanchismo para 2023, que harán de España un país más pobre y desarticulado, con un aumento de la crispación social y de la desafección al orden constitucional. Todo un lujo. 

14 comentarios
  1. Pasmao

    Buenos días Vilches

    Discrepo.

    El tema «social» y la imgen de «liderazgo internacional» son la alfombra roja, muy roja (pero comprada por esa derecha cobarde) que nos ha llevado hasta el tercer timo, la fragmentación de España. Son los escalones previos.

    Porque además no se trata de «desinflamar» el tema catalán. Se trata de destruir España (deconstruirla dicen ahora), y para ello el apoyo torticero al separatismo catalán y vascongado, y de rebote a todos los demás es una herramienta no un fin en si mismo.

    Previamente para empezar debilitando la estructura está el tema «social», que lleva mucho tiempo (incluso con Franco y los sindicatos verticales, sólo que entonces era poco mas que una anécdota respecto a su peso negativo en la propia actividad social, la de verdad).

    El tema internacional si pesó mucho. La «necesidad» de que desde fuera nos reonocieran como a una democracia durante la Transición y lo que vino después ha condicionado gravemente nuestros intereses como nación. Y nuestros políticos desde el 78 lo han exacervado en todo lo posible para así evitarse rendir cuentas ante los ciudadanos. Desde fuera mientras tanto se cobraba muy bien por darnos ese marchamo de democracia, a costa de continuas pérdidas (ni siquiera cesiones, porque han sido irreversibles) de soberanía.

    En un fénomeno que se realimentaba de fuera a dentro y viceversa, muy dañino para la libertad y la democracia de verdad.

    Fenómeno que habría sido considerado intolerable en Francia, UK, Holanda, USA, Suiza, Paises Nórdicos…

    (sigo en otro post)

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