THE OBJECTIVE
Roberto Ruiz Ballesteros

Sito Pons, Jorge Lorenzo, Xabi Alonso... la actitud importa

«El juicio popular, de gatillo fácil, casi siempre quema las buenas fotos y guarda las malas en la memoria colectiva, pero el prestigio puede recuperarse»

Opinión
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Sito Pons, Jorge Lorenzo, Xabi Alonso… la actitud importa

Jorge Lorenzo.

Durante el pasado 2022, los tribunales dieron la razón a una serie de personajes públicos que habían sido previamente acusados por la Agencia Tributaria. El motociclista Sito Pons, el piloto Jorge Lorenzo, el empresario José María Aristrain o el exfiscal de medio ambiente Emilio Valerio se sumaban a una lista previa conformada por los futbolistas Gerard Piqué y Xabi Alonso, la actriz Paz Vega o el propietario de Inditex, Amancio Ortega, que ya habían doblegado el brazo de la todopoderosa Hacienda ante la justicia. Por acusaciones de otra índole también han sido absueltos el expresidente del Fútbol Club Barcelona Sandro Rosell, la fallecida exalcaldesa de Valencia Rita Barberá y sus compañeros de partido, el empresario Bartolomé Cursach o los policías del caso Emperador.

Las resoluciones judiciales, en algunos casos, son ya firmes. En otros, aún tienen que ser ratificadas por instancias superiores. Lo sean o no estas últimas finalmente, el camino recorrido ha dejado sustanciosos daños en la imagen de los miembros de esta lista de personas que previsiblemente quedarán marcadas durante mucho tiempo por la mancha de la dudosa honestidad. El juicio popular, de gatillo fácil, casi siempre quema las buenas fotos y guarda las malas en la memoria colectiva. Sin embargo, y con el fin de hacer justicia también en la opinión pública, el prestigio de las personas puede recuperarse.

Con toda seguridad, la buena reputación restablecida no llegará a ser la misma que fue. Pero es sano que los afectados no vean con añoranza tiempos mejores que ya solo existen en la mente. Porque esos momentos no volverán ni siquiera para quienes no han perdido un ápice de popularidad. Ahí está el Crepúsculo de los dioses, la película que conviene revisar de vez en cuando para tener claro lo malo que es vivir de las rentas del aplauso. La reconquista del prestigio pasa necesariamente por la creación de una nueva imagen personal, diferente a la que aún pesa en la retina de las madres de los afectados, que rescata las más positivas huellas del pasado y crea rasgos frescos que distinguirán a la próxima persona, no pocos de estos últimos surgidos precisamente del proceso de aprendizaje individual que supuso el paso por el purgatorio judicial.

«Alguien puede ser condenado y disfrutar de una imagen poderosa, atractiva y hasta referente para la mayoría tras esa sentencia»

Cada víctima del juicio público es libre para elegir esos atributos que definirán su futuro yo. Muchos de ellos saldrán de la respuesta personal que el damnificado ofrezca al padecimiento, por lo que es fácil concluir que la construcción de la nueva imagen comienza ya durante el proceso judicial que da origen al juicio paralelo que se produce en la opinión pública. Cuando el maltratado está por los suelos, sí, ese es el momento clave. Es en ese camino sumarial donde el personaje marca cómo será recordado y, por lo tanto, conocido por los demás, donde la víctima dice quién es, donde se mide su capacidad de resistencia, donde se calibran sus límites, se valora su disposición vital y se configura su futura percepción pública.

La imagen crece o disminuye al margen de la realidad vital del sujeto. En el fondo, de hecho, no depende tanto de la deriva del proceso judicial como de la actitud del acusado ante esa crisis. Alguien puede ser incluso condenado y disfrutar de una imagen poderosa, atractiva y hasta referente para la mayoría tras esa sentencia. Son numerosos los ejemplos de mártires en vida castigados con silla eléctrica, crucifixión o garrote vil que luego ‘disfrutaron’ de un prestigio mundial.

En 2023 son legión quienes se enfrentan a estas penas de telediario como consecuencia de estar inmersos en procedimientos judiciales de todo tipo. Algunos de ellos confrontan delitos fiscales, como los recién exonerados por la justicia; otros, ilícitos económicos, de corrupción entre particulares o de falsificación documental. Cada historia es diferente, pero todos comparten el haberse convertido en objetivo de ese juicio paralelo que les ha transformado en personas distintas obligadas a acometer no solo la defensa legal, sino también la obligación de moldear a fuego un nuevo personaje público que también les cambiará por dentro.

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