Terrorismos con estilo
«Del terrorismo que no es ETA se ignora casi todo. Y quienes algo conocen, abusan del relato exculpatorio»
En estos días de ensanche navideño, y sin haberlo preparado, he hecho un pareado: termino la miniserie Exterior Noche (Filmin), que narra el secuestro y asesinato de Aldo Moro por las Brigadas Rojas, y en paralelo leo el libro de la abogada Carmen Ladrón de Guevara: Las víctimas del terrorismo de extrema izquierda en España (1960-2006). Ambos son testimonio de una patología característica de la Europa de postguerra: los grupos armados que se engloban en la tercera ola internacional de terrorismo.
El director de la serie es el veterano Marco Bellocchio, que ya trató el tema en su película de 2003 Buenos días, noche. Allí Bellocchio contaba el caso desde los ojos de una de las brigadistas. Ahora, gracias a la extensión de metraje que permiten las series, juega con la proliferación de perspectivas: el Ministro del Interior, el Papá, la mujer de Moro… El resultado es decepcionante en lo cinematográfico, pero inequívoco en lo moral. Más allá de las estilizaciones propias del género y de los matices precisos para sortear maniqueísmos, los brigadistas son retratados como fanáticos. Unos matan paran convertir Italia en una república socialista, otros ni eso: matan para morir y ser recordados como héroes. Su horizonte no es la victoria de Castro, sino la inmortalidad del Che.
El libro de Ladrón de Guevara no se interesa por la psicología de los verdugos, sino por su rendición de cuentas. O lo que es lo mismo: por honrar a sus víctimas. El título es incompleto, porque el terrorismo de extrema izquierda solo corresponde a la primera mitad del ensayo. La segunda se ocupa del terrorismo nacionalista. La autora hace bien en dejar a ETA, que jugaba en ambos terrenos, fuera del relato para empujar a la luz a quienes durante años se han aprovechado de su alargada sombra. Este ensayo pretende subsanar ese desconocimiento y subrayar que tan importante como derrotar al terrorismo es deslegitimarlo política y moralmente.
Del terrorismo que no es ETA se ignora casi todo. Y quienes algo conocen, abusan del relato exculpatorio; en forma de silencio en el mejor de los casos, y de orgullo en el peor. Porque la insurgencia violenta, y más cuando arranca en una dictadura, posee un glamour difícil de contrarrestar. Pero los catorce grupos terroristas que actuaron en España entre 1960 y 2006 asesinaron a 120 personas. 93 corresponden al GRAPO, tercer grupo terrorista más mortífero de Europa, solo superado por ETA y el IRA. Otros grupos, como el Exèrcit Popular Català (EPOCA), fueron menos efectivos, pero algunos de sus miembros -véase, Carlos Sastre- se ganan bien la vida. Y no le cuesta encontrar políticos ni periodistas que le palmeen afectuosamente la espalda por lo que fue.