THE OBJECTIVE
David Mejía

Bolsonaro para todos

«La distancia ideológica entre Bolsonaro y ERC no anula su común desprecio por los procedimientos democráticos, con un agravante: en 2017 ERC tenía un plan»

Opinión
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Bolsonaro para todos

Jair Bolsonaro.

Si Goya pintara hoy su Duelo a garrotazos los duelistas no se atizarían con un garrote, sino con la sección de Internacional del periódico. Deberíamos estar orgullosos de cuánto se ha refinado nuestro instinto fratricida. ¿Para qué arrojarnos piedras cuando podemos arrojarnos a Bolsonaro? Poco después de que los suyos asaltaran el Parlamento y el palacio presidencial, lo ingresaron en un hospital de Miami con molestias estomacales, y sospecho que fue por el meneo que le pegaron nuestra casta política y sus estorninos mediáticos. Al final del día uno no sabe quién se parecía más a Bolsonaro, si Vox o Podemos, si Ayuso o Sánchez, si ERC o el PNV. A mí me recuerda al actor Sam Neill, pero ese es otro tema.

La triste realidad es que todos tienen algo de razón. Unos llevan el bolsonarismo en la ideología, otros en el discurso populista y en su desprecio por los procedimientos e instituciones liberales. La afinidad de Vox y el partido de Bolsonaro no es una invención de la izquierda, es una realidad; cosa distinta es que sea una realidad preocupante. Vox es miembro orgulloso de la internacional reaccionaria donde militan Trump, Melloni, Viktor Orban o el propio Bolsonaro, pero -por decirlo en términos pandémicos- la variante española del virus no parece letal. Vox nos da motivos para estar alerta, pero no para declarar la alerta roja, como hacen algunos desde diciembre de 2018. Para enfrentar una amenaza, lo más importante es conocer sus proporciones. 

«No es necesario remontarse a la convocatoria ‘Rodea el Congreso’, que pretendía entorpecer una  investidura»

En Podemos, por su parte, están lejos de la internacional reaccionaria: ni santifican la familia, ni criminalizan la inmigración, y el mesías que les guía no está en la Biblia sino en La Base. Sin embargo, su actitud frente a las instituciones democráticas no es precisamente intachable. No es necesario remontarse a la convocatoria «Rodea el Congreso», que pretendía entorpecer una  investidura (sí, como los del Capitolio) y subrayar su ilegitimidad. Basta con retroceder unas semanas para rescatar sus declaraciones -también las del presidente Sánchez- sobre el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional.

No reconocer la legitimidad del Ejecutivo, como ha hecho Vox, es grave. ¿Pero acaso es menos grave no reconocer la legitimidad de otros poderes del Estado y de su tribunal de garantías? Y si se trata de malas compañías, ¿no es incluso más acreditable la vinculación de Podemos con el chavismo que la de Vox con el bolsonarismo? De cualquier modo, ni Vox ni Podemos han dado muestras de voluntad insurreccional, por mucho que se exciten en Twitter. Sin embargo, no podemos decir lo mismo de un actor político de la relevancia de ERC, socio prioritario del Gobierno. La cercanía ideológica entre Vox y Bolsonaro no les coloca a la misma distancia de un alzamiento. Y al contrario: la distancia ideológica entre Bolsonaro y ERC no anula su común desprecio por los procedimientos democráticos. En el caso de ERC existe además un agravante: en 2017 tenían un plan. No solo alentaron a las masas a alzarse contra la legalidad, sino que habían trabajado en un orden legal alternativo por si ese alzamiento triunfaba. 

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