THE OBJECTIVE
Velarde Daoiz

Aborto: una solución de compromiso

«Lo que hemos hecho en Occidente es trazar una raya en el suelo (hasta aquí no es castigable, desde aquí sí) con la que la mayoría de nosotros podemos convivir»

Opinión
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Aborto: una solución de compromiso

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En 2021 se produjeron en España algo más de 90.000 interrupciones voluntarias del embarazo.

En 2021 se produjeron en España alrededor de 340.000 nacimientos.

Es decir, en 2021, en España, más del 20% de los niños que podrían haber nacido no lo hicieron por voluntad de sus (potenciales futuras) madres.

Analizando la evolución de las estadísticas durante la última década hay cosas que resultan bastante llamativas.

Por un lado, desciende la tasa de mujeres que interrumpen voluntariamente su embarazo (aunque desciende más la tasa de nacimientos entre el mismo grupo de mujeres).

Por edades, las tasas descienden sensiblemente entre los grupos más jóvenes (menores de 19, y entre 20 y 24 años), y apenas lo hacen (más bien suben) entre los grupos mayores de 30 años).

Desciende significativamente durante la última década el porcentaje de interrupciones voluntarias del embarazo en el grupo de mujeres analfabetas o sin educación superior y aumenta significativamente en el de mujeres con bachillerato o universitarias.

Conclusiones a vuelapluma:

– Hay más porcentaje de embarazos no deseados hoy que hace 10 años (o quizá cada vez hay menos nacimientos no deseados, viéndolo desde otro ángulo).

– Aparentemente, las jóvenes generaciones son hoy más cuidadosas que las nacidas durante los años 80. Es posible que sea un éxito de la educación sexual en nuestras escuelas.

– No parece haber una gran relación entre quedarse embarazada involuntariamente y el nivel de estudios. O quizá lo que muestren las estadísticas sea la evolución positiva del nivel de estudios de las mujeres durante la última década en nuestro país, o una mezcla de ambas cosas.

Los datos más inquietantes, en mi humilde opinión, son los siguientes:

En alrededor del 50% de las relaciones que dieron lugar a las interrupciones, no se utilizaba o no consta que se utilizase ningún tipo de método anticonceptivo.

– En dos de cada tres casos, se trataba de la primera interrupción voluntaria del embarazo, y en uno de cada 10 se trataba, al menos, del tercero. Es decir, en España, más de 9.000 mujeres abortaron al menos por tercera vez voluntariamente, y para 30.000 no era la primera vez.

Y me inquietan porque esos datos pueden indicar, por un lado, la utilización del aborto como un medio anticonceptivo más; y por otro, que podría haber mujeres que se ven forzadas a mantener relaciones sin protección (lo que, sin saber yo mucho del tema legal, no parece ser muy compatible con un sano consentimiento en las relaciones sexuales).

«Es muy triste que se produzcan cerca de 100.000 embarazos no deseados cada año en España»

E independientemente de las ideas que pueda tener cada cual, creo que es muy triste que se produzcan (como poco) cerca de 100.000 embarazos no deseados cada año en España, más de uno de cada cinco.

Hasta aquí las frías cifras. Vayamos al meollo de la cuestión.

En mi opinión, se producen dos momentos diferenciales durante el proceso de reproducción humana: la unión de espermatozoide y óvulo, y el momento del nacimiento mismo.

Existe un consenso «casi unánime» en que a un recién nacido no se le puede matar sin repercusiones penales. Mi razonamiento personal es: si un minuto después de nacer no se le puede matar, ¿un minuto antes sí? ¿Y un día antes? ¿Y una semana? ¿Y siete meses? Tal y como lo veo, el embrión no es solo un ser vivo desde el momento de la fecundación, sino un ser vivo y humano. Por ello no se le debería poder matar, salvo en casos muy excepcionales (por ejemplo si peligrase de forma evidente la vida de la madre). Por supuesto, esta forma de pensar me hace inmune al argumento a favor del aborto en caso de malformaciones o enfermedades graves del feto, ya que no me parecería razonable admitir la interrupción de la vida de un recién nacido (o de un niño, o de un adulto) por tener graves problemas físicos o psíquicos.

Pero esta es mi opinión. Existen otras. Por ejemplo, que sería razonable que la madre decidiera interrumpir voluntariamente su embarazo mientras el feto no fuera viable fuera del seno materno, actualmente alrededor de las 22-23 semanas (aunque me pregunto qué dirían los que utilizan ese argumento si la ciencia consiguiera reducir esa edad de supervivencia fuera del útero materno hasta las 16 semanas o las siete, por ejemplo). O que, siendo el feto un ser vivo con potencialidad de ser humano, no es un ser humano hasta el desarrollo de su sistema nervioso (12-14 semanas), ya que es este sistema nervioso el que le dotará de conciencia y racionalidad humanas. Y por tanto que el embarazo debería poder ser interrumpido voluntariamente por la madre hasta ese número de semanas. Incluso los hay que consideran el aborto un derecho absoluto, por considerar el feto parte del cuerpo materno.

«No todo lo que es legal o no está penalizado es un ‘derecho’»

A estos últimos les recordaría que no solo el Tribunal Constitucional considera al nasciturus sujeto de algunos derechos, sino que la ley que opera en España desde 2010 lo que hace es despenalizar la interrupción del embarazo en determinados supuestos. Si fuera un derecho natural, no tendría que haber limitación alguna. Que yo pueda herir o matar a alguien en defensa propia no quiere decir que tenga derecho a herir o matar a alguien. Que yo pueda matar una mosca o una avispa no quiere decir que pueda matar cualquier animal en cualquier circunstancia sin castigo. No todo lo que es legal o no está penalizado es un derecho, o al menos no en el sentido que la inmensa mayor parte de la gente le otorgamos al término, y en el que intentan transmitir los políticos que lo llevan todo el día en la boca.

Vivimos en sociedad, y en democracia recurrimos a la ley para no acabar a bofetada limpia. No existe ni probablemente será fácil que exista nunca consenso respecto al asunto del aborto. Pero mientras se busca ese consenso, y mientras se intenta averiguar la verdad crucial del dilema ético del aborto (en qué momento el ser humano es un ser humano), lo que hemos hecho en Occidente es trazar una raya en el suelo (hasta aquí no es castigable, desde aquí sí lo es) con la que todos, o la mayor parte de nosotros, podemos convivir. Aunque no satisfaga del todo a casi nadie, aunque buena parte de nosotros pensemos que esa solución es en el mejor de los casos un mal menor, y aunque no renunciemos a convencer a los demás de que nuestra visión es la correcta.

Por cierto, cuando mi mujer quedó embarazada de nuestra tercera hija, al ser ella mayor de 35 años, el ginecólogo nos ofreció la posibilidad de realizar la prueba de la amniocentesis, informándonos de que el riesgo de que el bebé tuviera síndrome de Down era similar al de que se produjera un aborto natural debido a la propia prueba (1 entre 500 probabilidades, si mal no recuerdo). Nos miramos, y tardamos un segundo en rechazar el ofrecimiento.

Ahora, tras lo acontecido estos días en Castilla y León me pregunto: si ofrecer a una madre escuchar el latido del feto o ver su imagen en una ecografía de buena calidad es «coaccionarla» para que no interrumpa su embarazo, ¿es ofrecer la prueba de la amniocentesis coaccionar para que se decida abortar en caso de venir el feto con un cromosoma de más?

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