Barullo preelectoral
«El rechazo a Pedro Sánchez es hoy la mayor preocupación de los candidatos del PSOE. Temen que se le castigue con una patada en sus traseros»
La experiencia, los años de oficio, enseñan que las épocas electorales son siempre complicadas, a la par que apasionantes. La lucha por aparecer en las listas en lugares de salida rompe amistades y siglas; la guerra de sondeos y sus diferentes interpretaciones provocan situaciones de ansiedad que obligan a suplicar recetas de ansiolíticos, y los cuarteles generales se llenan de asesores que a menudo saben bastante menos que cualquiera de los trabajadores del partido que han echado los dientes preparando carteles, estudiando los resultados de las buenas y las malas estrategias y seleccionando las fotografías más vendibles de los candidatos.
Todo lo que se vive ahora se ha vivido con anterioridad, estamos en un dejà vu, que dirían los franceses. Pero en esta ocasión la situación de los partidos españoles se encuentra en un estado indescriptible, entre otras razones porque el todos contra casi todos es casi visceral, personas de un mismo partido se intercambian dentelladas, los intentos de seducir a los votantes de Ciudadanos -no digamos a los dirigentes- sobrepasan los límites de lo aceptable y se acrecienta el chantaje de los socios de Gobierno a Pedro Sánchez, que a medida que se acerca la fecha de acudir a las urnas exigen más y más a cambio de su apoyo parlamentario. ERC no se resigna a que el futuro de sus máximos referentes en la aventura del llamado procés esté en manos de los tribunales, veían ya a Junqueras asentado en el Palau de la Generalitat, pero por grande que haya sido el favor de Sánchez al abolir el delito de sedición y rebajar las condenas por el delito de malversación, la cosa no es tan fácil de arreglar porque la mayoría de los jueces y fiscales hacen su trabajo seriamente y sin dejarse presionar por el ambiente, que no es precisamente grato. Sobre todo cuando desde el propio Gobierno, desde Podemos, se les llama fachas con toga.
Precisamente en Podemos, en la extrema izquierda, hay lío. Izquierda Unida tendrá sus listas y Podemos las suyas, así que han dado una alegría a los que, desde centro y derecha, sueñan con deshacerse de Sánchez a través del divide y vencerás. En la extrema derecha, Vox se mantiene, los de Abascal sí parecen una piña. No parece que Olona tenga muchas oportunidades de regresar a la política por la puerta grande con su propio partido.
«Feijóo no ha acertado en la forma de presentar sus 60 medidas»
Hay lío por tanto entre ERC y el Gobierno; lío dentro de Ciudadanos porque Edmundo Bal se siente fuerte en el grupo parlamentario y no ha recibido bien la noticia de que seguirá siendo portavoz adjunto pero con menos competencias que antes de la celebración de la Asamblea o congreso que ganó la lista que respaldaba Inés Arrimadas. Bal, que ha sido un diputado revelación en esta legislatura, su primera legislatura, debería saber que cuando alguien se enfrenta a la dirección del partido, debe asumir las consecuencias porque nada será igual si pierde la batalla. Al menos le han respetado el cargo. Pero en Cs la cosa está que arde aparte de lo cabreado que pueda estar Edmundo Bal. Con una percepción que trasladan a la periodista algunos miembros históricos del partido: no es mejor la dirección actual que la que capitaneaba Arrimadas. Mal asunto.
En el PP hay satisfacción contenida. Porque siempre conviene contenerse, pero también porque Feijóo no ha acertado en la forma de presentar sus 60 medidas. Varias de ellas son de gran calado económico y social, y sin embargo quedan perdidas en el tumulto. Habría sido más efectivo presentarlas en varios capítulos para que se apreciaran más a fondo. Tampoco acertó con el local, una antigua iglesia en la que se celebran actos civiles; el entorno, y sobre todo la imaginería, no parecía el lugar más adecuado para presentar un programa de gobierno. Y hay debate sobre la asistencia a la manifestación en defensa de la Constitución que habían convocado varias asociaciones y plataformas. Acto que sin ninguna duda trató de patrimonializar Vox y lo consiguió a medias.
Hubo representación del PP, pero gente destacada del partido reconoce ahora, a balón pasado, que quizá Feijóo tendría que haber acudido. Tiene peso el presidente del PP como para dejar definitivamente atrás complejos que no le favorecen: no hace falta marcar distancias permanentemente con Vox, es de dominio público que no se siente nada cerca del partido de Abascal, que peleará con uñas y dientes para no verse obligado a alcanzar con él ningún pacto de gobierno y que ha sido muy firme en marcar distancias con el famoso Gallardo, que a falta de trayectoria política y de reconocida experiencia profesional como abogado, desde la vicepresidencia de Castilla y León se dedica a meter permanentemente el dedo en el ojo de Mañueco y del PP. Cuidado con estirar demasiado la cuerda, se puede encontrar con sorpresas, la paciencia de Mañueco, y de Feijóo, tiene un límite.
«Collboni es un buen candidato y, sin duda, es hoy el mejor cartel del PSC, incluido su líder Salvador Illa»
El PP ha presentado sus cabezas de lista a las capitales de provincia para las municipales del 28-M, mientras Pedro Sánchez daba un paso adelante para expresar su apoyo incondicional a Jaume Collboni, que ha renunciado a su puesto de teniente alcalde de Barcelona para dedicarse de lleno a la campaña electoral y ganar a Ada Colau.
Puede conseguirlo, Collboni es un buen candidato y, sin duda, es hoy el mejor cartel del PSC, incluido su líder Salvador Illa, que no pasará a los anales del socialismo catalán. Tampoco del Ministerio de Sanidad. Sánchez necesita a Collboni, de ahí que le apoye incondicionalmente. Da por perdida la batalla madrileña, y el PSOE solo se calmaría si contrapone el resultado que se presenta muy malo en Madrid, colocando a Collboni en la alcaldía de Barcelona.
Lo que habría que saber es si a Collboni le conviene que Sánchez dé tanta visibilidad a su apoyo… El rechazo a Pedro Sánchez es hoy la mayor preocupación de los candidatos del PSOE. Temen que se le castigue con una patada en el trasero de los que aspiran a ser alcaldes o presidentes de gobiernos regionales socialistas. No es ningún secreto, lo reconocen abiertamente desde hace mucho tiempo.