THE OBJECTIVE
Joseba Louzao

Patrimonializa que algo queda

«No son excluyentes ni buscan la uniformidad, por supuesto, porque ellos sí tienen la legitimidad de decidir sobre quién puede levantar según qué bandera»

Opinión
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Patrimonializa que algo queda

Protesta contra Ayuso.

La semana política ha estado marcada por las protestas estudiantiles, y su consecuente resaca mediática, a causa del nombramiento de Isabel Díaz Ayuso como alumna ilustre de la Facultad de Ciencias de la Información. Uno más de esos eventos estériles que nos regalan las instituciones públicas para mayor gloria de los políticos locales. Quizá deberían dejar este tipo de adornos innecesarios para los árboles de Navidad. Además, como nunca llueve a gusto de todos, sabemos que en unas semanas José Luis Rodríguez Zapatero será nombrado doctor honoris causa por la Universidad de León. Preparémonos para una vuelta a las mismas discusiones bizantinas, aunque con intercambio de argumentos, ante la probable reedición de los alborotos desde el otro lado de la sima ideológica.

En cualquier caso, es evidente que la libertad de expresión está consagrada en nuestra Constitución. Y que siga siendo así por mucho tiempo. Hay que defender la necesidad de que existan cafres en el espacio público, que puedan expresarse como quieran y en las situaciones que consideren oportunas. Ya sea en un acto académico o en el desfile de las Fuerzas Armadas. Todos somos humanos y nos humanizan estas debilidades. La zafiedad, además, suele aparecer en el momento de cabreo en el que se alza la voz con vehemencia. Solo el interés político del momento transforma la anécdota en un claro testimonio de la realidad degrada. Recuerden que ya estamos en campaña y que los chamanes creen que cualquier voto que se consiga ahora sumará en unas autonómicas y municipales que van a condicionar el futuro demoscópico de las elecciones generales por venir.

El problema para la salud democrática de nuestro país nunca estará en los gritos e insultos contra el político de turno en protestas. Lo que va abriendo grietas es que se justifiquen y que, como en este caso, se haga desde el Consejo de Ministros. No es la primera vez, ni será la última. Las excusas siempre han sido variopintas como demuestra el caso de Díaz Ayuso. Ella, faltaría más, se lo ha buscado como la provocadora innata que es. Estos análisis no surgen de perfiles anónimos en redes sociales. Y sorprende que estas explicaciones partan de un espacio sociopolítico que en las últimas semanas nos ha dado la matraca con los peligros de según qué acciones. 

«Extraña forma de vida la del analista independiente que cambia la interpretación según quiénes sean los protagonistas»

Los ojocuidado – esos partisanos de la superioridad moral de sus posicionamientos- no se han cansado de denunciar que hay consignas surgidas de las protestas contra el Gobierno que ayudan a deslegitimar el resultado democrático de las urnas, que las palabras son el germen de la violencia, que no se pueden blanquear según qué cosas y que los ataques a las mujeres en política son producto del machismo. Deben tener las caderas rotas de tanto zigzaguear con las incoherencias propias. Extraña forma de vida la del analista independiente que tiene que defender lo que hacen los suyos día tras día y que tiene la obligación de cambiar la interpretación según quiénes sean los protagonistas. 

En realidad, la principal lección de estos días es que, a izquierda y a derecha, todo el mundo necesita patrimonializar algo. Cuando llega la celebración de la fiesta nacional, la izquierda siempre quiere colocar su mensaje: la derecha pretende apropiarse de la nación y de sus símbolos desde una lectura excluyente y uniforme. Sin embargo, no son capaces de mirarse en el espejo. En semanas como esta, cualquiera puede descubrir que ellos quieren patrimonializar lo público, el Orgullo o la celebración del 8 de marzo. No son excluyentes ni buscan la uniformidad, por supuesto, porque ellos sí tienen la legitimidad de decidir sobre quién puede levantar según qué bandera. La trampa argumentativa es evidente. Y solamente se puede escapar de estas contradicciones alimentando la polarización. No me parece mal que jueguen este partido, pero que nos dejen de señalar con el dedo inquisidor.

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