THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

Dos lecciones de Italia para la guerra cultural

«Algunos siguen pensando que esto va de embestir un trapo rojo. Otros creen que ser ‘moderado’ implica no defender tus valores cuando se los llevan por delante»

Opinión
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Dos lecciones de Italia para la guerra cultural

La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni. | Europa Press

La hegemonía de izquierdas, que se desarrolla y se fortalece en 1968, ha supuesto una demolición de algunos valores importantes. Hay un ciudadano moderado que decide no dar la batalla contra esa hegemonía, porque su ideal de ciudadano modélico es aquel que evita la confrontación de ideas. La realidad es que tanto si uno decide involucrarse como si no, la guerra cultural se la están dando bien, cada día, y la democracia liberal está despeñándose por un barranco de estupidez, censura e hipocresía. La R de reaccionario es la nueva «letra escarlata» que señala a los que se niegan a reconocer la superioridad moral de la izquierda progresista. Estos hombres tan intelectuales y progresistas son luego muy tontos para descubrir o inventar etiquetas. La realidad es que muchos tenemos claro que lo importante no es sustituir unos credos por otros, sino promover una cultura ciudadana más liberal. 

Los españoles somos una sociedad madura y nos gusta participar en el debate de ideas, somos grandes conversadores, por eso la guerra cultural no puede convertiste en la especialidad de políticos que agitan las aguas identitarias. El españolito debe articular un contradiscurso inteligente, no convertirse en el tonto útil o en la caricatura de su cuñado. Del nuevo Gobierno de Italia podríamos aprender dos lecciones. La primera de Giorgia Meloni, que avisaba tras ganar las elecciones y en el momento de formar gobierno de que «los nostálgicos del fascismo son los tontos útiles de la izquierda». La nostalgia es también una cosa intelectual, algo así como si volvieran la Chelito o Pastora Imperio a cantarnos la cantinela, pero no conviene abusar. Lo de Meloni vale para cualquier partido o secta donde el extremismo, o el ala radical o fanática lleva la voz cantante. Son círculos donde se piensa que adoptar el discurso mayoritario o mainstream implica por sistema ser un moderadito y perder las esencias. Lo de la ventana de Overton les sale mal. 

«Ser occidental implica creerte con derecho a que tus ideas tengan peso en la sociedad»

La segunda lección nos la da el napolitano Gennaro Sangiuliano, ministro de Cultura de este Gobierno italiano que tanto ha desquiciado a la izquierda europea. En una entrevista con Abc, Sangiuliano nos da una lección de liberalismo clásico. Dice: «Tocqueville y Ortega y Gasset nos recuerdan que una sociedad democrática no puede prescindir de una serie de valores». Ortega, como la Pastora Imperio que decíamos antes, es tan español que toda España le leía y ahora tiene que venir la derecha italiana a poner en valor a Ortega, a recordarnos quien fue este buen hombre. Y Sangiuliano, como sabe por donde van a algunos, dice que no quiere reemplazar la hegemonía de izquierda con la hegemonía de derecha. «Quiero que la cultura sea abierta, libre y plural». 

Aquí tenemos aún un cacao tremendo, por eso debemos mirar a Italia. Solo con que nuestras derechas adopten la estrategia de Meloni y el método de Sangiuliano pueden ganar la batalla cultural. Pero algunos siguen pensando que esto va de embestir un trapo rojo, y que cuanto más bruto sea el toro, mejor. Otros creen que ser moderado implica no poder defender tus valores y derechos cuando se los llevan por delante. A estos moderados la Historia puede enseñarles que cuando tus ideas no tienen poder suficiente, has de sucumbir ante las ideas del Otro. Así son las batallas de las ideas y quien renuncia pierde. De nuevo, hay que conocer nuestra tradición liberal para permitirnos algunas licencias. Ser occidental implica creerte con derecho a que tus ideas tengan peso en la sociedad. Los españoles llevamos más 2.000 años de filosofía y guerras civiles, pero aún no sabemos dar la batalla cultural ni hemos comprendido a Ortega. 

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