La regeneración de verdad
«La propuesta de Feijóo es un obstáculo a la posibilidad de consensos, con dos beneficiarios: el bipartidismo en la mayor parte de España y el nacionalismo»
¿Qué reformas electorales necesita España? Las que hagan más proporcional y más justa la representación de sus ciudadanos. Las que mejoren esa representación y el funcionamiento de las instituciones, que están sufriendo asaltos y agresiones de enorme gravedad. En definitiva, las que más se acerquen al principio de un ciudadano, un voto. A una España de ciudadanos libres e iguales.
¿Qué medidas no necesita este país? Las que, ajenas a la realidad, no sean más que una treta para apuntalar el viejo bipartidismo. Las que pongan trabas a los consensos, o aquellas que solo los busquen con las fuerzas políticas que no tengan un proyecto para España más allá de su desarticulación y disolución.
Tenemos un sistema electoral hecho a medida del antiguo bipartidismo y ajeno a las nuevas realidades más plurales, con mayor oferta política para que los ciudadanos elijan su propia voz. Un sistema poco eficaz para resolver los problemas políticos, territoriales y sociales y, desde luego, poco eficaz para que los ciudadanos se sientan representados.
Lo que nos sobran son las trampas de los beneficiarios del bipartidismo, PSOE y PP, para blindar el sistema de turnos. Por eso estamos contra las propuestas que saboteen las reglas básicas de la democracia representativa.
«La regeneración de verdad no puede incluir nada que atente contra la democracia parlamentaria y la igualdad de los españoles»
Es evidente que hacen falta medidas regeneradoras que tienen que ver con la elección de organismos públicos hoy tomados al asalto por el Gobierno, y que también se refieren a las instituciones –el Tribunal Constitucional, la Fiscalía, el Consejo del Poder Judicial– que tanto PP como PSOE manejan a su antojo, pactando entradas y salidas de magistrados, desde hace décadas y sin ningún pudor.
¿Quién puede estar en contra de eso?
Pero la regeneración de verdad no puede incluir nada que atente contra la representatividad, la democracia parlamentaria y la igualdad de los españoles. Por esa razón, estoy en contra de la propuesta de Alberto Núñez Feijóo de que gobierne la lista más votada.
Es un golpe a la proporcionalidad: un obstáculo a algo tan importante como la posibilidad de consensos, de llegar a acuerdos después de unas elecciones, de formar coaliciones bajo un programa acordado para gobernar cuatro años. Es una propuesta con dos beneficiarios: el bipartidismo en la mayor parte de España y el nacionalismo en ciertas comunidades autónomas.
Lo más justo sería algo que requiere una reforma constitucional: una circunscripción única que trate a todos los ciudadanos por igual. Y también un sistema que exija tener un proyecto para todos ellos, asignando un porcentaje mínimo nacional en toda España para poder estar presente en el Congreso de la nación. Lo que hoy tenemos, en cambio, es un Congreso cantonalizado, un Senado infrautilizado y unas Diputaciones que conforman un sistema electoral disfuncional, que mantiene las desigualdades y alienta la desconfianza en el sistema.
«Proponemos debates obligatorios en las campañas electorales y el compromiso de que las elecciones se celebren en domingo»
Por eso, como propuesta para poner ya en marcha, hemos presentado una proposición de ley que implica un ambicioso cambio en la normativa electoral para regenerar el Congreso, el Senado y las Diputaciones Provinciales. Para tener un Congreso más representativo (con un escaño de base por provincia y una fórmula más justa para el reparto del resto); un Senado en el que de verdad estén mejor representados los territorios (con la introducción de cuatro circunscripciones uninominales en cada provincia, similar al modelo francés o británico); y unas Diputaciones Provinciales más democráticas (con sistema de elección directa, como en los ayuntamientos y cabildos, y eliminando el oscurantismo actual).
También proponemos debates obligatorios en las campañas electorales, la modernización de las normas reguladoras de los sondeos y de su transparencia y el compromiso de que las elecciones se celebren en domingo y que, en la medida de lo posible, no coincidan con periodos festivos para facilitar la participación.
Son cuatro reformas de verdad, concretas, precisas y que no cuestan más que la voluntad política de querer hacerlas. Y que ayudarían a tener un sistema electoral más justo y una arquitectura institucional más eficiente. Todo ello fomentaría una mayor confianza en la representatividad y en el funcionamiento de la democracia.
En definitiva, de lo que se trata en este momento tan importante para nuestra salud política y nuestra convivencia no es de hacer propuestas de campaña electoral, sino de gobierno; no de proponer medidas en contra de la igualdad, sino de forjar un proceso electoral más moderno y democrático que mejore la representación de los ciudadanos a largo plazo, corrija las ineficiencias y reforme las instituciones que no están funcionando. De lo que se trata es de dejar de hacer propuestas con la calculadora en la mano, midiendo los resultados propios, para hacerlas pensando en el futuro de nuestro país.