Catarsis política
«En lugar de solucionar los problemas reales, el gangsterismo socialista se ocupa de crear un paraíso dominical y conformista a medida del señor Sánchez»
Estos días vemos a los políticos hacer y deshacer leyes o improvisar sobre la marcha, porque estamos ya con la campaña hasta el cuello. Vox propone una moción con Ramón Tamames, que es ya, en los medios, el teleñeco de campaña que nos faltaba. El personal está calentando las palomitas para lo que viene, porque la política y todo el complejo electoral que viene es parte del costumbrismo vulgar y el «secretito» de los famosos. No quisiera participar en la lapidación colectiva y festiva de Tamames, que tiene sus razones personales para ser protagonista por un día. Y aquí no sólo funciona la competencia cuerpo a cuerpo, sino que hacen falta nuevos rostros políticos, a ser posible gente sin ideas y sin otro talento que la eficacia. El caso es que en la vida real, a los españoles nos viene mejor que el juicio político a Sánchez se decida en las elecciones, y no en el teatrito de la moción. Porque en este proceso Vox puede generar una catarsis, la liberación o transformación interior de los espectadores, sin que haya un cambio político que acompañe al proceso.
Estos días de bollos políticos releo a Julián Marías, que hace un ensayo muy orteguiano en La España real. Explica que por temor, cansancio o bien por cierto escepticismo, España prefirió no enfrentarse a los problemas apremiantes durante la Restauración. Después de la parálisis los problemas se enconan, y se produce la gran catarsis política que todos conocemos. Dos problemas de aquella España de Marías son de actualidad: la crisis económica y el problema del catalanismo. Siempre la misma historia. Y la tragedia empieza a enquistarse, con lo que se convierte en catarsis política y empiezan los picotazos. En lugar de solucionar los problemas reales, el gangsterismo socialista se ocupa de crear un paraíso dominical y conformista a medida del señor Sánchez. Todas las soluciones a los problemas de la España real se pueden resumir en una palabra: «trampear». O en el mejor de los casos, «poner paños calientes».
Y Marías nos advierte: cuando el Gobierno no se ocupa de los problemas de la España real, «este vacío es ocupado por otras presiones impolíticas». Es decir, de la parálisis nos dirigimos siempre a la catarsis por medio de alguna escaramuza política, ya sea una moción o un circo electoral de tres pistas. La moción de censura será solo otro episodio político hacia la catarsis anunciada. Por eso, lo que deberían hacer los políticos es dejarse de picotazos. Nos encontramos en ese momento en que la inoperancia política, que es muy antigua y muy nuestra, ha de resolverse con un cambio real en las urnas. Hoy, hasta el propio sentido de la tragedia está en decadencia, porque el público ha cambiado la catarsis del teatro de Calderón por el chisme y el culebreo político. La decadencia de la tragedia como género no hace sino profundizar este drama tan nuestro. Lo interesante es que Marías reparte las culpas entre todos los espectadores: «Toda una España, con sus gobernantes y sus gobernados rehuyó los problemas apremiantes…»