No lo vieron venir
«Sobran las ganas de devolver a la guardería a los políticos populistas. Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecemos perdemos el respeto»
Les ha vuelto a pillar por sorpresa y ya es sabido que nadie se responsabiliza de no verlo venir. Nos pasó allá por 2008 cuando estalló la burbuja de crédito y, tras ella, la otra, la inmobiliaria, que todos intuíamos desde 2004 cuando la cosa empezaba a oler a catástrofe. Nadie vio la mezquindad de los mercados, a los que luego demonizaron como si fueran una especie de mano negra aforada a la que echarle la culpa. Nadie. Tampoco vieron la mala leche de un virus que mataba a diestro y siniestro, paralizándonos, además, toda actividad no esencial cuando una década antes cientos de expertos- de los de verdad- gritaron a los gobiernos que teníamos a la vuelta de la esquina una amenaza pandémica.
No avistaron una guerra en Ucrania que nos habría de condicionar las materias primas y el gas. En sus cabezas, la invasión del Donbás y Crimea, prorrusa y rusa parlante, que se veían venir desde años por su cercanía y la codiciada riqueza en minerales y cultivos de cereal, era un juego de chiquillos sin peligro alguno. De la misma manera, no contemplaron el riesgo que entrañaba un demente como Putin en la presidencia de la Federación Rusa. Ni tampoco que la ampliación de la OTAN hacia los países del Este, faltando al compromiso adquirido con EE UU, iba a cabrearle tanto. Mire, esta guerra difícilmente se podía evitar, pero íbamos en esa dirección y aún así les pilló por sorpresa, otra vez.
Nunca vieron que después del confinamiento íbamos a salir a la calle a gastar lo que no habíamos gastado en meses, y que íbamos a demandar materias primas todos al unísono encareciendo los precios y creando cuellos de botella en la cadena de suministros de mercancías. Asimismo, tampoco vieron que convertir durante años a China en la fábrica del mundo iba a hacer que tuviéramos los genitales cogidos por sus manos. Ni que los bancos centrales, para ayudarle a agravarle el insomnio, subirían los tipos ahora, cuando más necesitamos que no nos encarezcan los recibos que cada mes pagamos. Con las hipotecas más altas y menos créditos para sacar adelante el negocio, es sencillo presagiar que a los que nos ha dejado vivos la covid nos va a matar la vida que hemos inventado. Lo que sí aventuraron es que -en una economía desarrollada donde solo un 15%-20% de lo que gastamos en alimentos se destina realmente a la comida- cuando desaparezca la demandada extraordinaria también lo harán los precios extraordinarios, y que lo mejor que pueden hacer los gobiernos, es nada. Lo que nos faltaba.
«Lo que vemos es cómo a una panda de chiquillos arrogantes y dogmáticos se les deja dirigir el país»
Y por si no fueran suficientes todos estos desastres por falta de visión, aquí en España, éstos se solapan con una serie de ultrajes a la maltrecha ética colectiva por unos políticos que ya nos crean más problemas que nos resuelven.
Estupefactos e indignados, lo que vemos, y desde hace demasiado tiempo, es cómo a una panda de chiquillos arrogantes y dogmáticos se les deja dirigir el país con las mismas consecuencias que tiene dejar a un niño al volante de un coche por el centro de la ciudad. La sociedad lo ve: somos su juguete y cada uno de nosotros sus muñecos en ocasiones enfermos, pobres o ricos y siempre rotos porque esto ya no hay quien lo arregle. Lo de ellos sí tiene arreglo, porque aquí ya tenemos dos Estados de derecho, uno para los ciudadanos y otro para los políticos.
Sobran las ganas de devolver a la guardería a los que salieron sin saber controlar sus esfínteres y en estos años lo han puesto todo perdido de un apestoso populismo. Camarillas ineptas que hostigan a la inteligencia y recompensan las maniobras sin escrúpulos con una asombrosa incapacidad para ver que cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecemos perdemos el respeto.