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Pepa Gea

Entre San Antón y Descartes

«La Ley de Bienestar Animal está tan mal hecha como la del ‘solo sí es sí’, que está rebajando la penas a las alimañas y dejando libres a muchos pájaros»

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Entre San Antón y Descartes

Erich Gordon

O si lo prefiere, entre Gandhi y Sócrates. Como sabe, a las puertas de la Iglesia de San Antón miles de animales y sus dueños -no por eso menos animales- esperaron pacientemente un año más su bendición como si en sus almas cupiera la fe. El santo se alzó como patrón después de devolverle la vista a las crías de un cerdo salvaje que, para compensarle el gesto, le acompañó toda su vida como el mono Amedio a Marco. Leyenda o no, lo cierto es que en el santoral se le conoce como el protector de los animales, mientras que en el infierno de lo contrario está Descartes. El desprecio que sentía el filosofo por estos seres vivos era notable y sobradamente fundado en su famosa duda metódica. En su mundo cartesiano, llegó a la conclusión de que los animales carecían de alma, cerebro y sensibilidad. Para René, estas criaturas no piensan y se mueven por la disposición espacial de sus órganos como las máquinas que solo responden a leyes mecánicas. Esa falta de piedad por la machina animata le llevó a afirmar que si un animal se queja, no es que sufra, es que el mecanismo falla de la misma manera que cuando a un carro se le sale una rueda y chirría, no significa que el eje esté sintiendo dolor, es que no está engrasado. Total, que muchos nos movemos entre el antropocentrista y el biocentrista que casi hacía rezar a los cochinos. Y ni una cosa ni otra; pongamos un poco de cordura.  

Si nadie lo remedia, la Ley de Bienestar Animal nos forzará a contratar en nuestra ausencia a un cuidador que no pierda de vista al gato, al perro, a la tortuga, y a la pecera. Habrá que hacer ese cursillo que no se nos exigió para tener un hijo; si queremos comprarnos un perro deberemos pasar un test que valore nuestra aptitud para desenvolvernos en el ámbito social, no sea que el animal se vaya con un sociópata. Les aseguro que la Declaración de Ginebra de los Derechos del Niño tiene menos artículos que esta Ley de Bienestar Animal. Dice Ione Belarra, a la que no le hemos exigido ningún curso para llevar un ministerio, que con la nueva norma los animales dejarán de ser cosas y pasarán a ser miembros de la familia y no le falta razón, porque muchos suplen los hijos por mascotas colmándolos de mimos y tratándolos como niños pequeños.

«Para este Gobierno, las leyes, cuantos más problemas ocasionen a los ciudadanos, más rápidas van»

La ley está en fase de tramitación en el Congreso y en cualquier momento nos dará un susto porque ya sabe que, para este Gobierno, las leyes, cuantos más problemas nos ocasionen a los ciudadanos, mas rápidas van. La ley está paralizada por falta de entendimiento entre los padres de la misma y porque está tan mal hecha como las del sólo sí es sí y la malversación, que está rebajando las penas a las alimañas y dejando libres a muchos pájaros con poder. Eso sí es bienestar animal.

El domingo habrá una nueva concentración en la Plaza Mayor de los que están en contra de esta ley animalista que, al tiempo que obliga a llevar a los perros de caza en remolques climatizados, en otro articulo deja claro que no atañe a los perros de caza, rehalas y animales auxiliares de caza. Y así todo.

No seré yo quien niegue los beneficios emocionales que nos aportan los animales, pero paremos su humanización porque hasta los veterinarios han alertado de que no les administremos nuestros medicamentos a los perros. Entre la petofilia y la mascotafobia hay mucha horquilla. Hagamos el favor.

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