No disparen a Tamames
«A pesar de que su elefantiásico ego le impida ver algo tan evidente, su presencia en el Congreso es tan instrumental que no merece la pena ser tenida en cuenta»
Los antiguos egipcios construyeron su civilización sobre las crecidas anuales del Nilo, un río que, generoso, regaba cada año sus campos de cultivo de un limo oscuro y fértil sobre el que las cosechas germinaban en pocos meses permitiendo llenar de trigo los silos de un imperio que se extendió desde el mediterráneo hasta el interior del continente africano.
Eran tan dependientes de este regalo de los dioses que desarrollaron un complejo sistema de observación astronómica para predecir con exactitud las fechas de cada crecida que complementaron con una red de «nilómetros» que determinaban el alcance de la crecida, el momento adecuado para recogerla y hasta los impuestos que debían abonar los agricultores al faraón.
Algo muy similar sucede hoy en nuestro país con las mociones de censura de Vox, un mecanismo que los padres de la Constitución concibieron extraordinario y que a este ritmo corre el peligro cierto de convertirse en cíclico -e incluso en anual-, con la salvedad de que los graneros que llena de votos no son los del distópico y menguante imperio abascalino sino los del gobierno de Pedro Sánchez.
De hecho la mayor diferencia entre uno y el otro es que resulta mucho más sencillo predecir las mociones de censura de Vox que las crecidas del Nilo, para las primeras no hace falta articular sistema astronómico alguno, en cuanto el Gobierno se ve acorralado por sus propios errores, Abascal corre raudo en su auxilio enarbolando una moción de censura aún más marciana que la anterior, ya que en esta ocasión y en prodigioso triple tirabuzón llevan como candidato al casi nonagenario y ex miembro del Comité Central del Partido Comunista de España Ramón Tamames.
Les confieso que se me escapa el proceso que ha llevado a Abascal a realizar una pirueta que puede terminar de convencer incluso a sus seguidores más incondicionales de la inanidad y el oportunismo de sus propuestas y a Ramón Tamames a encabezar una charlotada que sin duda va a disolver en ácido vóxico buena parte del prestigio político e intelectual que acumuló durante su dilatada trayectoria, arrojando de paso su figura a la cuneta de la historia de la mano del nacionalpopulismo de extrema derecha. Ellos sabrán, lo que me preocupa es que el envite plantea un par de dificultades de cierta complejidad a los partidos de la oposición durante el desarrollo del debate de la moción:
La primera es que el debate de una moción de censura en nuestro país es un mecanismo perfectamente tasado por el legislador mediante el cual tanto uno de los firmantes de la misma -probablemente Santiago Abascal- como el candidato a la investidura pueden dirigirse al pleno del Congreso de los Diputados sin límite de tiempo y que otorga al Gobierno censurado las mismas capacidades mientras que limita la participación del resto de grupos parlamentarios a un duro régimen de tiempos tasados, algo que si es bien aprovechado por Sánchez y Abascal puede dar como resultado un duelo perfectamente coreografiado desde la tribuna del Congreso que sirva a los intereses tanto de unos como de los otros de presentar el próximo ciclo electoral como una batalla PSOE vs. Vox, invisibilizando al Partido Popular.
«Es altamente probable que la avanzadísima edad de Ramón Tamames despierte un sentimiento de lástima en la audiencia del debate»
La segunda es un poco más complicada de explicar pero creo que me van a entender ustedes perfectamente: es altamente probable que la avanzadísima edad de Ramón Tamames despierte un sentimiento de lástima en la audiencia del debate que independientemente del tono de su discurso (Tamames puede ser la soberbia personificada), podría convertir cualquier ataque a su figura en un boomerang de solidaridad que refuerce su figura y la del partido que le ha llevado allí.
La solución a esta pinza no es sencilla y pasa necesariamente por entender que este es el terreno de juego en que Abascal y sus muchachos pretenden que se desarrolle el debate y evitarlo de la única forma posible, que es rebajando el interés y la altura política del mismo utilizando todas las tácticas posibles, esto es, desde sacar a confrontar con Abascal a diputados de tercera fila en lugar de a los portavoces habituales para dejar clara su nula relevancia hasta evitar que el debate se articule en torno a las propuestas materiales del caudillo de Vox para poner de manifiesto el nulo respeto a la Constitución y al Parlamento que supone haber montado de nuevo este circo.
Y un último consejo, sobre todo no disparen a Tamames, a pesar de que su elefantiásico ego le impida ver algo tan evidente, su presencia en el Congreso es tan absolutamente instrumental que no merece la pena ser tenida en cuenta. No debatan con él, ni siquiera le mencionen, así estarán haciendo un favor tanto a su trayectoria política como a nuestra democracia.