Réquiem por Tamames
«Lo que diga Tamames no cuenta. Su vacío crea el espacio para que Sánchez, con la colaboración de Yolanda Díaz, escenifique el gran proceso a la derecha española»
A la mañana siguiente se inauguraba en la Universidad de Bolonia el congreso organizado por el historiador Luciano Casali por el cincuentenario de la guerra civil española, que había tenido lugar el año anterior. Mi mujer Marta y yo, al igual que los demás participantes, estábamos albergados en un hotel de antigua construcción, en el centro de la ciudad y de paredes muy delgadas. Así que ya sumidos en el sueño, nos despertó la voz poderosa de Ramón, que con su esposa Carmen, acababa de entrar en la habitación contigua. Hacia las siete de la mañana la misma voz volvió a despertarnos, ahora por sus sucesivas llamadas a radios españolas, a las cuales anunciaba la próxima celebración de un congreso de su minúscula Federación Progresista, que decidiría sobre el abandono de Izquierda Unida. A la hora debida, recibió la llamada de España a las 8, y empezó asombrándose de que hubieran podido localizarle, allí, en Bolonia, mientras acudía a un congreso científico. Repitió sin más su relato y el asunto se cerró, hasta que los congresistas nos disponíamos a entrar en el microbús que había de llevar al aeropuerto. Cerraba la fila nuestro hombre y tras él salió el recepcionista del hotel, con una demanda bien concreta: Signore, signore, deve pagare il conto del teléfono! Protestó en vano. Fueron 31.100 liras.
Coincidí con él en la presidencia colegiada de IU entre su constitución en 1986 y esa segunda mitad del 87 en que la abandonó con el pretexto de que IU había firmado el pacto antiterrorista sin consultarle. En las reuniones, presididas por el voluntarioso Gerardo Iglesias, mi voz no contaba para nada; la suya sí, pero sin asumir una posición rectora. Recuerdo una reconviniéndome por ignorar en mis críticas la «insospechada» capacidad dirigente de Iglesias, poco antes de que él mismo abandonara el barco. Su objetivo no era la expansión de IU, sino lograr una presencia política de su FP, reducida a la condición de partido personal o de personalidad, en la línea del que fundara anteriormente aquel simpático e inteligente personaje que fue José Vidal Beneyto.
Jordi Solé Tura me contó el episodio de su intento para conseguir implantación en Barcelona, al cual él mismo le ayudó por amistad, aun perteneciendo a otra fuerza política, y sin resultado alguno. Una cena con personajes inverosímiles (sic) terminó sin captación alguna y con el mismo epílogo que las llamadas telefónicas en el hotel de Bolonia, ahora con Jordi como víctima designada por el restaurante acreedor.
«Nace así por obra y gracia de nuestro personaje el control de la capital por el centro-derecha, primero, y por el PP a continuación»
Durante más de un año, en la presidencia de IU, Ramón intervino con su habitual sentido de la autoridad sobre cuestiones puntuales, nunca estratégicas. Tenía demasiada estima hacia sí mismo y escaso sentido del humor para resignarse a pepinvidalear en el marco de IU, por lo demás marcada en estos sus primeros tiempos por el fracaso en el intento de recuperarse de la autodestrucción de 1982, obra de Carrillo, y por una composición tan caótica que ni siquiera faltaba en su interior una secta, el Partido Humanista.
Lo grave no fue que abandonase una empresa sin futuro, sino que clausurara su militancia en la izquierda con su voto que en diciembre de 1989 representa la victoria de la moción de censura que provoca la sustitución de Juan Barranco, alcalde socialista de Madrid por Agustín Rodríguez Sahagún. Nace así por obra y gracia de nuestro personaje el control político de la capital por el centro-derecha, primero, y por el PP a continuación. Un giro copernicano en lo personal y en la política española, que ahora encuentra con otra moción de censura una «insospechada» prolongación.
La cosa tiene aires de farsa, pero es algo peor. Ramón Tamames y Santiago Abascal acaban de inventar un nuevo tipo de bumerán político: lanzado con el objeto declarado de potenciar a una fuerza de derecha, en transitorio declive, que en su vuelta va a golpear a su aliado y a invertir el sentido de una vida política marcada desde hace un año por las dificultades y las expectativas menguantes de Pedro Sánchez. Es un estúpido bumerán y un salvavidas. Tezanos no va a precisar de los manejos habituales para que a su CIS le salga la victoria del PSOE. Sobre todo, tras el sorprendente respaldo de la UE a las pensiones expansivas, Sánchez recupera gratis la iniciativa.
Feijóo y el PP quedan atrapados en lo que se llama una paradoja pragmática. Les ponen ante un dilema insalvable. Si apoyan la moción Vox-Tamames, cumplen el diagnóstico de Sánchez y sus socios: están al servicio de la extrema derecha, son su expresión vergonzante y enmascarada. Si como opción más razonable, optan por mantenerse al margen de la farsa y se refugian en la abstención, dejan el escenario libre para la actuación de sus competidores. La acusación más frecuente y justificada dirigida contra el líder popular alude precisamente a su inhibición, a confundir la moderación con la ausencia y con la debilidad de sus propuestas y objeciones. Desde el margen no se ganan unas elecciones, y esta es la imagen buscada irreflexivamente por Vox, de la cual es Sánchez el gran beneficiario.
«Buscando el protagonismo, Ramón Tamames se ha convertido a sí mismo en irrelevante»
En toda esta historia, buscando el protagonismo, que tal vez logre algún momento al intervenir, en la dimensión de la política como espectáculo, Ramón Tamames se ha convertido a sí mismo en irrelevante. Lo que diga o haga no existe ni cuenta. Su vacío crea el espacio para que Pedro Sánchez, al parecer con la colaboración de Yolanda Díaz, escenifique el gran proceso a la derecha española, esto es, presente de antemano y sin réplica un voto de censura contra su oponente Alberto Núñez Feijóo. Algo que Sánchez hubiera deseado para dar un vuelco al panorama político, pero que él mismo no podía organizar y que ahora se encuentra hecho.
De paso el acompañamiento de Yolanda Díaz le permite otra escenificación: la líder electoral de la extrema izquierda del gobierno en el gobierno, puesta fielmente al servicio de su estrategia. En la forma que apuntaba ante los espectadores el oficial mussoliniano de ¡Ay Carmela!, van a presentarse ante el Congreso y ante los españoles «dos ideas de España», según formula Bolaños: el Progreso y la Reacción. Y la bofetada no se la van a llevar los causantes de la farsa, sino quien nada tiene que ver con la misma. No importa que el debate político resulte de este modo viciado hasta el extremo. Tampoco que al adecuar su «Sumar» a «sumar a», Yolanda Díaz se cierre su propio horizonte político, si es que este existía, asumiendo al mismo tiempo la subalternidad respecto de Sánchez y la exigencia de no distanciarse de UP.
Tenía razón Santiago Abascal al desear que Vox no fuera absorbido o marginado por un PP centrista, pero hubiese sigo inteligente por su parte atisbar que su maniobra podía conducir a un irreversible debilitamiento de la derecha y a una recuperación decisiva de Pedro Sánchez. Y a un agravamiento para nuestro país de esa indeseable tensión interna entre las supuestas «dos Españas», sostenida a toda costa por un Gobierno que ve en ello la base para su perpetuación en el poder.