El fracaso de la moción no salva a Sánchez
«Sánchez se permitió el lujo de hablar a Tamames como si fuera un chaval que acaba de entrar en la universidad. O, casi peor, tratándole como un jubilado»
Sánchez trató a Tamames como si no tuviera idea de economía ni de política. Tamames tiene 90 años, pero ya querría el presidente contar con una biografía parecida. A sus 90 años se relaciona con gente de larga trayectoria pero también con personas de las nuevas generaciones. Lee, estudia, se preocupa por mirar a su alrededor, por conocer a las nuevas figuras de la economía y la política, de la cultura y la sociedad.
El paternalismo con el que le trató Pedro Sánchez era insultante. Por el tono y por el empeño en dar a entender que Tamames no estaba al tanto de cuestiones imprescindibles en el mundo actual.
El discurso de Tamames fue disperso, pero el profesor sabía perfectamente de qué hablaba. Es economista de reconocida experiencia, no como el presidente que presume de doctorado y no se acaba de saber quién redactó su tesis. Sin embargo se permitió el lujo de hablar a Tamames como si fuera un chaval que acaba de entrar en la universidad y tiene todo que aprender. O, casi peor, tratándole como un jubilado, un viejo, que no ha asumido que el mundo ha cambiado. Se notó la incomodidad de Sánchez cuando Tamames, el catedrático de Economía, el hombre que sabe de política infinitamente más de lo que Sánchez sabrá nunca, le acusó de que la mayoría de las decisiones relacionadas con el gasto público eran simplemente medidas electoralistas.
«Tamames, con sus 90 años, tiró de ironía y le sacó los colores a Sánchez»
Porque lo eran, lo son. Por eso se revolvió el presidente de Gobierno en su escaño. Que eso mismo lo digan también la mayoría de los dirigentes de la oposición, empresarios, economistas y periodistas, le tiene sin cuidado, porque él responde con datos que se saca de la manga y no son ciertos; pero que se lo suelte una persona con la trayectoria vital y profesional de Tamames, daña. Aunque tenga 90 años.
Dicho eso, Tamames no tenía nada que ganar y mucho que perder, y es evidente que si aceptó la propuesta de Abascal fue porque, él mismo lo ha confesado, no se habría perdonado nunca perder esa oportunidad. Minutos de gloria, unas horas de gloria, oxígeno para un hombre que siempre le ha gustado el protagonismo. Es, ha sido, tan ególatra como Sánchez, y si Ramón Tamames hubiera tenido la edad del presidente, le habría dado un revolcón de los que hacen historia. Así y todo, con sus 90 años, tiró de ironía y le sacó los colores a Sánchez. Por ejemplo, cuando contó que a su amigo Lula -amigo de Sánchez- le dijeron que había que acabar con los ricos y él respondió que con lo que había que acabar era con la pobreza. O cuando contrapuso la figura de Largo Caballero a la de Blas Piñar, después de que Sánchez le echara en cara que el partido que le presentaba era sucesor del de Blas Piñar.
La gran pregunta es para qué ha servido la moción de censura. Al Gobierno no le ha favorecido, pero tampoco dañado. A Yolanda Díaz, regular. Desaprovechó la ocasión de hacer su gran presentación como candidata. Reiterativa como siempre, triunfalista como su jefe, con desfachatez desgranó datos que se sabían falsos. Y como anécdota, fue incapaz de mencionar un nombre más allá de Luis Cernuda. Debe leer poco.
«Una parte significativa del electorado de Vox no ha entendido que se propusiera a Tamames como candidato»
De cara a las próximas elecciones los partidos están regular. Con razón se ha asentado la idea de que a Sánchez le marcan el camino Iglesias, Montero y Belarra; que sus socios ERC y Bildu arrecian con mantener voz propia y que le van a dar nuevos disgustos. Y que en Vox, promotor de la moción, hay marejada desde hace tiempo.
No sale reforzado de esta peripecia. Porque una parte significativa de su electorado no ha entendido que se propusiera a Tamames como candidato, con lo que es Tamames, cuál es su trayectoria y su biografía. Pero hay más: una parte de los miembros de la dirección conocieron la operación cuando ya estaba en marcha, lo que demuestra lo que denuncian personas del partido en petit comité: Abascal no consulta ni informa, las decisiones las toma él. Ni siquiera analiza con su secretario general y con el portavoz parlamentario la estrategia a seguir.
La almohada con la que consulta es Kiko Monasterio, que no pertenece a la dirección del partido. Periodista que se ha movido en la órbita del grupo Intereconomía, es asesor de Abascal e impulsor de muchas de las iniciativas que se toman en la calle Bambú. O mejor dicho, que se toman en el despacho que tiene Abascal en esa calle, en la sede de Vox. Y los demás, que arreen. O las aceptan, o tienen abiertas las puertas de salida.