Tacticismo partidista y 'egotrip' crepuscular
«Abascal atacó al Gobierno; Sánchez dio un mitin; Díaz se postuló como candidata. En el Día de la Marmota del tacticismo partidista no hay lugar para la sorpresa»
«Usted es incompatible con la verdad», dijo ayer Pedro Sánchez a Santiago Abascal desde la tribuna del Congreso. Y aunque con ello trataba de reforzar el marco que identifica a Vox con la difusión de noticias falsas, el presidente del Gobierno parecía estar haciéndose un selfie. ¡Clavado! La frase formaba parte de una interminable réplica que no guardaba relación alguna con lo que había expuesto el promotor de la moción de censura —Abascal— durante su intervención inicial; como le reprochó luego un ofendido Tamames, Sánchez ya lo traía todo escrito de casa. Pero lo sorprendente hubiera sido lo contrario, ya que la idea misma del debate —intercambio razonado de argumentos— es extraña al líder socialista; hablamos de alguien que mira el móvil cuando le habla la oposición y jamás responde a lo que se le pregunta. ¿Para qué? De ahí que la sesión se pareciera por momentos a una novela modernista que se organizase alrededor de una serie de monólogos independientes entre sí: Abascal atacó al Gobierno; Sánchez dio un mitin; Yolanda Díaz se postuló como candidata. En el Día de la Marmota del tacticismo partidista no hay lugar para la sorpresa.
¿Y el candidato Tamames? Su voz de ultratumba delataba que ya no cumplirá 89 años: era como si el Espíritu del 78 nos hablase desde otro siglo. Es una lástima que ya se conociera de antemano el contenido de su discurso y no hubiera en él ideas demasiado originales; aun cuando el viejo académico tenga muchas cosas en la cabeza y por momentos se detuviera en asuntos concretos, recordando a aquel Ortega que llamaba a los españoles a ocuparse de las cosas sin entretenerse en abstracciones. Pero su intervención era interesante, por el hecho de ser Tamames un intruso: alguien que tomaba la palabra desde un lugar distinto al de nuestros operadores políticos habituales. Había que dilucidar si lo que dijera Tamames podía tener un impacto especial sobre el público por el hecho de ser él quien lo dijera; aun cuando el hecho de ponerse a decirlo ya tuviera mucho de egotrip crepuscular.
«Sánchez insistió en presentar al partido del ausente Feijóo como aquel que afronta las crisis haciendo recortes»
Me explico: en la democracia sentimental, la percepción de la realidad política está condicionada por los prejuicios del votante; a reforzar esos prejuicios se destinan los discursos manufacturados por los speech writers de cada partido. Por prejuicios hay que entender sentimientos de adhesión o rechazo: casi nadie se para a oír lo que dicen Sánchez o Abascal; lo que cuenta es que quienes hablan son Sánchez o Abascal. Así que ni la veracidad de los argumentos ni la exactitud de los datos juegan un papel relevante en nuestros debates parlamentarios: el procesamiento afectivo de los relatos partidistas neutraliza el impacto potencial de los discursos de unos y otros.
Eso explica que Sánchez se esforzase por vincular a Tamames con Vox —descalificando de paso al partido de Abascal mediante un conjunto de etiquetas peyorativas que sirven para recordar a sus votantes que nada de lo que diga la ultraderecha merece ser escuchado— e insistió en presentar al partido del ausente Feijóo como aquel que afronta las crisis haciendo recortes: aunque él mismo votase a favor de la congelación de las pensiones cuando Zapatero se hizo el seppuku en plena crisis financiera. Ya saben: la política es la continuación de la guerra por otros medios y la primera víctima de la guerra es la verdad. Lo que cuenta, por decirlo en términos deportivos, es el resultado.
Salvo que las encuestas nos sorprendan diciendo otra cosa, en fin, las intervenciones del candidato Tamames —esto le ha cogido con diez años de más— carecieron de la potencia necesaria para marcar diferencia alguna: fuese y no hubo nada. Para colmo, nadie estaba prestando demasiada atención. Y no es difícil de entender. Mejor pasemos a otra cosa.