THE OBJECTIVE
Joseba Louzao

En defensa de los periodistas

«Hay quien siempre ve la manipulación en el campo ajeno y hay quien celebra la independencia de los que compadrean con los suyos»

Opinión
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En defensa de los periodistas

Unsplash.

Tenemos que defender a los periodistas. A secas y sin adversativas. Se lo debemos y nos lo debemos. Incluso puedo hacerlo en voz alta, sin vergüenza alguna, porque no pertenezco al gremio y nadie puede ver en esta defensa ni una pizca de corporativismo. Hay que defender a los periodistas, en primer lugar, de sí mismos o, mejor dicho, de sus egos anchurosos y los de todos sus compañeros. Son importantes, por supuesto, aunque menos de lo que ellos creen. Quizá solo un poco más que los opinadores, que solemos gustar de Narciso y sus excesos. Llámenme descreído.

Defendamos a los periodistas, pero con la conciencia de que no van a salvar nada ni tan siquiera haciendo bien su trabajo. Son necesarios para potenciar el debate público, claro, aunque esto es decir entre poco y nada. También lo son Pablo Echenique, Juan García-Gallardo o José Zaragoza, y no les vamos a levantar estatuas honoríficas en nuestras plazas. Porque hay formas de estar y ser en esta conversación abierta y desordenada que mantenemos entre todos. Sabemos bien cómo identificar a quien queremos tener cerca y a quien deseamos lejos en la vida, en la política y en el periodismo.

Hay que defender a los periodistas. Los necesitamos, aunque solamente sea para alimentar nuestras posiciones políticas y fundamentar nuestros estereotipos sociales. No señalen su activismo porque todos lo somos. Son como ustedes y como yo, con sus muchos vicios y sus escuálidas virtudes. Como el resto de los mortales, eligen parecer integrados o apocalípticos según el gobierno de turno o del modelo de sociedad que se tenga en mente. Ni peor ni mejor. Es lo que hay. Cuidado, eso sí, cuando levanten con sus palabras un alegato de la neutralidad debida. Agárrense los bolsillos porque les quieren birlar la cartera. Siempre hay intereses en juego y, a veces, ni tan siquiera son propios. Así somos, en realidad, un poco todos nosotros. Por esa razón, habrá que defender a los periodistas y protegerlos también de sus lectores, los propios y los circunstanciales.

«Incluso en las ocasiones en las que fallan puede que no tengan la intención de engañar»

Están aquí para informarnos sobre todo lo que sucede en el mundo. Y este no es cosa pequeña. A veces hacen bien su trabajo y otras mal. Incluso en las ocasiones en las que fallan puede que no tengan la intención de engañar. Digan lo que digan sus críticos. Es sorprendente que, casi siempre, nos escandalicemos por noticias de temas sobre las que tenemos algo de conocimiento. «¿De dónde se ha sacado esto? ¡No tiene ni idea de lo que está hablando! Estos menesterosos plumillas…» Pero paradójicamente nos movemos opinando, de lo humano y lo divino, gracias a la información que nos aporta esta gente sin hacer demasiada crítica. El periodismo tiene mucho de aquel pobre gato de Schrödinger hasta que llega a quien lee la noticia.

Las redes sociales nos ayudan a mirarnos en el espejo. Mires por donde mires habrá alguien escandalizado por una nota de prensa. Paséense, por ejemplo, por los comentarios de las noticias. Hoy en día es posiblemente una de las aventuras lisérgicas más extraordinarias que podemos hacer gratis. Pero el alboroto va por barrios. Hay quien siempre ve la manipulación en el campo ajeno y hay quien celebra la independencia de los que compadrean con los suyos. Se puede llegar hasta enarbolar la bandera de un periodismo libre en una fiesta a la que acude todo el Consejo de Ministros. Nadie dijo que fuera fácil el periodismo independiente. Los lectores, pero también los periodistas, pasan de la denuncia al elogio sin solución de continuidad ante los mismos juegos de magia torticera. Porque lo que importan nunca es el qué, sino el quién. O, en este caso, el contra quién. En fin, defendamos a los periodistas porque no son una tribu aparte en el círculo vicioso de la política.

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