MyTO

Un toque francés

«Espero que invasiones identitarias como la del neofeminismo sean pronto enviadas al basurero por el empuje de otras mujeres más sensatas e integradoras»

Opinión

Erich Gordon

  • Joaquín Leguina. Villanueva de Villaescusa (1941). Nací en el año del hambre, pero lo hice en la tahona de mi abuela Pilar. Estudié el bachillerato con los curas escolapios en Santander y la licenciatura en CC. Económicas en Bilbao. Después fui becado en la Sorbona, donde obtuve dos master y un doctorado. También me doctoré en la Complutense. Más tarde saqué la oposición a Estadístico Facultativo del INE (hoy Estadístico Superior) y como tal trabajé para la CEPAL en Chile, donde me pilló el golpe de Estado de Pinochet.
    He sido profesor en la Complutense y concejal en el Ayuntamiento de Madrid. Y diputado nacional. Ah, se me olvidaba (hace ya tanto tiempo), también he sido presidente de la Comunidad de Madrid durante doce años. He escrito novelas, relatos, ensayos y cientos de artículos en variados periódicos y revistas.

La invasión que viene sufriendo el progresismo español (llamémosle así) a manos del neofeminismo tipo Me too se ha dejado ver en todo su esplendor disparatado por causa de leyes monteriles como la del sólo sí es sí o la ley trans. La trascendencia política y social del ataque se veía venir en España ya desde tiempo atrás y siempre creímos que el origen de tales impulsos provenía de los EEUU. Y es posible que así haya sido, pero no se prestó la suficiente atención a lo que estaba ocurriendo aquí al lado, en la Francia de la V República. A este propósito invito a la lectura de La posliteratura (Alianza, 2023), de Alain Finkielkraut, un autor resistente a la citada invasión que fue profesor de Historia de las Ideas en la Politécnica de París.

Este notable pensador ha sido crucificado varias veces por el neofeminismo. ¿Por qué? Por escribir cosas como esta:

«En la gigantomaquia del neofeminismo, el número dos reina en solitario. Dos subjetividades se enfrentan: una, totalmente buena (femenina); la otra, ignominiosa (masculina). Los individuos no son más que representantes de esas subjetividades. Pertenecen a un campo o al otro, y se trata de la lucha final».

La cuotas femeninas que siempre rechazan el principio de «mérito y capacidad» también han entrado por la puerta de atrás en Francia. Así, por ejemplo, en marzo de 2018, con ocasión del Día Internacional de la Mujer, un grupo de cineastas femeninas reclamó cuotas para una igualdad real de los dos sexos en los oficios del cine. Se trataba, escribían en particular Annie Duperey, Isabelle Carré, Éva Darlan y Yamina Benguigui, de poner fin al reparto no equitativo de las subvenciones y de permitir la emergencia de nuevas figuras en la creación y la industria de la cultura. «El cine necesita la imaginación de las mujeres, la creación de sus imágenes, de sus historias, para poner fin a los odiosos estereotipos de la estética dominante».

A esta demanda contestó Finkielkraut lo siguiente:

«En otras palabras, Fellini, Bergman, Kurosawa, Lubitsch, Lang, Wajda, Melville, Kubrick, Zviaguinstev, Scorsese no son artistas únicos e incomparables, sino miembros intercambiables de la casta masculina, buenos soldaditos de la falocracia. Asimismo, las mujeres deben ser escuchadas como mujeres, como ejemplares de una especie amenazada; y de lo ejemplar a la ejemplaridad no hay más que un paso, dado con entusiasmo por Frances McDormand en la ceremonia de los Óscar. ‘El objetivo’ –dijo la galardonada actriz- ‘es dar una representación realista de las mujeres e imponer una historia de la igualdad’».

«Camus nunca se dejó engañar ni por el comunismo ni por los independentistas argelinos»

En fin, yo espero que estas invasiones identitarias desaparezcan y creo que esta del neofeminismo será enviada al basurero por el empuje de otras mujeres más sensatas e integradoras. ¡Ojalá que sea pronto!

Pero estas de hoy no han sido las únicas invasiones detestables. Pensemos en el comunismo, esa plaga antidemocrática y asesina que aún mantiene bajo su férula no sólo a China, también está presente -¡y de qué manera!- en Latinoamérica.

Pero volvamos a Francia. Se ha publicado recientemente en España un libro de François Noudelmann titulado Un Sartre muy distinto (Ediciones del subsuelo, 2023), donde el autor pone en evidencia los desvaríos políticos de aquel notable pensador francés, seguidor –a menudo entusiasta- del comunismo soviético. Escribe Noudelmann:

«Sin duda se han construido muchas interpretaciones, con múltiples argumentos teóricos, sobre este periodo de diálogo entre Sartre, los dirigentes y los escritores soviéticos. También sobre la competencia ideológica que establece con Aragon para demostrar que él es el mejor interlocutor francés de la URSS».

Recuerdo haber visto en París a Sartre entrar a comer a menudo en un restaurante argelino, acompañado siempre de una joven. A esa joven, que se llamaba Arlette Elkaïm y que era su amante, la dejó en su testamento como heredera universal. Por entonces, Sartre se había enfadado con Albert Camus porque Camus nunca se dejó engañar ni por el comunismo ni por los independentistas argelinos.

Finkielkraut, el filósofo francés que alerta sobre los peligros de la cultura ‘woke’Finkielkraut, el filósofo francés que alerta sobre los peligros de la cultura ‘woke’
2 comentarios
  1. Ricarditus

    Hasta que no haya nadie del sexo femenino frente a ellas , que de la batalla cultural-cuanta falta nos hace una Cayetana-estamos perdidos.
    Porque si la hace Ud. desde estas páginas o Herrera en la COPE. O Federico en LD todo va a caer en saco roto. Porque serán tachados de “machiruloshetrropatriarcales”
    Dios mío no veo la hora de votar.

  2. Klaus

    Este neofeminismo no es más que el siguiente paso natural del anterior, el de Carmen «Nobonita» Calvo y tantas otras compañeras suyas, inspiradas por las McKinnon, las Dvorkin, las Robin Morgan etc. etc. Las de «lo personal es político», las de «toda cópula es violación», las del «sexo asignado al nacer», las muñidoras de monstruosidades como la LIVG (en 2004 Irene y Pam estarían jugando en el patio del cole). Estas de ahora simplemente están todavía más gravemente psicóticas, pero la deriva patológica cursa sin solución de continuidad de unas a otras.

    Las feministas de su generación de usted están dolientes y horrorizadas no por el «borrado de las mujeres», sino por el borrado de su poder (el de las feministas, no el de las mujeres) y de sus privilegios (los de las feministas, no los de las mujeres). Y llegan al extremo de ¡apelar a la biología! Vaya, vaya… a la maligna biología…. ¿no decíais que eran todo construcciones sociales? A este respecto debo confesar cierta Shadenfreude.

    Pero dejen ya de contarnos la milonga de que las feministas de ahora están loquísimas y las anteriores eran sensatas. No eran seguramente tan necias, pero sí igual de socialmente dañinas.

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