THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

El Gobierno del esperpento y de la soberbia

«Estamos ante un presidente socialista del que huyen los socialistas y una vicepresidenta que viene a Sumar y casi no se habla con las ministras de Podemos»

Opinión
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El Gobierno del esperpento y de la soberbia

El Gobierno del esperpento y de la soberbia.

Se acerca el 28 de mayo y Sánchez y su gobierno suben los niveles de agresividad. El objetivo del fuego continuo es Feijóo y por derivada todos los populares y todas las encuestas que no haya cocinado Tezanos. Esto en el lado socialista, en el lado ‘Yolandista’ y Podemita, el fuego es a ráfagas, pero entre ellos. Estamos ante un presidente socialista del que huyen los candidatos socialistas y una vicepresidenta que viene a Sumar y casi no se habla con las ministras de Podemos. Dos gobiernos en uno, aunque sean tres. No es un milagro. 

Esperpento es una situación grotesca y estrafalaria que deforma la realidad. Soberbia es mostrar un sentimiento de superioridad frente a los demás, con un trato distante o despreciativo. Y también la rabia o enfado que muestra una persona de manera exagerada ante una contrariedad. 

Con este gobierno se suceden los esperpentos y los momentos de soberbia en nuestra vida política. Esperpento es que este gobierno  con una ley suya haya rebajado la condena a mas de mil violadores y ha puesto a la calle a más de cien. Esperpento es que ahora, ante la cercanía electoral, Sánchez haya movido pieza para reformar la ley que reformaba su propia ley. Esperpento es que la reforma de la ley del gobierno sea del gobierno y tenga en contra al gobierno. Esperpento es que en el debate en el Congreso de los Diputados la ministra de Igualdad del gobierno tome la palabra para atacar al partido con el que están de socios en el gobierno. Esperpento es que la delegada del gobierno contra la Violencia de Género se manifieste ante la sede del ministerio de Justicia contra la reforma del gobierno del que ella misma forma parte. 

Esperpento es que al final el gobierno votara a favor y también en contra. Esperpento es que el siempre sufrido, y no muchas veces acertado, portavoz parlamentario socialista, Patxi López, para minimizar el apoyo recibido dijera que las reformas pactadas con los ‘populares’ son «técnicas» y que algunas, incluso, suponen un «cambio de fe de erratas». De erratas, dijo. Mil erratas rebajadas y mas de cien erratas puestas en libertad y sueltas ahora por la calle.

Esperpento y soberbia. Soberbia ante el error y la contrariedad. Soberbia como la de la delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell, que horas antes de la tramitación de la reforma en el Congreso, confiesa que en el ministerio de Igualdad sí sabían que se iban a producir rebajas de las penas. Soberbia e indignidad porque a pesar de saberlo se dedicaron durante semanas a llamar a los jueces machistas y fascistas. Soberbia la de la ministra Irene Montero que llegó a asegurar en sede parlamentaria que no se conocería «una sola reducción de condenas». 

«Nos movemos tanto entre el esperpento y la soberbia que la capacidad de escandalizar a los españoles es cada vez menor. A nadie le extraña ya nada, por surrealista que parezca»

Pero nadie como el presidente del gobierno. Soberbia es que Pedro Sánchez no se dignara asistir al pleno del Congreso para no tener que votar a favor de una reforma de su propio gobierno y ver como los votos del PP le hacían de salvavidas. Soberbia es que Sánchez decidiera dedicar el día a atacar a degüello justamente al Partido Popular por Doñana y no tuviera ni una palabra, no ya de agradecimiento al apoyo recibido, ni siquiera sobre esa reforma que iniciaba su trámite parlamentario. 

Soberbia es decir que lo hacían por las víctimas y encubrir que lo hacían realmente por la cercanía y el daño electoral. Soberbia es pedir un perdón escondido en una entrevista a un diario regional ocho meses después del desastre. Soberbia es insistir en que la ley era buena y que ha tenido solo algunos efectos no deseados. Soberbia en que en este gobierno nadie haya dimitido ni nadie haya sido cesado por la gravedad de sus hechos. 

En estos años uno de los daños más peligrosos para la democracia española es que este gobierno ha acabado con premeditación y alevosía con el concepto ético de la responsabilidad política. Nadie dimite. Da igual lo que ocurra. Sonroja escuchar en una entrevista a la vicepresidenta del gobierno, Yolanda Diaz, decir que ella hubiera cesado al ministro del interior Fernando Grande-Marlaska por las muertes en la valla de la frontera de Melilla. Sonrojan sus palabras, no por los hechos gravísimos que deberían efectivamente haber provocado la dimisión inmediata de otro soberbio como Grande-Marlaska que ha demostrado una absoluta falta de dignidad política y ética. Y también sonroja que no hubiera sido cesado inmediatamente por el presidente del gobierno. Pero Sánchez prefiere tener pararrayos, aunque estén achicharrados. 

Sonroja Yolanda Diaz porque esa ejemplaridad que comenta ahora buscando votoso y que hubiera tenido con Grande-Marlaska ni se la planteó con Irene Montero y su ‘ley del sólo sí es sí’. Sólo cuando los ataques eran cada vez más virulentos contra los socialistas, Díaz amenazó a Montero con destituirla si no bajaba los «decibelios» y dejaba de hablar de la vuelta «al código de la manada», como cuenta Luca Costantini en THE OBJECTIVE.

Nos movemos tanto entre el esperpento y la soberbia que la capacidad de escandalizar a los españoles es cada vez menor. A nadie le extraña ya nada, por surrealista que parezca. Desde trenes que no entran por los túneles a que Sánchez se vaya a dar un mitin ecologista en Doñana y viaje en su avión Falcon. Desde que haya una directora general de la Guardia Civil con millones de euros en pisos y que no sospechaba nada del origen del dinero a que se lamine el delito de sedición del Código Penal para no penalizar a los sediciosos. Todo es posible. 

Si hay una anécdota que marca el tono de esperpento que vivimos es la del BOE derogando durante horas la Constitución, el Código Penal, el Código Civil, el Estatuto de los Trabajadores y miles de leyes más. Fue un fallo digital que no tuvo efectos jurídicos, pero a más de uno seguro que le hizo pensar. Es urgente terminar con el esperpento y con la soberbia y volver al sentido ético de la responsabilidad política.

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