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Francisco Sierra

La campaña más dopada

«Nunca ha habido una tan dopada de dinero público. Tan deformada por los anuncios de Sánchez de presupuestos, inversiones, viviendas y lo que haga falta»

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La campaña más dopada

Pedro Sánchez interviene durante un acto del PSOE por el Día de la Rosa en Pamplona. | Eduardo Sanz (Europa Press)

Entramos en mayo y crece el ruido de una campaña electoral muy especial. Se intensifican los ataques socialistas a los populares a los que acusan de todo lo que ocurre pese a estar en la oposición y ser ellos los que gobiernan. A los del PP les basta con contestar con los titulares que publican los medios desde la ley del sólo sí es sí a la crisis económica de millones de españoles. Saben en el PP que están arriba en las encuestas, pero también que hay indicios de estancamiento. Por eso, o a causa de eso, muchos votantes populares siguen esperando algo más de Feijóo, sin saber tampoco qué es eso concretamente que esperan. 

No se queda atrás el ruido de las puñaladas en la izquierda de la izquierda, donde Yolanda Díaz sonríe a todo en una campaña en la que está, pero no está; dice que apoya, pero lidera; no habla porque no se presenta, pero no da ni una gota de agua a Podemos. Una campaña en la que el mejor aliado de Sánchez va a ser otra vez VOX y en la que sólo el melancólico entusiasmo de Begoña Villacís nos permite recordar que Ciudadanos sigue existiendo. Una campaña en la que los independentistas de ERC y Bildu alardean de lo conseguido y de su amistad con Sánchez a la vez que en sus mítines tienen que elevar su imagen de odio eterno al gobierno español.

Estamos ante una campaña electoral única. Y no es por la fuga de los candidatos socialistas cuando acude Pedro Sánchez a dar un mitin en sus territorios al que rehúyen como un apestado. Tampoco es única la campaña por la ya tradicional fragmentación de la izquierda en tantos partidos que el resultado puede acabar siendo el de repartir la pobreza en votos en vez de aumentar la riqueza.

Si es una campaña única es porque nunca ha habido una tan dopada de dinero público como esta. Tan deformada por los anuncios diarios de Sánchez de presupuestos, inversiones, gastos, escuelas, viviendas y lo que haga falta. Dinero que viene de un incremento de gastos sin parangón, de un exceso de la lectura más negativa de lo que significa promesa electoral. Dicen que una vez, en el inicio del actual periodo democrático, el viejo profesor Tierno Galván dijo que «las promesas electorales están para no cumplirse». Eran tiempos de ilusión e idealismo y aquello sonó a bofetada de cinismo y fue muy criticado. Hoy parece hasta ñoño porque la realidad de Sánchez es mucho más salvaje.

«El Sánchez candidato tiene enfrente al Sánchez presidente. Y eso que él vive en la crisis como en su hábitat natural»

Cada día Sánchez aumenta en decenas de miles el número de viviendas que va a tener España. Lo hace sin dar planes, ni plazos, ni tener suelos, ni decir sitios, pero con tal alegría que, en un meme de esos que circulan por las redes sociales, se decía que al ritmo con el que Sánchez ofrece viviendas muy pronto hasta los okupas van a tener segunda residencia. Un mensaje que tras la sonrisa inicial da cierto miedo ante la posibilidad de que lo lean en la Moncloa porque pueden incluso considerarlo una buena idea. De momento, ya en la ley de la vivienda han introducido disposiciones que de alguna manera facilitan la ocupación ilegal de viviendas. Y muestras de este surrealismo legislativo no le faltan a un ejecutivo capaz de derogar el delito de sedición para que sus amigos sediciosos no vuelvan a ser condenados cuando vuelvan a intentar una sedición. Estamos ante un ejercicio de total oportunismo político que se efectúa además sin ningún complejo de culpabilidad. Se aumentan los gastos de publicidad institucional para mejor gloria del gobierno a unas cifras que sonrojan en medio de una crisis económica como la que vivimos. 

Pedro Sánchez sabe que su gran enemigo electoral se llama Pedro Sánchez. El Sánchez candidato tiene enfrente al Sánchez presidente. Y eso que él vive en la crisis como en su hábitat natural. Sabe dormirlas, narcotizarlas, como si fueran esos sindicatos que han recibido en subvenciones más de 56 millones de euros en lo que va de legislatura. En España los sindicatos no protestan por precios altos y salarios bajos. En este 1 de mayo, están silenciados o gritan muy bajito por dopaje sindical. Callan en España y se van a protestar a Francia por las reformas de Macron. Sánchez es tan astuto que la auténtica líder sindical que podría haber encabezado una huelga general como la que le hicieron a Rajoy por la inflación es su vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz.

Una campaña dopada decíamos, porque los famosos fondos europeos Next Generation con los que la Unión Europea salió en ayuda por la crisis del covid, y de los que nos tocan unos 140.000 millones de euros, se han convertido en una serie de planes de recuperación y transformación sin ningún control de terceros. Planes que van con retraso en la ejecución y que aparecen y desaparecen de las formas más arbitrarias. Y qué mejor momento que en una campaña electoral. Poco se conoce de su ejecución, algo de lo que se quejan hasta en Bruselas, pero hay quien dice que van a hacer buenos al tristemente famoso Plan E de Zapatero. 

Dinero europeo y también dinero español no gastado. Alguien podría pensar que el hecho de que el año pasado recibiera esos fondos europeos y se juntara con los mayores ingresos fiscales de la historia, podría suponer un esfuerzo en inversiones públicas reales. Pero no. Al final sólo se empleó el 85%, la tasa más baja de ejecución desde el año 2008. Alguien malicioso podría pensar que Sánchez prefirió esperar a año electoral y poder así ofrecer todos los días «un pastón» en cada mitin.  En todo caso son planes que podría haber hecho y no hizo. Ya Ábalos prometió cien mil viviendas y nunca mas se supo. Ni de Ábalos, ni de las viviendas. 

Por eso, y a pesar de todo, puede que ni el dopaje del dinero permita sobrevivir políticamente a muchos de sus candidatos al recuerdo de estos años de gobierno de Sánchez. La solución, el 28M. 

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